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Alzira desafía a la historia con 18 riadas catastróficas en seis siglos

Los expertos constatan que la ciudad crece siempre sin valorar la amenaza del Xúquer

Alzira desafía a la historia con 18 riadas catastróficas en seis siglos

La Ribera es un territorio moldeado por los sedimentos del Xúquer, un río capaz de suministrar una fertilidad agraria que ha garantizado la manutención e impulsado la economía. Pero que también ha destruido vidas y haciendas. Las inundaciones de Alzira son casi siempre de mayor calado a causa del escaso drenaje y los reflujos provocados por el estrangulamento aluvial provocado del río Magro y el barranco de la Murta. Casi una veintena de los desbordamientos sufridos por la ciudad han sido catastróficos.

Geógrafos e historiadores han encontrado referencias históricas de 301 inundaciones provocadas por los ríos Túria y Xúquer a lo largo de casi 700 años. El listado de las avenidas provocadas por el río que rodeaba Alzira es inacabable. Desde 1300 hasta el 1923 se han contabilizado más de ochenta años en que se han registrado una o más inundaciones notables. Dieciocho de ellas fueran suficientemente caudalosas como para inundar el centro de Alzira y Carcaixent y causar daños considerables, según constata la «Història d'Alzira» elaborada por sesenta especialistas coordinados por la Universitat de València y recién editada por el Ayuntamiuento de Alzira.

Entre los años 1300 y 1600 se registraron riadas altamente destructivas: la ocurrida en octubre de 1328, la del 22 de octubre de 1406 que destruyó la zona extramuros de Alzira, la del 30 de noviembre de 1473 que asoló novecientas casas a Alzira, la de 1517 que dañó seriamente varias poblaciones de la Ribera, la del 17 de noviembre de 1571 que derruyó la ermita situada junto al puente de Sant Gregori de Alzira, la crecida de 1632 que causó daños comparables a los de 1571 y la crecida de 1672 que desbodó el río hasta once veces en tres meses. Joan F. Mateu ha documentado todos estos episodios. Otras riadas posteriores ocasionaron también daños en Alzira, como la del 4 y 5 de octubre de 1779, el 14 de noviembre de 1805 y el 21 de octubre de 1843. Tal vez la catástrofe más grande en cuanto a pérdidas de vidas humanas ocurrió el día 4 de noviembre de 1864.

Las excavaciones arqueológicas realizadas en Alzira han abierto una vía complementaria para redondear los registros y mejorar la comprensión del régimen hidrológico del río. A partir del siglo XI, se aprecia un cambio de régimen de las crecidas, puesto que los picos aumentaron y también su carácter destructivo en la ciudad. La documentación geoarqueológica sugiere que las inundaciones desde finales del siglo XI hasta el siglo XVII no fueron menos destructivas que la de 1864. Hubo cinco riadas altamente dañinas en 1328, 1406, 1473, 1517 y 1571,1632 y 1672. Posteriormente las más relevantes serían las de 1779, 1805, 1843 y 1864.

Un informe elaborado por el Centro de Estudios y Experimentación de Obras (CEDEX) precisa la magnitud de los desbordamientos del Xúquer. Las riadas de 1406, 1473 arrasaron centenares de casas en Alzira, las de 1517, 1779 y 1791 alcanzaron los 2,80 metros de altura en el Camino Real, en la de 1805 se midieron 2,94 m de altura de agua en Alzira. Y la de 1864, conocida popularmente como riada de San Carlos, marcó 3,45 metros de agua en el convento de las Dominicas de Carcaixent. En cuanto a la estacionalidad, se registran crecidas en cualquier época del año, aunque el otoño es la estación más propicia. Sin embargo, antes de la regulación de caudales ejercida por los embalses, los desbordamientos en invierno y primavera eran tan frecuentes como los del otoño, aunque generalmente moderados y de mayor duración, conforme destaca el doctor en geografía José Miguel Ruiz.

