¿Quién es Vicent Fontana y de dónde viene su pasión por el fútbol sala?

Soy un chico de Alzira que estudió Administración y Dirección de Empresas aunque, realmente, no me gustaba mucho. Encontré una vía de escape en el deporte, he jugado fútbol en todas las categorías de la UD Alzira y me pasé al fútbol sala siendo juvenil. Así que también lo incluí en mi currículum con un Máster en Administración y Dirección de Empresas Deportivas. Eso me abrió el camino en el que ahora me encuentro.

¿Por qué se interesa en el proyecto del Alzira FS?

Lo cierto es que no fue algo intencionado. Yo me quería dirigir hacia otro ámbito de la gestión deportiva, concretamente de tenis. Formaba parte de la directiva, siendo responsable de la escuela. El presidente de aquel entonces, Toni Oliver, vio que hacía las cosas bien y su marcha coincidió la finalización del Máster. Entonces me dijo que yo era la persona más adecuada para acabar el proyecto, aunque solo tenía 23 años. No me sentía preparado para ello, pero acepté. Mi principal motivación fue la de devolver a Alzira a todos esos jugadores que se habían ido a otros pueblos como Cullera o Favara.

¿Cuál era el estado del club, a nivel deportivo y económico, a su llegada a la presidencia?

El equipo estaba en Tercera División. Era un habitual de la categoría, que no tenía dificultades para evitar el descenso pero tampoco aspiraba a logros mayores. La escuela base tenía por entonces seis equipos. Y, a nivel financiero podría decirse que ni positivo ni negativo. Cuando cogimos el proyecto empezamos de cero, no había organización interna y tuvimos que crear una estructura sólida y buscamos afianzar el deporte base. El objetivo no era otro que el de mantener la categoría y, a partir de ahí, poder crecer. Recuerdo que aquel año nos costó mucho encontrar entrenador porque llamamos a muchas puertas pero nadie quería venir. Lo firmamos a mediados de agosto.

¿Cuáles son las principales líneas que marcan su gestión?

Entramos con tres pilares básicos. Uno era, como he mencionado, el de potenciar la estructura del club hacia su profesionalización, con especial hincapié en la escuela. También quisimos recuperar el equipo femenino, que desapareció hace muchos años aunque fue importante en los 90. En el caso del primer equipo, la mencionada permanencia y buscar fondos económicos para garantizar la supervivencia del primer equipo sin necesidad de recurrir al dinero de la escuela. También hay que destacar lo que llamamos la «Essència Alzira». Esa apuesta por devolver al club a los buenos jugadores de la ciudad. Aunque después ampliamos el foco y quisimos atraer a otros de toda la Ribera y, en estos momentos, mantenemos esa apuesta aunque a mayor escala, con jugadores valencianos.

¿Son esas las claves de los éxitos recientes o hay más factores?

Hay una clave fundamental y tiene nombres y apellidos: Braulio Correal. No solo por lo que aportó deportivamente al primer equipo sino por sus conocimientos de organización. Venía de haber entrenado en Primera División y nos aportó muchísima experiencia, nos ayudó a crecer. La gestión fue importante, pero el que cambia el modelo metodológico es él. Además, nos animó a ponernos las pilas. Todos empezamos a trabajar para él.

¿Cómo se fraguó esa llegada?

Curiosamente, la primera persona que me llamó para felicitarme por mi entrada en la presidencia fue él, cuando todavía era entrenador del Levante UD en Primera. Yo le conocí cuando todavía era juvenil y me entrenó en el primer equipo, pero no tuve mayor relación con él. Me dijo que se alegraba y que estaba dispuesto a ayudarnos a que el club alcanzara la categoría que se merecía. Me emocioné muchísimo. Ese primer año quedé mucho con él y me dio consejos. Cuando a mitad de temporada el Levante echa a Braulio ya lo intenté traer, pero acabó el año en l'Olleria. Y ya en verano vino y lo cambió todo.

Con él llegaron dos ascensos históricos... ¿Os lo esperabais?

Para nada, ni si quiera cuando Braulio se incorporó. El primer año fue el de adaptarnos y coger experiencia, saber qué teníamos que hacer y qué situaciones no queríamos repetir. Cuando Braulio entra en el club, ya fue cuando fuimos a por todas. Trajo a los jugadores adecuados, los hizo rendir y con él ganamos la liga y subimos a Segunda B. Pero ni siquiera pensábamos que lo fuésemos a lograr, era una liga con grandes equipos, incluso mejores que nosotros sobre el papel, y solo queríamos ser competitivos. En esta legislatura nos planteamos dos fases, una que era asentarnos y la otra consolidarnos en la categoría.

Cuando pase un tiempo, ¿qué cree que se valorará más: la temporada del ascenso a Segunda o la de confirmación como un equipo peleón en esta categoría?

Seguramente la de Segunda, porque es la primera vez que se asciende a esa categoría. Pero yo creo que las dos son igual de importantes, una cosa lleva a la otra. Pero si tuviera que remarcar la dificultad de una de las dos, sería nuestro paso por Segunda B. Nos vimos en un grupo inverosímil, con muchos desplazamientos al País Vasco, a Burgos o a Navarra con seis o siete horas de autobús para cada partido fue muy duro. Con ese panorama, habríamos firmado la permanencia justa y a esperar a una reestructuración. Sinceramente, jamás nos imaginamos que pudiésemos estar en el grupo de arriba.