A un poco menos de tres céntimos el kilo de naranjas. O a 33 céntimos la arroba. Con estos precios finales de la variedad navel en las liquidaciones de Copal ha cerrado el citricultor de la localidad Humberto Taglialatela su vinculación con la cooperativa agrícola algemesinense. El grueso de su producción, según explicó ayer a este periódico, tratará de venderlo a partir de ahora directamente. Se trata de una opción que siempre ha estado ahí, aunque la seguridad que ofrecen las cooperativas ha conducido a muchos a asociarse. Hasta ahora. «La venta directa entraña ciertos riesgos, algunos pueden tardar en pagarte y otros te pueden querer engañar. Pero es que la sensación es que la cooperativa también engaña», lamentó Taglialatela. Los «ridículos» precios y la sensación de hastío con la dirección de la cooperativa han acabado por agotar su paciencia en esta campaña. El presidente de la Copal, Raúl Aliaga, no atendió ayer la llamada de este periódico.

Las naranjas de primera categoría se han pagado a más de 12 céntimos por kilo, según el documento de liquidación provisional que recibió Humberto Taglialatela. No obstante, las cifras caen drásticamente con las de segunda y tercera: a 0,0126 y 0,0032 euros el kilo de producto, respectivamente. Los 8.731 kilos de naranja de tercera que Taglialatela recogió le han dado 27.94 euros. «Para la Copal, la única naranja comercial es la de primera, pero nadie produce solo esa variedad. Si tras producir de primera, con un alto coste, me quedan beneficios muy pequeños, y luego las de segunda y tercera no tienen precio, producir no renta», significó. A ello hay que añadir, además, el descuento del destrío y del bajo calibre, que se contabilizan directamente como pérdidas y restan al pago final del productor. Las cifras del descuento alcanzan este año, según denuncian, valores «nunca vistos en toda la historia», aseguran. En el caso de Taglialatela, de más de cinco céntimos por kilo. «Al agricultor le acaba quedando una cantidad que es para abandonarlo todo y ya está», valoran otros socios de la cooperativa.

Malestar entre citricultores

Humberto Taglialatela es uno de tantos agricultores ya decepcionados no solo con las cooperativas, sino con todo el sistema productivo. «La única solución es que se acabe derrumbando», señaló, gravemente. El labriego reiteró su malestar con Copal, y señaló que «vela tan solo por los intereses de los directivos, y a los agricultores les acaba dando las sobras», algo que opina que debería «tener implicaciones judiciales». Otros socios no se muestran tan duros con sus valoraciones, pero sí comparten un pesimismo ya muy enraizado. «El productor es el más abandonado. Está todo montado para que vivan otros», señalaba otro socio.