Quien contamina debe pagar y también a la inversa, quien recicle debe ahorrarse dinero. Parece una máxima irrefutable pero aún no se ha puesto en práctica como se debería porque a la ciudadanía no le ha llegado el mensaje. "Si ya pago 100 euros por la basura, que reciclen ellos", he escuchado en diferentes ocasiones. Y no. En la comarca de la Ribera hemos observado como aumenta el precio de la gestión de los desechos por la mala gestión de los partidos del Botànic.

Es necesario recordar que, el último año de gestión del Partido Popular, en el año 2015, al Consorcio de Residuos de La Ribera i La Valldigna, la carga y el transporte de rechazos de la planta de Guadassuar, le costaba casi 1,3 millones de euros. En el 2016, ya con los partidos del Botànic gestionando, si se puede decir gestionar, el Consorcio se gastó cerca de 2,3 millones por el mismo concepto. En este último año, en 2019 nos se han gastado ya cerca de 3 millones de euros. Esto que son solo datos, es dinero que nuestros vecinos podrían estar ahorrándose, porque su mala gestión la pagamos entre todos.

Pero también hemos observado cómo existen considerables diferencias entre las localidades. ¿La razón? En unas hay mayor cultura del reciclaje que en otras. Es sencillo. La planta de residuos de Guadassuar recibe un camión, pongamos por caso, de Alzira. Lo pesa y lo costea. Le cobra al ciudadano por tratar esa basura en función de ese peso. Allí lo separan y se recicla. Si el ciudadano hubiese reciclado antes a través de los contenedores amarillo, verde y azul (incluso el marrón, que ya esperamos en las poblaciones pequeñas) el camión (y todos los que se reciben día a día) hubiese pesado menos y el recibo que se pasa a cada municipio y por tanto a cada familia y vecino se hubiera reducido. Y lo que pasa en la comarca ribereña es extrapolable a cualquier municipio de la Comunidad Valenciana.

La protección del planeta debe responder a un compromiso ciudadano con el medio ambiente y el futuro de la humanidad pero estos cambios culturales a menudo necesitan del empujón que supone que exista un ahorro económico. El dinero siempre acelera las convicciones, desgraciadamente. El ecologismo es un movimiento con décadas de existencia ya pero sólo cuando ha sido observado por algunos como un mecanismo para ahorrarse un euro ha conseguido cierta popularidad. El ecologismo debe convertirse en el motor de funcionamiento de los ayuntamientos. Mucho está en juego. Algunos sólo necesitamos de la proyección futura para movilizarnos pero los que necesitan de incentivos económicos, que sepan que también existen. A parte de lo mencionado en la planta de Guadassuar, el transporte del rechazo generado a una planta externa al carecer de un enclave propio tiene un coste anual de casi 3 millones de euros. La Ribera y las comarcas colindantes necesitan ya de un depósito propio. Un enclave que, inspeccionado hasta la saciedad por los técnicos de la Generalitat Valenciana, sea garantista con la naturaleza. Pero ya. Demasiados años llevamos ya de retraso. En el grupo popular de la Diputación de Valencia lo tenemos claro y trabajamos día a día para conseguir una solución que tenga en cuenta a los vecinos pero sobre todo que proteja al planeta.

Por tanto, reciclaje para ahorrar y diligencia política y administrativa para no contaminar (y también ahorrar). No esperemos. No transmitamos a nuestros jóvenes la sensación de que deberán ser ellos los que arreglen lo que nuestros padres y nosotros destrozamos por nuestra mirada cortoplacista. En la Ribera tenemos varios ejemplos de cómo nos afecta no situar el medio ambiente en el centro de nuestra política. Pero no es sólo en la Ribera. Es un problema que nace en cualquiera de nuestros municipios y se expande a cualquiera de las grandes urbes. Me afecta a mí y te afecta a ti. Múltiples son las consecuencias del cambio climático como el aumento de la aparición de fenómenos meteorológicos más violentos, sequías, incendios, como hemos observado en los últimos años también en el territorio valenciano. Pero no acaba ahí y la muerte de especies animales y vegetales, los desbordamientos de ríos y lagos, la aparición de refugiados climáticos o la destrucción de los medios de subsistencia y de los recursos económicos no auguran nada bueno. Es necesaria acción ya y pasa por todos y por todas.