Parafraseando a la célebre obra teatral de Fernando Fernán Gómez, podría decirse aquello de que las mociones de censura son para el verano. Por segundo periodo estival consecutivo, la Ribera vivirá un cambio de gobierno promovido por este mecanismo democrático. De nuevo, servirá para restarle poder al Partido Popular, que contará desde la próxima semana con dos alcaldías menos que las que poseía cuando comenzó la legislatura. La formación conservadora se devalúa todavía más.

Aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor le va como anillo al dedo. El último lustro apenas le ha deparado grandes alegrías. Salpicado por la corrupción, sufrió un batacazo electoral mayúsculo en el año 2015. Antes de aquellas elecciones, el PP gobernaba al 70 % de los vecinos de la comarca. Ostentaba 24 alcaldías, entre ellas algunas de las más importantes: Alzira, Algemesí, Cullera y Carcaixent. De entre las grandes ciudades, solo Sueca no tenía un alcalde popular. El paso por las urnas redujo el número de ayuntamientos gobernados por el PP a cinco, una cifra demasiado baja para las aspiraciones del principal partido conservador.

En esta legislatura se ha atisbado una cierta recuperación. El partido de la gaviota fue el más votado en doce localidades (a las que se sumaría la Entidad Local Menor de El Perelló). No obstante, eso no se tradujo en otras tantas alcaldías ya que allá donde no lograron la mayoría absoluta se encontraron, por lo general, con un pacto en su contra. No ha tenido grandes oportunidades de lograr acuerdos. PSPV y Compromís se hicieron con la de Carlet. En Catadau, los nacionalistas se aliaron con una agrupación independiente liderada por el exalcalde Manolo Bono. En dos feudos se hizo con la alcaldía pese a estar en minoría: Guadassuar (cinco de trece concejales) y Montroi (cuatro de once ediles).Corto mandato en Guadassuar

La falta de acuerdos entre fuerzas progresistas que sumaban concejales suficientes como para garantizar una mayoría estable fue lo que decantó a favor del PP sendas sesiones de investidura. Guadassuar fue la primera en cambiar de signo, dando lugar a uno de los mandatos más cortos jamás vistos en la comarca. Vicent Estruch se despidió del hemiciclo como alcalde el 23 de julio, 38 días después de hacerse con la vara de mando. Ni siquiera tuvo tiempo para sentarse en la silla y ponerse a gobernar. Desde luego, era un ejecutivo llamado a pasar penurias ya que se habría encontrado con una oposición que, por número de votos, habría condicionado la política desde fuera de la palestra.

La misma situación se ha vivido hasta ahora en Montroi. Vanessa Baixauli entró a gobernar el pasado año solo con los suyos. No logró convencer a ninguna de las dos formaciones independientes que le dieron su apoyo para lograr la alcaldía en 2016. La debilidad de un ejecutivo con solo cuatro de once concejales posibles se ha acentuado con el paso del tiempo. Aunque en esta ocasión, las fuerzas en la oposición han tardado más en alcanzar un acuerdo, pese a que las cuentas ya les salían en la misma noche de las elecciones.