La plaga de mosquito tigre y mosca negra empieza a traspasar las fronteras de lo estrictamente sanitario para comenzar a afectar a los bolsillos de los vecinos de la comarca. El caso que ha vivido Antoni Pla, ingeniero agrónomo de Alcàntera del Xúquer, es tan bizarro que llega a asustar.

La cosecha de paraguayos del campo que Pla cuida en el término de Alcàntera no ha podido ser recogida. Alrededor de 5.000 kilogramos de fruto ya demasiado maduro siguen en las ramas del arbolado de su campo después de que la colla que envió el comercio para el que trabaja fuera incapaz de recolectarlo. El motivo, la plaga de mosca negra que domina buena parte de la comarca, y que infesta el campo hasta límites que dejan corto el adjetivo insalubre.

Ocho de los catorce jornaleros que fueron a recoger los paraguayos acabaron en urgencias por las picaduras de mosca negra y, en la tarde de ayer, cinco de ellos seguían de baja laboral a causa de las lesiones que sufrieron.

Dos intentos infructuosos

Pla intentó que se recogieran los paraguayos en dos ocasiones: el 21 de junio, en primer término, y en una segunda oportunidad programada el 25 de junio. En ninguna de los dos ocasiones la cuadrilla pudo llevar a cabo la tarea, asaltados hasta el agobio por las miles de moscas negras que pueblan la zona.

En la mañana del primer día, las moscas negras les atacaron a todos, hasta el punto de mandar a ocho de ellos al centro de salud. De nada sirvieron las precauciones que tomaron, los repelentes, pomadas y otros enseres recomendados en farmacias ante la ingente cantidad de moscas negras asentadas en el campo a la hora de acometer el trabajo.

Entre ambas recogidas, Pla pulverizó el campo con productos químicos, los únicos que puede usar en su variedad a riesgo de alterar la calidad de la cosecha. «Pero no es un problema del cultivo que pueda solucionar yo con los productos que se puedan aplicar. Tanto dio lo que hiciese», lamenta el propietario de la plantación.

Ninguna de las precauciones evitó el riesgo que entrañaba el campo, en el que el zumbido de las moscas da la bienvenida antes que el aroma de la fruta. La cuadrilla volvió a trasladarse a esa parcela el día 25, pero viendo que la plaga seguía inmutable, huyeron antes de que nadie sufriese tantas picaduras como para tener que ser trasladado al centro de salud. La cosecha de paraguayos ha quedado para el consumo personal, pero a Pla le resulta difícil ir: las moscas también le pican a él.