La imposibilidad de recoger el paraguayo, una fruta de maduración rápida y con unas fechas de trabajo muy concretas, ha hecho que Antoni Pla ya dé por perdida la totalidad de la cosecha de esta temporada. Sobre 5.000 kilogramos de paraguayos, el trabajo de todo un año, se quedará en el árbol ante la «impotencia» de Pla, según define él mismo. «Ver que toda la fruta se va a echar a perder irremediablemente... Da mucha ansiedad, es un disgusto enorme». No se trata tan solo de la cantidad invertida en pulverizaciones, riego o abonos, que ascendían al cabo del año a unos 800 euros. Son todas las horas de trabajo dedicadas al cuidado de la plantación, en busca de un producto del que sentirse orgulloso.

«Afortunadamente no vivo de esto. Es una forma de plasmar los conocimientos de ingeniero agrónomo, y de tratar de producir». Ya cortó el verano pasado un campo de paraguayos de cuatro hanegadas, porque no era rentable. Las otras cuatro hanegadas que le quedan al menos cubrían los gastos, pero este año deberá contabilizarlo todo como pérdidas. «Lo peor es la impotencia. No puedo hacer nada ante esto», lamenta. Las fumigaciones contra la mosca negra de las que se hablan ya llegan para él «demasiado tarde».