Alzira dió ayer otro paso más para reconciliarse con su maltrecho patrimonio histórico, sometido durante siglos a las destructivas inundaciones del Xúquer, pero también a la no menos devastadora mano del hombre, que ha despreciado, particularmente a lo largo del siglo XX, el rico legado monumental de una ciudad que se dejó notar en la historia tanto bajo dominio cristiano como musulmán. La apertura de la doble excavación arqueológica impulsada en un solar muy próximo a la principal iglesia de la ciudad busca los restos del horno que autorizó construir Jaume I tras la reconquista pero también el arranque del arco medieval descubierto allí para precisar si era la puerta de entrada a un intrincado barrio, que bien pudiera ser la judería, o bien formaba parte del acceso a una casa señorial.

Las dos catas arqueológicas que van a ponerse en marcha se prolongarán hasta finales de agosto. Los operarios que, bajo la atenta mirada de la arqueóloga María Clausi, escarbaban ayer el subsuelo junto al horno del siglo XIX, cuya cúpula sucumbió hace unos meses durante los trabajos de derribo de las tres casas declaradas en ruida de la calle Chulbi. Encontraron en diversas capas el pavimiento hidráulico más reciente y, por debajo de éste, la cerámica con motivos florales que decoraba el suelo durante el siglo XIX. Pero la principal incógnita se despejará más abajo. Lo que se pretende es encontrar vestigios del que se considera el horno más antiguo de la ciudad, construido en el siglo XIII bajo autorización del mismísimo Jaime I frente a la iglesia de Santa Catalina.

No es una mera suposición. Una cita del «El Llibre del Repartiment» fechada el 4 de abril de 1248, ya menciona a este horno, que tenía la consideración de «real» al ser potestad del monarca o de algún noble controlar el sector «industrial». El inmueble ha mantenido la misma actividad hasta que cerró en 1995. El plan de protección del centro histórico alude a esta casa como el «horno medieval». Y el arqueólogo municipal, Agustín Ferrer, ya alertó de la necesidad de actuar con especial cuidado con el objetivo de constatar y, en su caso, proteger, el horno como elemento de interés arqueológico y etnológico en un informe de febrero de 2015 sobre la demolición parcial de conjunto de casas de la calle Chulvi.

Una arcada muy sugerente

El interés que despierta el viejo obrador de pan es equiparable a la seducción que levanta el arco medieval del siglo XVI descubierto por el investigador Norbert Blasco en un antiguo «atzucat» que había quedado engullido por la voracidad urbanizadora. Algunas dovelas llegaron a desplomarse durante los trabajos de derribo de las casas, pero finalmente fue reconstruido y ha sido visitable desde la pasada Semana Santa. Los goznes también han aparecido y solo queda por despejar la duda de si pertenecían al portón de una casa o en cambio era la entrada de un barrio de calles estrechas compatible, por su situación, con la judería.

La visita de los expertos también ha permitido detectar grietas en los anchos muros de las casas. La lluvia y el intenso calor amenazan. Habrá que estar vigilantes.