Es evidente que tenemos un gran reto por delante. Las consecuencias de la pandemia han sacudido con fuerza los cimientos de una normalidad que ya se estaba desmoronando por múltiples causas. Una de las más importantes, seguramente, era la falta de sostenibilidad de un sistema económico injusto, basado en malgastar recursos "como si no hubiera un mañana"€ pero el problema es que sí hay un mañana. Y esa actitud irresponsable, insostenible y, si me apuran, estúpida en términos de especie ha comprometido no sólo los recursos de las generaciones venideras, sino la propia estabilidad de las generaciones presentes. De hecho, las personas humanas actuales, mayoritariamente, se habían olvidado de que pertenecen a algo más grande. A un planeta llamado Tierra. Y que dependen de lo que le pase a la tierra. El dichoso virus no ha hecho más que demostrarlo. Y pondré un solo ejemplo: mientras nuestros agricultores, selvicultores o ganaderos desfallecían, pese a ser absolutamente esenciales, unos cuantos niños ricos vivían a cuerpo de Rey dando pataditas a un balón. ¿Les parece lógico? A mí no, pero allá cada cual.

Las personas que nos dedicamos a la defensa del medio natural sabemos que en la naturaleza existen diferentes formas de relación entre organismos. Existe el saprofitismo, en el cual un organismo se aprovecha de los desechos de otro para obtener nutrientes. Toda la miseria intelectual de los programas "del corazón", los "cotilleos" y todas esas materias tan poco edificantes entrarían en esta categoría (seres detritívoros que se alimentan de desechos). También existe el parasitismo, en el que un organismo se beneficia a expensas otro, pudiendo o no acabar con su vida. El "parásito", se aprovecha de "el huésped". Existe la competencia entre especies, dentro de la misma especie€ en la cual unos organismos compiten con otros por unos recursos limitados (el agua, la comida, la luz del sol€), y existe la depredación, en la que unos se comen a otros. Hagan una traslación al modelo económico, social y de relación con el ecosistema que nos sustenta que se ha ido conformando (con la contribución y la colaboración necesaria de much@s) desde la revolución industrial y verán que existen similitudes. Pero en la naturaleza existen otras formas de relación. Mi favorita es la simbiosis, que según los manuales de biología es "una asociación íntima de organismos para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital". La gente moderna lo llama "Win-win". Todos los organismos implicados en la simbiosis ganan algo por participar en ella. Y, sabiendo esto, tal vez cabría hacerse una pregunta: ¿Y si aprovechamos el mensaje que nos envía la pandemia para poner orden en algunas cosas? El COVID19 nos ha recordado, de una forma terrible, entre otras muchas cuestiones, tres cosas que son de vital importancia: que somos vulnerables, que no podemos vivir de espaldas a la naturaleza y que junt@s somos más fuertes.

Hay más cosas importantes, como que si no se invierte en investigación nos empobrecemos para buscar soluciones, como que la deslocalización nos ha hecho dependientes de la producción de terceros países (ahora a re-localizar deprisa y corriendo), o que hacer negocio con la vejez (malos empresarios que recortan en personal y se ven desbordados cuando vienen mal dadas), con la salud (malos empresarios que hacen negocio a costa de la salud, que para un resfriado venga usted, pero cuando esté enfermo de verdad, y cueste dinero, vaya a la pública o que nos paguen tanto y más€). ¿De verdad alguien cree que cualquier empresario invertiría en algo que no le reporte un beneficio? ¿Y nadie se ha preguntado a costa de qué se produce un beneficio en una residencia de personas mayores, o en la salud? Algunos, con mucha desfachatez lo despachan con un "es el mercado, amigo" (se le puede quitar la coma y se entiende mejor), pero, ¿de verdad usted quiere que mercadeen con su vejez, o su salud? Porque a mí la idea me horripila€ no sé a ustedes. Si bien la respuesta estas preguntas también es importante, y nos hace vulnerables como ha demostrado esta crisis sanitaria, por desgracia, tenemos otros problemas mayores, y más urgentes. Y es que necesitamos alternativas sostenibles para salir de la crisis. Socialmente equitativas, económicamente

viables y ambientalmente respetuosas. No nos queda otra. La salida de esta crisis será verde, o desgraciadamente no será. En mi caso, a mis 41 años, llevo 20 años trabajando en SOSTENIBILIDAD, así, con mayúsculas. Algunos lo llaman economía verde. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) la describe como la economía que tiene como resultado una mejora del bienestar humano, una equidad social, una reducción de los riesgos ambientales y sobre la presión sobre el ecosistema armonizando el desarrollo económico y un consumo eficiente de los recursos. Podríamos llamarla "economía simbiótica". Y en nuestro territorio tenemos grandes ingredientes si decidimos cocinar esta receta. Pero para ello, cuando se nos pase el coronavirus, hay que recordar que un futbolista es menos importante que un agricultor. Que una persona famosa debe serlo por el servicio que presta a la Comunidad, y no por con quien se acuesta. Que una mujer rural dedicada a la ganadería extensiva es un tesoro que hay que proteger, como si nos diera de comer. Porque lo hace. Y que el ecologismo urbano-céntrico de ciudad y redes sociales no es militancia ambiental. Hace más por la ecología, la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático cualquier empresa de producción ecológica del sector primario que muchas de esas personas, con sensibilidad, pero poca información. Y eso, es importante.

