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Las epidemias que dejaron rastro

La peste, en sus más variadas vertientes, ha diezmado la población de muchos municipios de la Ribera durante siglos La mortandad se cebaba con las clases más desfavorecidas aunque en Castelló murieron casi la mitad de las autoridades locales en 1647 La desesperación acrecentaba la fe

Las epidemias que dejaron rastro

Todos los municipios de la Ribera del Xúquer han padecido a lo largo de la historia las consecuencias de epidemias, contagios y pestes. El coronavirus que hoy azota tanto la salud como las conciencias no es un fenómeno nuevo. Los primeros indicios documentados sobre las terribles consecuencias de una epidemia se registraron en Alzira en 1348. Y no ha cesado desde entonces.

Un cementerio construido a toda prisa para alojar a los muertos

Tomando los datos que nos proporciona Martí Soro cabe destacar la epidemia sufrida en 1600, la terribe de 1647 en que murieron casi la mitad de las autoridades municipales y la de 1676 en que se mandó cerrar «tots els portals y portelles». De la de 1834 se puede señalar que se manifestó por primera vez el 22 de julio, día en que se suspendieron las clases en las escuelas entre julio y agosto. También afectó a personas pudientes por socorrer a los pobres. El cementerio, que se había proyectado años antes, se construyó aprisa «con vistas a la enfermedad del cólera morbo». Entre el 22 de agosto y el 30 de septiembre fallecieron en la villa 120 personas. El 3 de octubre se cerró el hospital de coléricos pero con posterioridad aún fallecieron 5 personas.

Veinte años después, el 20 de agosto de 1854, Castelló volvió a padecer otro brote de cólera que causó varios muertos. El 24 de agosto de 1864 se volvió a repetir el amago de la epidemia hasta el punto de que el consistorio tuvo que habilitar 10 camas en la ermita de Santa Bárbara. La población padeció una nueva epidemia de cólera morbo asiático en marzo de 1885. En la localidad fallecieron 118 personas, 208 en Alzira, en Alberic 100, en Sumacàrcer 44, 23 en Manuel, 6 en la Pobla Llarga y 2 en Senyera. Por suerte la epidemia de gripe de 1890 que también padeció la villa no revistió los caracteres de gravedad de las anteriores.

Una ermita erigida para la

protección ante la peste

La ermita dedicada a San Roque se erigó a mediados del siglo XVII en cumplimiento de un voto que hizo la población al santo en 1648 para que le protegiera de la peste.

Gripe endémica en el municipio y zarpazos del cólera

La Topografia Médica anónima de 1920 da cuenta de las enfermedades infecciosas más comunes en la localidad, señalándose, entre otras, la tuberculosis, las fiebres tifoideas, el paludismo, la viruela, la paratoditis epidémica (en 1916 hubo una epidemia de esta enfermedad llamada vulgarmente paperas), el coqueluche, la difteria y la gripe, endémica en la localidad y que proporcionaba durante el invierno un gran contingente a la morbilidad y el 4,25% de la mortalidad total. La villa padeció las consecuencias de la epidemia colérica de 1834 y 1854 y, especialmente, las de 1865 y 1885 que causaron un sinfín de víctimas y el terror en toda la zona.

Un santo protector elegido por sorteo

Entre 1784 y 1785 padeció la viruela que provocó un buen número de fiebres malignas y un elevado número de muertos, sobre todo entre la población infantil. En ese contexto, teniendo presentes las convicciones religiosas, tan arraigadas entonces en la sociedad, la localidad eligió el 25 de enero de 1785 a un santo para que le protegiera «de la grande calamidad de calenturas malignas que estava y está padeciendo meses haze esta población» y proclamó por patrón a San Felipe Benicio al salir su nombre en el sorteo que se hizo de entre los nombres del santoral que figuraban en el calendario.

Manifestación ciudadana para solicitar un médico

Joaquim Llácer cita como importantes las epidemias de 1720, 1751, 1765 y 1783, si bien destaca la del cólera que se mantuvo entre la década de 1840 a 1850, y que dio un balance del 28 por mil, y la de la década de 1850 a 1860 en que murieron en Sellent el 40 por mil de los habitantes del pueblo. Los vecinos se manifestaron el 18 de noviembre de 1855 ante de la casa del alcalde solicitándole que gestionara en Valencia el nombramiento de un médico para la localidad. Las gestiones dieron sus frutos: la Diputación nombró al facultativo Antonio Miralles, que tomó posesión de su cargo inmediatamente. La epidemia de cólera de 1885 provocó en Sellent la muerte de 25 personas y la de los años 1918-1919 el fallecimiento de 20 vecinos.

La epidemia de 1885 recortó un 10% el número de habitantes

Basándonos en las noticias que nos proporciona el cronista Juan Moleres, la localidad sufrió la epidemia de 1834, especialmente los padres mercedarios del convento. La epidemia de 1865 se cebó en 132 personas de los 1.335 habitantes con los que contaba la localidad, de ellos fallecieron 48, 33 hombres y 15 mujeres. La epidemia de 1885 fue la de mayores consecuencias dado que en un censo que no alcanzaría las 1.500 almas se registraron 151 muertos, de los cuales, al menos 102, lo fueron por el cólera.

Una ermita para el santo al que se aclamaba la población

Polinyà de Xúquer construyó en el siglo XVI una ermita que dedicó a San Sebastián, otro de los santos a quien la población se aclamaba en pestes y contagios. Se levantaría, según narra Andrés de Sales Ferri, como agradecimiento a su intercesión en el cese de una epidemia de peste o cólera, tan abundante en aquellos tiempos. De hecho en los Gojos que se cantan en la localidad en honor de su patrón se canta: «Abogado y defensor/ en Poliñá os aclamamos/ y del contagio esperamos/ vernos libres por tu amor/ sednos siempre protector/ contra toda pestilencia/ en la peste y su dolencia/ sed nuestro libertador».

Jesús del Consuelo frente a la

invasión del cólera

Ante la incidencia que produjo en 1854 la invasión del cólera, la población se aclamó al Diví Xiquet Jesús del Consol que se veneraba en la parroquia de San Bartolomé Apóstol. Las crónicas aseguran que dispensó la protección que se esperaba.

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