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"Atrapada" en Marrakech tras tener que cancelar su boda por el coronavirus

Una mujer de Antella pide ayuda para regresar tras no poder casarse con su novio marroquí en abril

"Atrapada" en Marrakech tras tener que cancelar su boda por el coronavirus

Laia viajó en enero a Marrakech con el objetivo principal de contraer matrimonio con su novio marroquí. Tras casi tres años de trámites burocráticos para completar el expediente administrativo -«ha sido horroroso, algo que tenía que ser bonito se ha convertido en un calvario, un camino lleno de piedras», relata esta mujer con raíces en Antella-, tenía subrayada en el calendario la fecha del 19 de abril, pero todavía quedaba un imprevisto más.

El mismo día que conseguía el permiso para casarse frente a los Adoules en el Tribunal Familiar de Marrakech, las autoridades de Marruecos decretaban medidas extraordinarias para frenar la expansión del coronavirus como el cierre de servicios y fronteras. Laia recuerda con amargura aquel 16 de marzo. Todas las ilusiones puestas en la boda durante años se esfumaban de golpe. Sin trabajo tras cerrar un pequeño hotel en el que estaba empleada, ya sin ahorros, todavía confinada y sin haber podido celebrar el casamiento, lanza un SOS «ante la falta de respuestas y soluciones» del consulado y el Gobierno español: «Estoy atrapada en Marrakech, no puedo salir y necesito volver a España».

«Mi idea era haberme casado y regresar a España para acabar mi casa en Castellón. Después de que se cancelara la boda he querido volver, pero no he tenido opción. Aunque aquí tengo a mi pareja y mis padres me envían dinero, me lo he gastado todo sobreviviendo; también estoy subsistiendo gracias a la ayuda de vecinos y familiares de mi futuro marido, pero necesito volver, tengo un préstamo que pagar, acabar el papeleo.... Aquí estoy limitada, es como si tuviera unas esposas en las manos porque no puedo hacer ni deshacer nada», relató ayer Laia García Rodríguez a Levante-EMV, mientras expresaba su disgusto ya que, con los meses transcurridos, todos los documentos recabados para poder celebrar la boda han caducado. En especial, advierte, la denominada capacidad matrimonial, un certificado logrado tras pasar «procedimientos policiales y judiciales» que, según su testimonio, no se puede volver a pedir. «Entiendo que estudien el caso porque hay bodas de conveniencia, pero hasta cierto punto. Me molesta que alguien ajeno tenga que decidir por algo tan íntimo», señaló, mientras indicaba que su relación sentimental se prolonga ya casi diez años.

La joven descendiente de una familia de Antella estima que ha perdido entre 10.000 y 12.000 euros con la suspensión de la boda y las múltiples gestiones y desplazamientos que había tenido que realizar para completar el expediente. «Llevo ya cinco meses aquí y mi visado caducó el 28 de abril. Al cancelarse la boda se tuvo que cancelar todo. Cuarenta vuelos de familiares con su correspondiente alojamiento en una villa en la que había pagado un adelanto, el transporte, el banquete, los músicos, los regalos, la mujer de la henna, en fin, todos los preparativos de una boda tradicional marroquí», indicó.

Si lograr las autorizaciones para celebrar la boda ya supuso toda una carrera de obstáculos, su regreso a España tampoco está siendo fácil. Asegura que intentó cruzar por Ceuta el pasado 22 de mayo. «No me lo permitieron y el viaje de Marrakech hasta Tánger y de allí a Ceuda fue en vano, arriesgando mi salud y mi vida en el trayecto de ida y vuelta». Los posteriores intentos por registrarse en vuelos y barcos que conectaban con la península, señala, tampoco le han permitido alcanzar con ese objetivo. «Ya no sé si tengo derecho a volver a mi casa ni qué hacer para que me hagan caso», señala Laia García, que no entiende cómo un papel le puede condicionar tanto la vida.

«Mi pareja podría venir conmigo a España si alguien le ofreciera un contrato de trabajo, pero me dijeron que lo más fácil era que nos casáramos, pero hasta que no nos casemos, se formalice el registro, nos den el libro de familia y le concedan el visado no sé si pueden pasar seis meses más o dos años. Tengo 38 años, quiero ser madre pero aquí no puedo quedarme embarazada sin haber contraído matrimonio y por la lentitud e ineficacia de la burocracia llevo retrasando mi embarazo casi tres años», comenta Laia García, mientras se muestra convencida de que «si mi pareja fuera de otra nacionalidad o tuviera otros medios no hubiera tenido ni la mitad de problemas».

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