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Análisis

El Botànic naufraga en la Ribera Baixa

El choque entre las formaciones de izquierdas en la Mancomunitat agrava la deficiente sintonía de los aliados naturales en la comarca

El Botànic naufraga en la Ribera Baixa

La conexión entre las fuerzas que firmaron el Pacte del Botànic, que ha sido motivo de orgullo por primera vez en muchos años de la política valenciana en el resto de España, ha tenido una comarca subversiva. El poder de las formaciones de izquierdas (PSOE, Compromís y Esquerra Unida o Podemos) en la Ribera Baixa no se ha traducido en entendimiento entre ellas, provocando fuertes tensiones y gobiernos en minoría por la incapacidad o falta de voluntad para llegar a acuerdos. El último ejemplo se ha dado esta semana, más allá de la política local, en un ente supramunicipal como la Mancomunitat de la Ribera Baixa.

El acuerdo imposible entre PSOE, Compromís y EU, los grupos con mayor representación en el ente, con el conflicto de Favara como mar de fondo -la mala relación entre nacionalistas y socialistas ha impedido constituir un gobierno conjunto- derivó el miércoles, tras un primer pleno de investidura fallido, en una confrontación de candidaturas. El acuerdo alcanzado por Compromís y Esquerra Unida con los independientes de Benicull propició que el concejal nacionalista de Favara Arturo Escrig se impusiera a la edil socialista de Almussafes, Davinia Calatayud. El PSOE, además, queda fuera del gobierno de la Mancomunitat pese a ser la fuerza mayoritaria y ha denunciado el incumplimiento del Pacte del Botànic.

La fractura de la izquierda en Favara, no obstante, amenaza con convertir en efímero el paso de Arturo Escrig por la presidencia de la Mancomunitat de la Ribera Baixa, ya que la corporación debe votar la próxima semana una propuesta de PSPV y PP para sustituirle como representante del ayuntamiento en la ente comarcal por la concejal del PP Esther Císcar. Es sólo un ejemplo de lo perjudicial que puede ser la distancia entre los supuestos aliados políticos.

Con todo, el caso más paradigmático se dio en Sueca. El candidato del PSPV, Dimas Vázquez, arrebató la alcaldía a Compromís y a Raquel Tamarit con el respaldo del PP y Ciudadanos a pesar de que la izquierda disfruta de una amplia mayoría de catorce concejales -ocho de Compromís y seis del PSOE- en una corporación de 21 y de la amenaza de expulsión por parte de la dirección socialista tanto a Vázquez como al resto de ediles. Previsiblemente, la expulsión se hará efectiva en septiembre ya que se ha interpretado la conducta de Vázquez como un incumplimiento de las directrices internas. No obstante, no es un caso aislado de falta de entendimiento entre estas dos formaciones.

Otros municipios a los que no se han podido exportar el Pacte del Botànic son Favara, donde Oro Azorín (Compromís) gobierna en minoría o Albalat, donde EU lidera un pacto de progreso al que se ha sumado Compromís, pero no el PSPV. En localidades como Albalat o Almussafes tampoco existe una buena sintonía entre los representantes del PSPV, Compromís y Esquerra Unida, mientras en Llaurí, Fortaleny o Corbera la inexistencia de alguno de los partidos hace innecesario la entente. En Almussafes gobierna el socialista Toni González, pero en anteriores legislaturas llegó a producirse el pacto entre Compromís y el PP que les reportó la alcaldía y alejó al PSPV del poder.

Innecesario

La excepción de la comarca se produce en una ciudad en la que, paradigmáticamente, no era necesario el acuerdo entre las formaciones de izquierdas. El talante de Jordi Mayor en Cullera llevó a su ejecutivo a integrar a Hugo Font (Compromís) en el equipo de gobierno. Aceptó por la buena sintonía vivida en la anterior legislatura y Mayor logró ampliar la representación en un ejecutivo en el que goza de mayoría absoluta, casi aplastante, con catorce concejales de veintiuno posibles.

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