El desbordamiento del Xúquer que hace escasamente un mes llegó a anegar la autovía A-7 a su paso por Alberic puede marcar un antes y un después en la gestión del embalse de Bellús. La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) no parece dispuesta a volverse a ver en el trance de tener que desembalsar agua para cumplir el plan de explotación -que limita a 29 hm3 el volumen máximo que puede acumular una presa que tiene capacidad para 69,19 hm3- y evitar que el nivel interior alcance el terraplén que soporta la línea del ferrocarril Xàtiva-Alcoi, aguas adentro del dique de contención, mientras los riesgos se disparan en la Ribera, aguas abajo. Más si cabe, en un escenario que augura que los episodios de lluvias torrenciales se van a suceder si cabe con más frecuencia que hasta ahora.

La alternativa planteada de construir un viaducto para desviar el actual trazado de la vía férrea demora al menos siete años una solución que permita a Bellús ejercer con mayores garantías la función de laminación de avenidas para la que fue construida y la CHJ trabaja de la mano de los ministerios implicados en la redacción de un protocolo para, en caso de necesidad, superar la cota máxima actual de 29 hm3 y garantizar la seguridad aguas abajo aunque para ello se llegue a inundar el terraplén o base de las vías.

Éstas son las principales conclusiones de la reunión que el alcalde de Alberic, Toño Carratalá, mantuvo ayer con el presidente de la Confederación, Manuel Alcalde, y el Comisario de Aguas, Miguel Polo, para reiterar la preocupación que genera el actual funcionamiento de Bellús y solicitar ayuda para la reparación de caminos y motas dañados tras la crecida que, el pasado 21 de enero, provocó el desbordamiento del Xúquer. «La CHJ va a priorizar que no haya riesgo y está buscando con el resto de instituciones implicadas la forma de que aguas abajo tengamos la máxima seguridad», resumió Carratalá tras la reunión, a la que también asistió el concejal de Agricultura de Alberic, Vicente Gómez.

El embalse de Bellús fue construido en el año 1995 para laminar las avenidas del río Albaida, un peligroso afluente del Xúquer como se ha demostrado en los últimos temporales que han provocado inundaciones en la Ribera, aunque 25 años después continúa sin poder funcionar a pleno rendimiento. De hecho, en el último episodio de fuertes lluvias se produjeron dos hechos históricos. Por un lado, el agua desbordada en la confluencia del Albaida con el Xúquer llegó a anegar la autovía y, justo al día siguiente, la presa de Bellús superaba la cota máxima que establece el plan de explotación al alcanzar los 30,07 hm3. La CHJ había realizado los días anteriores un desembalse controlado -el lunes 20 almacenaba 27,94 hm3 y 27,40 el martes que se produjo la inundación en la Ribera- y, según alegó en su momento, este trabajo de regulación había evitado que la punta de máximo caudal del Albaida coincidiera con la punta del Sellent, lo que hubiera agravado las inundaciones.

Carratalá comentó que, en base a lo que habían expuestos los representantes de la CHJ en la reunión, los técnicos consideran que si después de inundar el terraplén se realiza un desembalse progresivo no tiene por qué afectar a la estabilidad de este soporte sobre el que discurre el trazado del ferrocarril que, desde hace 25 años, ha condicionado el funcionamiento del embalse de Bellús.