La suciedad acecha el hospital. El camino de acceso a Urgencias se ha convertido en un estercolero. La falta de civismo de los usuarios que acuden al centro sanitario y la frecuencia, exageradamente larga, con la que acuden los servicios de limpieza municipales a retirar el cúmulo de envases de plástico, papeles, latas, botellines y todo tipo de residuos que se acumulan en la acera y los arcenes ofrecen una imagen incompatible con la pulcritud profiláctica que imponen los médicos de puertas adentro. La última vez que se adecentó fue a finales de febrero. Tampoco ayuda nada que se eternice la respuesta al imperecedero problema de la falta de aparcamiento porque dificulta las labores de limpieza al encontrarse permanentemente coches estacionados en todo el entorno del complejo asistencial alcireño. Arrastrar la escoba entre tantos chasis resulta complejo. Y la habilitación de los nuevos espacios prometidos para desatascar el conflicto sigue sin concretarse.

La basura es muy perceptible. Se acumula durante meses sin que nadie se preocupe de recogerla. El edil de Servicios Públicos, Fernando Pascual, admitió ayer que está sin retirar «desde antes de fallas». La razón es muy simple: el hospital se construyó «en un PAI sin urbanizar y, por tanto, en una zona que no está incluida dentro del contrato que se suscribió con la empresa adjudicatariade la limpieza del casco urbano», concreta el concejal. No obstante, el gobierno municipal ordena «de manera esporádica» a la concesionaria que acuda con la barredora para limpiar. Este servicio extraordinario «se puede hacer dos o tres veces al año, no más», justifica Pascual.

«En tierra de nadie»

El resultado de ese desajuste es patente. Suciedad por todas partes. Aunque tampoco disculparía la acción de los ciudadanos que arrojan sin ningún pudor al suelo papeles y todo tipo de residuos, merece constatarse que a lo largo de toda la acera de la fachada trasera del hospital, la que conduce al departamento de Urgencias por el denominado Camí de la Perrera, no se encuentra ni una sola papelera para que actúe siquiera de excusa de mal pagador. Se encuentran dentro del recinto hospitalario pero no fuera.

Por increíble que resulte, el Camí de la Perrera, aunque esté rodeado de terrenos urbanizables, está considerado todavía una vía rural y queda fuera de la programación de la limpieza urbana. «Está en tierra de nadie, en un PAI por desarrollar y la empresa adjudicataria no está obligada a intervenir allí», excusa el regidor del área. Esa situación se arrastra veinte años, desde que se inauguró el hospital en 1999. Nadie le ha puesto todavía el cascabel a ese gato.

El «bucle» de buscar sitio

El tiempo también parece pasar en balde para encontrar una solución a la carencia de aparcamientos. Los accesos al hospital siguen colapsándose por la continua circulación de vehículos que buscan desesperadamente un hueco para estacionar. La apertura de parte del antiguo aparcamiento privado ha permitido aliviar las dificultades, pero en ningún caso las ha resuelto. Es más la zona libre de pago se ha convertido en una ratonera de la que resulta difícil salir ante la competida disputa de los conductores por buscar los escasos puestos que quedan libres. Muchas veces se aparca en lugares no autorizados y se entra en un bucle inacabable.

A mediados de febrero se anunció que la diputación había cedido un terreno de su propiedad al ayuntamiento para habilitar el nuevo aparcamiento. Nada se ha avanzado desde entonces. ¿La razón? Alzira se resiste a costear las obras y trata de que la Mancomunitat asuma un proyecto que beneficiará a toda la comarca. En esas estamos. Un tira y afloja que también se hace interminable.