«Gritos, insultos, actitudes muy violentas... el ambiente no se podía describir», explicó ayer el alcalde de Carcaixent, Francesc Salom, tras tener que suspender un pleno y abandonar el ayuntamiento con un amplio dispositivo de seguridad. Salom también criticó con dureza la actitud de Salvador Ferrer y el Partido Popular, aunque por extensión la de toda la oposición, a la que considera «responsable moral» de lo ocurrido: «Ellos llevan días fomentando este ambiente de crispación y luego en el pleno pedían silencio y después aseguraban que lamentaban lo ocurrido. Me parece de ser muy hipócritas».

Es el episodio más duro de Salom desde que accedió a la alcaldía. No se le imputa corrupción alguna, su sueldo se encuentra lejos de los más altos conocidos en la comarca (curiosamente, la mayoría de representantes del PP) y el pago de impuestos no es en Carcaixent mucho mayor que en otros municipios, algunos de ellos también gobernados por el PP. Pero algunos vecinos, aleccionados por la oposición e instrumentados por simpatizantes de Vox, han lanzado una campaña de acoso que excede la legítima e imprescindible labor de oposición. «Aquello era insoportable», defiende el alcalde.

Hace unos días, el ejecutivo local mostró su hartazgo ante la estrategia de la oposición para «trasladar el debate al barro». Y de aquellos polvos, estos lodos. «Ha pasado lo que nos temíamos, ya advertíamos que se iba a provocar una fractura social. Han encendido un fuego y se les ha ido de las manos», comentó.

En cambio, a juicio de la oposición, «Salom no fue capaz de aguantar la presión». PP, Units y Cs, de manera conjunta, lamentan que su moción no se llegara a votar en el pleno. «Para sustentar un pacto de gobierno no pueden incrementaro el gasto de los sueldos de manera injustificada, concretamente un 77 %. Sobre todo cuando la pasada legislatura Compromís, por hacer el mismo trabajo, cobraba la mitad que el actual equipo de gobierno. Aprueban impuestos para los vecinos, pero no aceptan apretarse el cinturón», concluyeron.