¿Queremos salir de la crisis por la "vía verde" y con una "economía simbiótica"? Si la respuesta es sí, es necesario apostar por invertir, empresarialmente hablando, en algunas líneas estratégicas: Sector primario certificado ecológico, energías renovables, gestión de residuos para convertirlos en subproductos y ecoturismo. Esas cuatro líneas son cuatro oportunidades como cuatro soles. Pero las cuatro están basadas en un consumo responsable. Y ese consumo depende de usted.

La gente que compramos, tenemos que asumir que en alimentación "más barato" no es mejor. Mejor es más cercano (consumo de proximidad, de nuestros productos) y más saludable. Pensar que ese euro de diferencia por kilo ayuda a que nuestro vecino agricultor, o nuestra vecina ganadera, puedan seguir produciendo lo que comemos, con calidad, proximidad, conservando nuestro fantástico paisaje agroforestal, previniendo incendios y mitigando el Cambio Climático, oiga, una oferta jugosa, un 5x1 por tan sólo un euro más... Y las personas que están en política deben poner solución al hecho de que casi el 80 % de las explotaciones valencianas cuentan con menos de 5 hectáreas. El tamaño medio para la Comunitat, contando a los grandes terratenientes, es de 5,5 hectáreas. Imaginen. Normal que la gente tire la toalla. Pero es que sin agricultura, ganadería, apicultura, selvicultura,€ no hay salida de la crisis Por darles un dato: entre el año 1989 y 2009 los valencianos y las valencianas perdimos (según datos de la Unió de Llauradors i Ramaders) 77.511 titulares de explotaciones agrarias y ganaderas. Eso implica el abandono de 788.204 en la Comunitat Valenciana. Por cierto, esas hectáreas abandonadas en poco tiempo, se incorporan a la superficie que puede ser potencialmente afectada por un incendio forestal. Aún no hay datos para 2019 del Censo Agrario, pero no dará para muchas alegrías. ¿Sabía usted que a pesar de todo ello, sólo en la comarca de La Ribera, en 2019, había 970 hectáreas certificadas en ecológico? Es posible que no lo supiera. De ahí la importancia de pensar antes de comprar. ¿Qué pasaría si estas personas que producen bienes esenciales recibieran un "Pago por Servicios Ambientales? Por ejemplo, una renta directa por prevención de incendios forestales. Si no se invierte antes, se paga después (cuando se quema).

Si la respuesta es sí, debemos apostar por empresas públicas de gestión profesionalizada, con gestores competentes, bien formados y bien pagados, de energías renovables. Imaginen, por ejemplo, que en los depauperados polígonos industriales, en las parcelas públicas que tienen muchos de ellos, implantaran "Polígonos de Producción de Energías Renovables" para cubrir las necesidades de las empresas de ese polígono, para alimentar el alumbrado público, el consumo de instalaciones municipales, para cubrir el necesario combate contra la pobreza energética€ ¿Imaginan la cantidad de puestos de trabajo que crearía la inversión en su construcción? ¿Imaginan a un Ayuntamiento suministrando energías limpias a la Pyme de carpintería, al pequeño autónomo de carpintería metálica, a la empresaria de transportes€ y cobrando un precio público por ello? El Sol nos la da gratis€ y según la Confederación Valenciana de la Pequeña y Mediana Empresa las Pymes empleamos al 80% de la población activa€ El Ayuntamiento crearía puestos de trabajo, y se beneficiaría de energía a precio de coste. Las empresas, pagando energía a un precio más justo, y competitivo, contribuirían a financiar los Servicios Públicos (así, con mayúsculas) como la sanidad, la educación, las residencias de mayores€ Yo lo veo. Y ojalá lo vea más gente. Bien planteado, habría un negocio verde. Simbiótico.

