La izquierda, los clavarios... y las asociaciones locales. Tres colectivos que han salido mal parados de sus relaciones con el cura de Catadau, Luis Hernando Ramírez Calderón. El grupo de Scouts se vio obligado a abandonar el centro parroquial, cuyas instalaciones han utilizado como sede durante aproximadamente veinticuatro años, por las desavenencias cruzadas con el sacerdotesacerdote. Éste endureció tanto las condiciones con las que prestaba el edificio, que la asociación se marchó a otra localidad del Marquesat, concretamente a Llombai.

Fuentes cercanas al colectivo explican que el párroco «les ha presionado poco a poco hasta prácticamente obligarles a que se marcharan». Ramírez llegó a Catadau a finales de 2018 para hacerse cargo de la parroquia de San Pedro Apóstol. También pasó a tutelar un centro parroquial que, durante muchos años, ha dado cobijo a los scouts, pero también a otras entidades locales como la agrupación coral. Catadau es una localidad pequeña y siempre ha buscado sacar el máximo provecho de sus recursos existentes.

Al principio, las relaciones entre el colectivo de voluntarios y el nuevo párroco se podían enmarcar en la más absoluta normalidad. «Puso una serie de condiciones bastante razonables, a lo largo de los años han pasado varios curas y cada uno tenía sus normas. Luis Ramírez condicionó la cesión a cuestiones como la limpieza o el pago de una voluntad por los gastos de luz y agua y pidió que no se fumase. Cosas bastante comprensibles», admiten. No obstante, Ramírez exhibió pronto lo que algunas fuentes se atreven a calificar como una «actitud despótica» del cura de Catadau. «Básicamente decía que, como él era el cura de la iglesia, el centro también era suyo y hacía lo que consideraba más oportuno», precisan.

Ni cuando hace frío

Con el paso del tiempo, el cura de Catadau se mostró menos dispuesto a compartir el espacio con los jóvenes de la localidad. «Fue todo muy progresivo, empezó a quitar algunas mesas y sillas de las aulas y poco a poco restringía la posibilidad de usar las instalaciones. Siempre daba alguna excusa para no dejar que se usaran algunas clases, de hecho, prefirió tenerlas vacías y cerradas que con varios grupos de niños en un día que hacía mucho frío en la calle. No entendía que al haber niños de diferentes edades, no podían estar todos juntos en un único espacio. También puso trabas a las cuestiones horarias. Al tratarse de un grupo de voluntarios formado por gente joven que estudia o trabaja, cuando no las dos cosas, la disponibilidad horaria es bastante limitada y eso no lo quiso ver. Incluso, cuando se rompió la cerradura, aprovechó para cambiar las llaves y no repartirlas, por lo que cada vez se tenía que avisar a alguna persona del consejo parroquial para que abriera y cerrara el centro, cuando hasta la fecha el grupo había tenido su propia copia», aseguran.

De ese modo, se dieron cuenta de que pasaron de tener completa libertad para desarrollar sus actividades a estar constreñidos ante unas cada vez más duras exigencias del párroco de Catadau. El ayuntamiento intentó mediar en favor de los Scouts, pero sin éxito.Ofreció acometer las reformas necesarias con fondos municipales a cambio de que las asociaciones locales pudiesen ocupar esas instalaciones. «Los abogados de la curia no lo ven oportuno», era siempre su respuesta. Tras ello, el colectivo decidió abandonar la que había sido su sede durante más de 20 años.