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Antecedente

Las Fallas no se restringían en La Ribera desde las graves riadas de 1982 y 1987

Alzira recurrió tras la pantanada a un monumento de trastos viejos mientras Carcaixent erigía una única falla - La riada de San Carlos limitó cinco años después a una falla conjunta la «plantà» en Alzira

Falla única que se plantó en Alzira en marzo de 1988 tras las inundaciones del año anterior. alfonso rovira

La suspensión o aplazamiento de las Fallas no tiene precedentes en la historia reciente de las fiestas josefinas en la Ribera y los episodios que más se aproximan se remontan a las graves inundaciones que, en los años ochenta, causaron estragos en la comarca. Primero las provocadas por la rotura de la presa de Tous en octubre de 1982 y, más tarde, las registradas en noviembre de 1987. Los ánimos de unos pueblos en reconstrucción no dejaban demasiado margen para la fiesta, pero cada localidad reaccionó de una forma distinta. Mientras después de la segunda riada de San Carlos -la del año 1987 se produjo el mismo día que la famosa inundación de 1864- los presidentes de las fallas de Alzira acordaban por unanimidad no plantar monumentos el año siguiente y el ayuntamiento asignó un presupuesto a la Junta Local Fallera que sirvió para erigir dos monumentos en la plaza Mayor que representaran a todas las comisiones, a escasos cuatro kilómetros Carcaixent celebraba las fiestas con relativa normalidad.

«Es cierto que los monumentos se redujeron, pero realmente no se suspendieron las Fallas y hubo un desarrollo diríamos que normal», relata David Vidal, que ha recopilado la historia de las Fallas de Carcaixent en dos volúmenes, el segundo aún pendiente de publicación. La ciudad contaba en 1988 con ocho comisiones censadas que mantuvieron encendida la llama de la fiesta, mientras que en Alzira la JLF organizó un programa de fiestas conjunto que -al margen de la vida en los diferentes casales- incluía un baile en honor de las comisiones de la ciudad y un desplazamiento a Puzol organizado por la junta anfitriona en homenaje a las fallas de Alzira. Algunas comisiones perdieron el monumento en la inundación, otros que se salvaron del agua se conservaron para el año siguiente. La falla principal que los artistas Vicente Femenía y Bernardo Javier Iñigo erigieron en la plaza, a la entrada de la calle Calderón de la Barca -también se plantó un monumento infantil-, aludía precisamente a la inundaciòn sufrida meses atrás y reproducía algunos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad como los casalicios o la torre de Santa Catalina sobre un salvavidas.

Cinco años antes, las inundaciones que asolaron la comarca de la Ribera en octubre de 1982 también alteraron la celebración de las fiestas falleras del año siguiente. Las comisiones alcireñas no plantaron monumentos y se optó por recurrir a la tradición de «l'estoreta velleta» para erigir una falla con trastos viejos y mantener la tradición. Según relatan las crónicas de la época, el ayuntamiento y la Junta Local Fallera que presidía Eduardo Gallardo conformaron un programa de actos «de circunstancias» que permitiera de algún modo celebrar las fiestas josefinas apenas unos meses después del peor desastre que había sufrido hasta ese momento la ciudad: la pantanada de Tous. El programa incluyó bailes en la plaza Mayor los días 18 y 19 con la popular orquesta Serenade y también se anunciaba un pequeño castillo de fuegos artificiales previo a la «cremà». Albuixarres construyó una falla que simbolizaba un gran ataud.

En Carcaixent, otro de los municipios que con más crudeza había sufrido la inundación, se llegó a plantar un monumento que, según relata Vidal, erigieron los artistas Paco Baldoví, Pascual Calleja, los hermanos Navarro y los hermanos Cortell, Juan Armengol, Oliver... «Se plantó un monumento común para con lo que los artistas falleros del pueblo pudieron recoger, se celebraron alugnos actos como la cabalgata, aunque poco trabajada, y la ofrenda. Se intentaba recuperar la normalidad pero fue muy complicado», resume David Vidal.

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