Nunca llueve a gusto de todos. Aunque las últimas precipitaciones registradas en la comarca han sido, en líneas generales, beneficiosas para el sector agrario. Los daños han sido mínimos si se tiene en cuenta que las previsiones iniciales auguraban un temporal histórico para la Ribera. Con todo, aquellos que sí se han visto perjudicados van a perder la cosecha e, incluso, temen que los efectos sean más graves y se vean obligados a arrancar los árboles. Se trata de los agricultores de Alberic y Villanueva de Castellón que tienen sus parcelas junto al río.

El desmesurado crecimiento del Albaida acontecido la pasada semana provocó el desbordamiento del río en el punto en el que el afluente desemboca en el Xúquer. El agua se salió del cauce e inundó centenares de hanegadas de parcelas agrícolas. La imagen, pese a que se ha producido en diversas ocasiones, no dejaba de ser surrealista. Donde antes había campos, durante horas se instaló una suerte de laguna marrón en cuya superficie se podían vislumbrar las copas de los naranjos.

Pasados los días, el agua no está, pero queda la suciedad y la impotencia de aquellos que ven destrozado el fruto de su trabajo. Un nuevo golpe para la agricultura y ya se ha perdido la cuenta de cuántos van. Los afectados coinciden en sentirse ninguneados por las administraciones. Están hartos de pedir un mayor mantenimiento de los cauces. «Nadie limpia el río ni retira las cañas. No se hace nada. Cada vez que se produce una crecida como esta, se quedan nuevos sedimentos que hacen que crezca el piso del río y cada vez tenga menos caudal», lamentaba ayer Juan, agricultor de Alberic que asegura tener alrededor de unos 40.000 m2 de parcelas de caquis y naranjos afectadas por la suciedad y los destrozos propios de las crecidas fluviales. «Si no se hace nada, cada vez que llueve más de lo normal sufrimos las consecuencias. Si llevara un mantenimiento, haría la mitad de daño», añadió.

Una situación que se repite

«Los agricultores estamos en vías de extinción, así es imposible que seamos un país autosuficiente capaz de producir y exportar. Ya he perdido la cosecha y puedo perder los árboles, pero nadie nos ayuda; vas cara a las administraciones y todas escurren el bulto», concluyó.

Vicente también tiene su parcela, de unas veinte hanegadas, junto al río y se resigna ante una nueva desgracia: «Ya me ha ocurrido algo así siete u ocho veces. Se inundó todo, la cosecha la perderemos y casi seguro que los árboles también. Los cauces de los ríos no se limpian. Todo el mundo ha visto las imágenes de las cañas llegando a Cullera, pero antes pasaron por nuestros campos y muchas se quedaron. Si se limpiaran los caudales, el agua no habría llegado tan sucia y tendríamos menos problemas porque toda esa suciedad se queda en el árbol. Cada crecida es peor, no hay espacio para que corra el río y, al final, unos se acostumbra a que el agua le tape los naranjos; aunque creo que no hace falta ser muy listo para solucionar esto».

Otro pequeño productor, Blas (conocido como Pancho), también lamentaba los daños en su parcela de unas seis hanegadas, que ayer todavía se encontraba inaccesible: «Estamos hartos porque no es la primera vez que nos pasa. Si no se limpian los cauces, estas cosas ocurren. Ahora todos esos sedimentos en el campo los absorbe el árbol y enferma, así que se tiene que arrancar». Asimismo, señaló que, incluso sin contar con esa posibilidad, ya necesitará unos 2.000 euros para adecentar su campo. «Cada vez estamos más hundidos, yo tengo esto porque estoy jubilado y me entretiene, pero cada vez es menos rentable. Si me comprasen la parcela, la vendería», concluyó el agricultor.