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Memoria histórica

Carcaixent ve difícil exhumar al criminal nazi protegido por el franquismo

La única vía legal para el ayuntamiento sería una expropiación de los derechos funerarios de Vjekoslav Luburic, algo descartado por ahora

La tumba del genocida croata Luburic, en un lugar privilegiado del cementerio de Carcaixent. vicent m. pastor

Para algunos, ocupa de manera ignominiosa un lugar privilegiado del cementerio. Otros seguramente ignoran su presencia. Un grupúsculo radical se congratula de su presencia. La tumba del criminal croata ligado al nazismo Vjekoslav Luburic todavía permanece a la entrada del camposanto de Carcaixent pese a los intentos frustrados del ayuntamiento por consumar su retirada. La exhumación de los restos del hombre al que se le atribuyen miles de muertes durante la Segunda Guerra Mundial se antoja complicada.

La voluntad política choca, en más de una ocasión, con la burocracia. El gobierno de Carcaixent intentó en la pasada legislatura ampararse de un marco legislativo que parecía favorable y buscó los resquicios legales que favoreciesen la retirada de la tumba del criminal croata. Una Ley de Memoria Histórica que pretende dignificar el recuerdo de aquellos que sufrieron la persecución del fascismo y un gobierno socialista que ya se mostraba proclive a la exhumación del dictador Francisco Franco -algo que se llevó a cabo recientemente- parecían alicientes más que de sobra para hacer lo propio con Luburic aunque, eso sí, con mucha más discreción.

No obstante, el ayuntamiento se dio de bruces con un inconveniente. La citada ley está centrada tanto en la Guerra Civil como en la dictadura y persigue los símbolos que las enaltecen. De modo que no da cobertura legal al caso de Luburic, pese a tratarse de una persona que tras visitar varios campos de exterminio nazi dirigió el de Jasenovac, lugar en el que se conjetura que murieron alrededor de medio millón de serbios, judíos y gitanos. De hecho, en su panteón únicamente figuran una cruz y un escudo con los colores de la bandera croata. Tras las reuniones del alcalde, Francesc Salom, y el por entonces concejal de Memoria Histórica, Carles Albert, con el secretario autonómico de Justicia, Ferran Puchades, quedaba claro que esa vía no iba a resultar muy viable.

Tampoco fructificaron las conversaciones con la embajada de Croacia. Pese a que se intentó que reclamasen los restos de Luburic, su reputación le precede y el país se negó a realizar trámite alguno para repatriarlos. Pese a que en los años en los que sirvió a la causa nazi fue incluso condecorado, sus actos atroces no suponen un aliciente para que ningún gobierno quiera recuperarlo.

Hasta 2026

Luburic huyó tras el final de la Segunda Guerra Mundial y, al igual que ocurriera en otros casos con criminales vinculados al nazismo, halló refugio en España. Murió el 20 de abril de 1969. Más bien fue asesinado. El gobierno de la Yugoslavia de Tito no le perdió la vista y décadas después de su huida envió a Ilija Stanic, un espía que tras ganarse la confianza de Luburic puso fin a su vida. El croata fue enterrado en el cementerio de Carcaixent. Años más tarde, su cuñado, Dinko Sakic -su sucesor al frente del campo de exterminio de Jasenovac-, adquirió un panteón. Fue exhumado y trasladado a su nueva tumba un 20 de febrero de 1976 por 2.000 pesetas.

Aquel traslado le otorga el derecho a permanecer allí cincuenta años. Quedan, por tanto, algo más de seis para que finalice su derecho. El gobierno carcagentino asume, con cierta resignación, que la tumba de Luburic se quedará en su sitio. Algo contrario a su voluntad. Existe una vía pero por el momento no parece interesado en activarla. Se trata de la expropiación de los derechos funerarios del genocida croata. No obstante, por el momento no se valora abrir la vía judicial.

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