Si la respuesta es sí, debemos aprender de empresas valencianas como las del sector vinícola, para bien, o del mueble, para no tan bien. Si no fuera de la Ribera del Xúquer, no me importaría ser de la Vall d'Albaida, de Fontanars dels Alforins, o cualquier pueblo similar. Turismo de calidad, precios acorde a esa calidad, producción, trabajo agrícola, vinos de calidad, muchos de ellos ecológicos€ ¿De verdad no somos capaces de emular ese modelo de negocio en otros sectores? Yo creo que sí. Y la gente que consumimos debemos aprender a comprar de otra manera. Un negocio próspero como el del mueble se ha ido a pique porque mola más comprar mueble barato sueco (que no de Sueca, no se confundan). ¿Muebles más baratos o mejores muebles producidos con madera certificada, sostenible comprados poco a poco en vez todo de golpe? Mi mujer se dedica a la exportación de mueble valenciano. La industria del mueble, pese a que 2018 facturó más de 4.600 millones de euros, y a que genera 60.000 puestos de trabajo ligados a su actividad, según datos del AIDIME, depende del 60% de negocio que hace fuera de España, donde tiene más prestigio que aquí€ ¿en serio, Jorge?

Si la respuesta es sí, tal vez, deberíamos invertir en la industria de transformación de residuos en subproductos. Pienso en empresas como alguna granja de Requena, que de la caca de la vaca (literal) genera biogás (energía renovable) y fertilizante para las explotaciones agrícolas de alrededor. Pienso en iniciativas como la del Ayuntamiento de Serra, que pese a la "burrocracia" ha conseguido montar una planta de biomasa ejemplar aprovechando restos de poda agrícola, urbana, jardinería de urbanizaciones... y que además de calentarse de forma sostenible, con pellet "Made in Serra", resulta que crea puestos de trabajo. Economía circular en estado puro. Por desgracia, con datos de 2015 (no hay más actuales publicados) del Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial, y aunque el Uranio de Cofrentes se contabilizó como "producción autonómica de energía" (ayyy con las trampas al solitario€) la Comunitat Valenciana tiene un índice de autoabastecimiento energético del 26,8%. Es decir, vivimos de energía "de importación". Si le gusta la cerveza, ya sabe que implica eso. Y por contraponer el dato, ¿sabía usted que, según datos de la Generalitat Valenciana, generamos, cada año, 1.000.000 de toneladas de biomasa residual (80% agrícola

- 20% forestal) y que no la aprovechamos? Son sólo dos ejemplos. Hay muchos más.

Si la respuesta es sí, tal vez, deberíamos invertir en empresas de ecoturismo. Y aprovechar y consumir nuestros propios recursos ambientales, gastronómicos, culturales, etnológicos€ porque tenemos un paisaje maravilloso, pero mientras mole más la Riviera Maya, por muy insostenible que sea, que conocer nuestro territorio€ mal vamos. Y tampoco es rentable, ni sostenible, en términos empresariales, sociales o ambientales un modelo que no entiende que la línea del litoral no es estática, que paga sueldos más o menos precarios en función de las posibilidades y la ética de cada cual, y cuya rentabilidad va quedando en entredicho en la medida en la que la "turistificación", o el impacto ambiental se incluyen en el cálculo. En 2019 recibimos 9,56 millones de turistas. Tal vez es hora de asumir que no vamos a poder rescatar "a fondo perdido" el sector del turismo de "litoral" cada vez que venga un temporal. Porque como consecuencia del Cambio Climático van a venir más DANAs como la de septiembre de 2019. Más temporales "Gloria". Y es evidente que sin hacernos las preguntas correctas es imposible encontrar respuestas adecuadas a la situación que viene tras la pandemia. Tal vez es hora de asumir que igual es mejor menos gente, mejor. Gente que gaste más en un turismo de calidad, que no destroce nuestro territorio, que no sature nuestros espacios, y que haga compatible el negocio, con la calidad de vida.

Observe que no afirmo. Sólo me pregunto, si tal vez es posible convertir la amenaza en oportunidad. Siempre que se habla de estos temas sale quien dice: "¿pero tú sabes la inversión que hace falta para eso?". Sí, lo sé. ¿Saben cuánto dinero público, a base de deuda en gran parte, se va a movilizar a propósito de los planes de estímulo económico para paliar los efectos de la crisis sanitaria? Ahora va a haber dinero ¿y si lo invertimos bien? Lo otro, ya lo hemos probado. Y no funciona.

El futuro será sostenible, o no será, porque lo que no es sostenible se acaba cayendo. Es lo que tiene la insostenibilidad. Es tozuda. Como la realidad. Dijo Martin Luther King hijo que "€ el progreso humano no es ni automático, ni inevitable€". La forma de salir de esta crisis tampoco. En toda crisis, hay de forma intrínseca, una oportunidad. Dicen que la necesidad agudiza el ingenio. Tal vez, y sólo tal vez, sea un buen momento para agudizarlo.

En cualquier caso, si la respuesta a si queremos una economía simbiótica es no, simplemente, asumamos las consecuencias.