Vuelvo a ver completa la paleta de colores del amanecer y las ganas de vivir empujan con fuerza. Quien iba a pensar hace unos meses que una terrible enfermedad, nos diese tanta esperanza de vida.

Estos últimos días son muy especial porque vuelvo a ver a los niños en las calles, sin una sonrisa clara todavía, pero con ojos muy abiertos para que sus retinas se empapen de nuevo de todo aquello que dejaron de ver hace casi dos meses. Sus caras tapadas con máscaras, algunos con guantes enfundados y todos los juegos infantiles cercados con cinta policial, cambian el aspecto de los parques y nos hacen pensar que esto no es "normal".

Y vamos entendiendo que no vamos a volver a la normalidad, por lo menos a la de antes. Estamos construyendo una NUEVA REALIDAD, diferente a lo "normal" de un pasado reciente, una realidad adaptada a las secuelas de una guerra encarnizada contra un enemigo agresivo y letal que ha amenazado a toda la humanidad.

Hemos aprendido a hibernar, sumergidos en un estado de letargo durante meses, con un mínimo metabolismo basal para sobrevivir y luego despertar de nuevo a la vida. Nuestro objetivo es ahora reconstruir todo aquello que dejamos parado durante el confinamiento de ésta paralizante epidemia mundial.

Dicen los filósofos que de una crisis siempre se extrae algo positivo: podría ser la palabra mágica mas pronunciada hoy en día, la de moda actual, la que inunda las pasarelas de los medios y llena las bocas de los analistas: REINVENTARSE. Volverse a inventar, comporta enfrentarse a un cambio importante en la vida, negativo o positivo, que suele ocurrir de forma inesperada. Reinventarse no significa cambiar quién se es, sino cambiar la forma de ser y de estar en el mundo.

Es una palabra fácil de conceptuar por la mente humana, un poco larga de pronunciar, pero que cuesta en ocasiones poner en práctica. "Hace falta grandes dosis de humildad y de coraje para empezar de nuevo, y esto va unido a un gran crecimiento interior" (Mario Alonso Puig, Médico Cirujano)

Pero reinventarse no es fácil hacerlo sólo, ni es fácil para todos, es necesaria la ayuda de los gobernantes y en su obligación prestarla. La respuesta tiene que ser global, las ayudas no pueden quedarse en papel mojado de sudores y esfuerzos políticos, no sólo en redacciones de Planes Marshall teóricos. Deben concretarse en algo más que palabras y escritos, traducirse en un apoyo económico real, para los más vulnerables y desfavorecidos, y para relanzar una mermada economía estatal, autonómica y local, que afecta a todos los sectores de producción y servicios.

Pero quiero ser optimista, porque vuelvo a ver a los niños jugar, alegrando calles y parques con sus sonrisas tapadas, que nos llevan a buscar la luz al final del túnel, esa luz verde esperanza que hace muchos días perdimos y debemos volver a recuperar. Ahora sólo nos falta poder ver a nuestros mayores en los parques, esos sabios llenos de experiencia y vivencias pasadas que podrían ayudarnos a afrontar esta nueva realidad que nos espera.

Y dejo para lo último, y no menos importante una reflexión personal y profesional: no podemos olvidar el esfuerzo y el desgaste de los profesionales sanitarios en esta crisis (que seguro pasará factura en sus vidas): sería inmoral dejar que se queden en simples números los que se infectaron y los que perdieron sus vidas por salvar otras. Ni podemos minimizar las fragilidades de los sistemas de salud que han aflorado en esta catástrofe sanitaria, y deberían asumirse por los políticos y gobernantes los errores en su gestión, para corregirlos a corto plazo porque la amenaza todavía está presente y vigilar con cautela las estrategias de salud que se vayan a tomar en un futuro próximo.