Ser joven está infravalorado. Al menos, en lo que a condiciones económicas y laborales respecta. Y la comarca no es una excepción. Los que, a priori, son los mejores años de la vida, en lo que a condiciones y capacidades se refiere, se convierten en una época de inmensas

complicaciones. Contratos con condiciones indignas (que en algunos casos rozan la irregularidad), salarios ridículos y unas expectativas vitales que pasan por, en el mejor de los casos, intentar vivir a costa de los padres para ahorrar y buscarse un futuro mejor en el exterior. Los sindicatos reclaman más inspecciones de Trabajo para que el grupo de población entre los veinte y los treinta años cobre en base a su aportación y no a su edad.

El panorama laboral que se dibuja en la comarca es todavía más cruel para este sector de la población: «Si la comarca está marcada por la temporalidad y la parcialidad de sus contratos, en el caso de la gente joven se eleva a la enésima potencia», asegura el secretario general comarcal de UGT, Raül Rosselló, para añadir a continuación: «Muy poca gente menor de 25 años tiene un trabajo a tiempo completo y, mucho menos, un contrato fijo. La gente joven tiene muy difícil acceder a un contrato de tiempo completo».

Abuso de los becarios

La realidad de los más jóvenes a la hora de acceder al mercado laboral es que las empresas, en su inmensa mayoría, reclaman una experiencia que no tienen y que es imposible que adquieran a no ser que se les dé una oportunidad. Pero cuando ésta llega, tiene unas condiciones paupérrimas por el simple hecho de tener una corta edad. «A los jóvenes se les asigna, por defecto, en las categorías profesionales de cotización más inferiores y tienen prácticamente imposible acceder a las superiores. Eso no debería ser así, los sueldo tienen que estar ligados a las capacidades y a la cualificación», subraya Rosselló. «Ya empieza a ser exagerado el abuso que se realiza de estas categorías de cotización más inferiores, además de ser una práctica irregular y discriminatoria», añade a continuación.

Para una persona joven, se ha convertido en una situación normal el hecho de pasar por diferentes tipos de contrato inferiores (de becarios, de prácticas o de formación) sin que se tengan en cuenta sus habilidades y sin que, con el paso de los años, se regularice su situación: «No existe ningún control, una frontera de edad a partir de la cual se diga que debes acceder a una categoría superior. Los jóvenes tienen que escuchar, demasiadas veces, esa cantinela de: 'tú quédate y progresa', pero en su futuro sólo existe una promesa de unas condiciones iguales a las de sus compañeros que no siempre se cumplen», argumenta Rosselló.

Para Josep Antoni Carrascosa, secretario general de Comisiones Obreras en la comarca, uno de los principales problemas que existe para el sector poblacional de menor edad es la sobrecualificación: «Muchos jóvenes tienen una titulación superior que, aunque es capaz de abrirles muchas puertas, normalmente es fuera de la comarca. Tenemos un tejido industrial que es incapaz de absorber esa sobrecualificación. Tenemos un problema añadido y es que la Formación Profesional no da tantas salidas como creemos. Aunque en los últimos años esto ha cambiado, siempre han existido muchas titulaciones que no se adaptaban a la realidad de la comarca», sostiene.

El sueño de ser mileurista

«La otra cara de la moneda se da en los casos de fracaso escolar. Existe un grupo importante de jóvenes que no están cualificados que tienen muy difícil encontrar un puesto de trabajo en condiciones. Por eso muchos acaban retomando la educación en las escuelas de adultos», añade Carrascosa. Para el líder sindical, «el nuevo precario tiene cara joven». «Los sindicatos queremos que se llegue a la barrera de los mil euros al mes. No hace mucho, ser mileurista era algo casi despectivo; ahora parece un milagro», reflexiona el secretario general de Comisiones Obreras.

Carrascosa lamenta que no haya rotación en los puestos de trabajo y reclama una mayor vigilancia para las empresas que abusan del uso de becarios: «No se utilizan los contratos de relevo para sustituir a personas que ya tienen una cierta edad por otras más jóvenes. Eso sí, se deben mejorar sus condiciones. Para muchos, es imposible emanciparse porque no tienen acceso a una vivienda o un alquiler y deben vivir con sus padres. No se puede tolerar el abuso que se hace de los contratos precarios para los más jóvenes, es un colectivo que debería tener más garantías y laborales. No se debería permitir que las empresas tengan becarios que no lo son, ya que aportan el mismo trabajo que el resto de empleados. Hacen falta más inspecciones de Trabajo».