Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Contagios sin fronteras

Un latigazo de muerte y sufrimiento ha recorrido la Ribera durante siglos sin hacer distinciones

Imagen de la Plaça de l'Ajuntament de Sueca a principios del siglo XX con la estadua de Bernat i Baldoví.

La primera noticia que conocemos de una peste documentada en el País del Xúquer corresponde al año 1348. Se conoció como «Fuego de San Antonio». Después de sembrar el espanto y la desolación por toda Europa hizo acto de aparición en España y Alzira, según estudió Vicente Pelufo Corts, archivero de Alzira entre 1928 y 1936. Fueron muchas las víctimas de aquel horror durante meses.

Casi cincuenta años después, en 1396, la peste, «con terrible carácter», volvió a presentarse en nuestras tierras y causó numerosas víctimas, de tal suerte que por falta de sacerdotes para poder atender a tantas víctimas, el Papa hubo de conceder indulgencia a los que fallecieron por la enfermedad. Alzira, una de las principales poblaciones del reino, fue una de las localidades que con mayor rigor sufrió los estragos de tan terrible azote.

Escasez de alimentos

Ya en el siglo XV conocemos casos de epidemias y pestes en, al menos, siete ocasiones. La de 1421 estuvo acompañada del hambre por la escasez de comestibles. La de 1429 tuvo, al parecer, carácter benigno; la de 1438 causó numerosas víctimas; la de 1450 que se extendió por todo el reino de Valencia, apenas tuvo incidencia en la villa gracias a las prudentes medidas que adoptaron las autoridades de la época. Los jurats y el consell proporcionaron grandes socorros a los necesitados, particularmente a los más pobres. En 1459 invadió Alzira la llamada epidemia de Landre o ántrax que duró cerca de dos años y causó numerosas víctimas. Apenas tres lustros después, en 1474, seguramente como consecuencia de la inundación que la villa padeció el año anterior, que destruyó 900 casas, volvió a aparecer la peste que permaneció hasta 1476. Un año después nuevamente se presentó el Landre que permaneció por espacio de dos años.

Debió ser a finales del siglo XV y, sin lugar a dudas, como consecuencia de aclamarse la población al santo protector contra las epidemias, cuando Alzira levantó en la calle Mayor una ermita en honor del San Roque.

Por suerte, durante el siglo XVI únicamente se registró en Alzira una epidemia. Fue en el año 1523. Pese a llamarse de las «Muertes Grandes», en la villa esa peste apenas tuvo incidencia. En 1530 la padeció la ciudad de Valencia y fueron muchos los habitantes de la capital que huyendo de ella se acercaron hasta la Ribera. Un matrimonio de la nobleza, el conformado por Luís Vich y su esposa Mencia Manrique de Lara, se hospedó por un buen espacio de tiempo en el monasterio jerónimo de la Murta y allí nació su hijo Juan Vich, que con el tiempo sería obispo de Mallorca y arzobispo de Tarragona. El valle de la Murta se tuvo siempre como antídoto contra la peste y todo mal contagioso. De hecho el religioso carcaixentí Juan Bautista Morera, prior del cenobio, dedica en su conocida historia del monasterio y de su titular un capítulo entero, el sexto, a dar cuenta de las bondades en ese sentido del popular paraje.

Ya en el siglo XVII, concretamente en 1647, nuevamente se presentó el Landres, epidemia que producía la inflamación de un nódulo linfático que se caracterizaba por la aparición de unos bubones en los sobacos, en las ingles o en el cuello o en las tres partes a la vez. Causó graves estragos en todo el reino, si bien Alzira fue una de las poblaciones menos afectadas, ya que las autoridades municipales adoptaron medidas muy acertadas. Alzira acudió a socorrer en esa peste bubónica a Valencia y cuenta la crónica que remitió al Cap i Casal 278 gallinas, 20 arrobas de aceite y 54 docenas de huevos.

Entrado el siglo XVIII la peste invadió la población en 1720 y no desapareció hasta 1722.

Mortífera guadaña del cólera

Ya en el siglo XIX contamos con epidemias en 1805 (se celebraron actos en honor de los mártires Bernardo, María y Gracia y de Nuestra Señora del Lluch, que fue bajada a la villa) en1834, 1854, 1865, 1868, 1870, 1885 y en 1890. La de 1834 apareció en julio tras haber padecido en enero la villa una inundación. El cólera morbo, armado de su mortífera guadaña, estuvo presente por espacio de cuatro meses. En acción de gracias por haber sufrido la población las mínimas consecuencias fueron llevadas, pasados los estragos, al templo de Santa Catalina las imágenes de los patronos: San Bernardo mártir y Nuestra Señora del Lluch, a quienes se dedicaron solemnes funciones religiosas.

El 2 de octubre de 1854 el médico alzireño Antonio Serra denunciaba al consistorio la presencia de algunos casos de cólera morbo, lo que llevó a la toma de medidas conducentes a evitar su propagación. A pesar de las precauciones, no pudo impedirse y el contagio causó algunas víctimas. Por suerte, a primeros de noviembre, desapareció. Muchas de las familias que habían abandonado la villa desearon volver pero las autoridades ordenaron terminantemente que no lo hicieran al menos hasta transcurridos 20 días de la celebración de un acto religioso en acción de gracias. En agosto de 1865, apareció en Alzira el cólera morbo asiático y por muchas precauciones que se tomaron no lo pudieron atajar, según refiere Pelufo, «por encontrarse el terreno muy abonado para su desarrollo». Causó muchas víctimas. Tres años después, a primeros de septiembre de 1868, se presentaron nuevos casos de cólera morbo que provocaron varias muertes.

Acción de gracias

En el verano de 1890 volvieron a presentarse en Alzira algunos casos de cólera que, por suerte, no arraigaron. Por ello las autoridades municipales decidieron bajar la imagen de Nuestra Señora del Lluch desde su ermitorio hasta la ciudad. Tras permanecer varios días en el templo de Santa Catalina y llevarse a cabo un acto de acción de gracias en su honor, fue conducida nuevamente hasta su capilla de la Muntanyeta, como recoge la crónica publicada por El Mercantil Valenciano el 26 de noviembre de ese año.

Enrique Badenes Gallach en su Topografía Médica de1917 señalaba que «todos los años aparecen casos aislados de cólera-noatra» y, por lo que hace a la lepra, indicaba que la ciudad era, dentro de la provincia de Valencia, la que mayor número albergaba, ya que registraba entre nueve y diez casos anualmente, cifra, recalcaba, que suponía que estaba muy por debajo de la realidad porque «es una de las enfermedades que más se tratan de ocultar por los enfermos, por las familias y hasta por las mismas poblaciones».

Compartir el artículo

stats