La superficie afectada por las inundaciones es muy extensa, de nada menos que 300 km², la mayor parte de uso agrario, aunque también incluye núcleos muy poblados, como Alzira o Carcaixent, que continúan su expansión urbanística y tienden a invadir el espacio inundable sin atender a los riesgos que esa temeridad implica. Las consecuencias más catastróficas de la acción humana se evidenciaron en las inundaciones de 1982 y 1987. La primera, conocida como la Pantanada de Tous por la avalancha provocada por la rotura de la presa, se materializó entre los días 20 y 22 de octubre y repitió un escenario climatológico que se ha vuelto muy común en el territorio: una gota fría barrió de bajo a arriba la costa mediterránea. Varias estimaciones ofrecen cifras de precipitaciones extraordinarias que vasculan entre los 1.685 litros que contabilizó la Comisaría de Aigües del Xúquer y los 1.785,8 Hm³ que apuntó el estudio de Pérez, Cueva y Armengot.

En la tarde del día 20 de octubre, horas antes de la rotura de la presa, buena parte de la Ribera Alta ya era un gran lago, si bien las cotas de inundación nada tenían que ver con lo que vendría después. La ola de crecida del desmoronamiento del pantano no incrementó en exceso la superficie inundada, pero sí los calados. La altura de agua en Alberic y el convento de Dominicas en Carcaixent fue de 5 y 3,1 metros respectivamente. En las calles más bajas de Alzira llegó hasta los 5 metros en los barrios de Venècia, l'Alquenència o Les Basses.

El hombre como obstáculo

Las profesoras Neus La Roca y Pilar Carmona coinciden en señalar que los obstáculos generados por la acción del hombre a través de un urbanismo poco acorde al volumen de la amenaza que representa condicionaron la trayectoria, velocidad y concentración de los flujos en las inundaciones de 1982. Los desbordamientos y los reflujos serían determinantes. El dique de defensa de Alzira se rompió en varios puntos y amplió tanto la superficie inundable como el volumen de daños. Y tampoco resultó menos dañino el entonces insuficiente drenaje de la autopista, que impidió el desague y prolongó los efectos de la inundación, y el receso natural producido por la desembocadura perpendicular del río Magro, que 'ahogaba' el Xúquer. Ambos factores incrementaron la altura del agua alcanzada en Alzira.

El 1987 se produjo otra inundación de gran magnitud. El área inundada fue menor que la de 1982. La Confederación Hidrográfica del Júcar destaca que presentó una tipología diferente, puesto que se generó principalmente por la crecida del río Albaida. El golpe, en cualquier caso, fue demoledor al producirse apenas cinco años después de la pantanada, cuando la comarca todavía no había recuperado el pulso. Las consecuencias de ese doble castigo se arrastraron durante décadas. Y algunos transtornos psicológicos todavía perduran.

El riesgo del crecimiento

Los estudios elaborados por el geógrafo José Miguel Ruiz alertan de que la capacidad para evacuar crecidas extraordinarias continúa siendo claramente insuficiente y el riesgo de inundación persiste pese a la ampliación del embalse de Tous y la construcción de las presas de Bellús y Escalona, cuya misión es laminar las avenidas del Xúquer. El trazado del río se estabilizó durante la primera mitad del siglo XX, en parte por las diferentes obras de defensa y contención contra las inundaciones. La intervención del hombre sobre el medio natural ha producido un encajonamiento del lecho fluvial. El crecimiento de la vegetación de ribera con densos cañares que atrapan limos arenosos y el vertido de escombros para contener los bordes tienden a estrechar progresivamente el lecho del río. El problema no está, ni mucho menos resuelto.

Al taponarse entre 1915 y 1919 el antiguo meandro que dibujaba el perfil amurallado de la Alzira medieval, el brazo muerto se convirtió en una cloaca y pasó a ser en la diana de las iras ciudadanas al ser un foco constante de plagas y enfermedades. Su desaparición desató la expansión de la ciudad. El profesor Ruiz subraya que el desarrollo urbano de Alzira ha ocupado muchas zonas inundables en los últimos decenios. Hasta la década de 1950, la ocupación fue discreta. Y a partir de los años 60-70 se produjo una verdadera invasión urbana.

Los expertos coinciden en señalar que los diques constituyen un obstáculo natural que cierra una cuenca con nula pendiente e impide el drenaje de los barrancos que confluyen en la zona. Los alrededores de Alzira y Carcaixent estaban ocupados históricamente por pequeñas lagunas o balsas donde desembocaban varios barrancos. Hoy ya no queda nada. Solo riesgo y temor ciudadano.

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