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El enigma sobre los falsos aerolitos se mantiene dos décadas después

La ciencia descarta que fueran restos de cometas o hielo desprendido de un avión y ha acuñado un nombre para ellos: megacriometeoros - Provienen de la troposfera pero se desconoce cómo se forman

Un trabajador de la empresa de l'Alcúdia muestra uno de los trozos de hielo caídos del cielo.

Todavía hoy son muchas las preguntas que genera la extraña caída de fragmentos de hielo a inicios del año 2000 en varios puntos del territorio español, entre ellos l’Alcúdia y Algemesí. En una época marcada por los más catastróficos presagios ante el cambio de milenio, el episodio disparó todas las alarmas. Para más inri, el hielo se precipitó sobre la tierra sin rastros de nubes, con el cielo totalmente descubierto. Restos de un cometa, los extraterrestres, fugas de agua en los aviones... Muchas eran las hipótesis y teorías conspirativas que se lanzaban y aún más las incógnitas que generaba. La ciencia ha resuelto parte del misterio y hasta le ha dado un nombre a estos pedazos de hielo (megacriometeoros), pero el caso todavía es objeto de debate.

Los hechos son de sobra conocidos. El 8 de enero de 2000, un bloque de hielo de origen desconocido cayó en Soria. Dos días después, un vecino de Tocina (Sevilla) tomaba tranquilamente un café cuando otro fragmento cayó sobre el capó de su Fiat Uno. El día 12 se repitió el fenómeno en l’Alcúdia, concretamente en una nave industrial de la empresa Viferma. Sus trabajadores estaban acostumbrados a los ruidos, pero uno muy inusual provino de una uralita. Era un pedazo de hielo que se precipitó desde el cielo y tras atravesar cuatro planchas de este material se golpeó contra una viga en el interior de la fábrica. También se registraron episodios similares en Elx, la Unión (Murcia), Enguera, Xilxes, Cádiz, Huelva y Algemesí. La prensa y la televisión de la época se volcaron de lleno con el fenómeno y la ciudadanía se vio inmersa en una psicosis colectiva ante el temor de estar expuestos al impacto de más bloques de hielo. En apenas dos semanas se documentaron cincuenta casos, aunque muchos fueron bromas o fraudes.

Hipótesis descartadas

L’Alcúdia centralizó la recogida de los fragmentos de la zona y de ellos se encargó Jesús Martínez Frías, doctor en Ciencias Geológicas e integrante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Las primeras hipótesis apuntaban a tres posibles explicaciones: que fuera hielo desprendido de las alas de un avión, que eran escapes de agua de los inodoros químicos de los aviones y, finalmente, que se trataba de restos de un cometa en descomposición. Esta última abría la posibilidad de que incluso la NASA o la Agencia Espacial Europea investigasen el fenómeno. El alcalde de l’Alcúdia de aquella época, Francesc Signes, recibió órdenes de Frías y del director del Centro Meteorológico de València, Manuel González, para preservar los fragmentos de hielo. Primero, introducirlos en recipientes limpios para no contaminar las pruebas y, después, partir el bloque en dos partes, que se guardaron en congeladores diferentes, con hielo carbónico, para garantizar que al menos uno de los dos se preservara en caso de que se descongelasen.

Se acuñó rápidamente el término «aerolito», aunque las investigaciones científicas lo descartaron. Al igual que las hipótesis anteriormente mencionadas. Éste hace referencia material que llega desde el espacio y acaba en el planeta. No, ese no era el origen. Se habían documentado casos similares antes incluso del invento de la aviación y no se detectaron restos químicos u orgánicos que validasen esa hipótesis, por lo que aquellas ideas quedaban descartadas de igual modo que tampoco se apreciaban signos de que los bloques proviniesen de fuera del planeta. De hecho, de haber sido así, lo más probable es que se hubieran desintegrado al entrar en la atmósfera.

El estudio de los fragmentos por parte de Frías y otros científicos dio algunas respuestas al novedoso misterio. Tanto que acuñaron un nuevo término: megacriometeoros. La investigación situó la formación de estos fragmentos de hielo en la tropopausa, denominación que reciben los límites de la troposfera, la más cercana de las capas de la atmósfera. Aunque se desconocen los detalles de las dinámicas atmosféricas necesarias para que se produzcan o cómo se sostienen estas rocas heladas en la atmósfera pese a su peso, sí se sabe que su composición es idéntica a la del agua de la lluvia, por lo que se asemejan al granizo común. La única diferencia es que el granizo se produce dentro de las nubes y estos bloques de hielo cayeron en días despejados. Todavía hoy, los megacriometeoros son objeto de debate en la comunidad científica, dada su extraña formación. No obstante, son varios los que coinciden con Frías, autor de numerosas publicaciones y charlas, en que la aparición de estos bloques de hielo podrían ser un «geoinicador» de las transformaciones que provoca el cambio climático en el planeta.

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