El Xungarro, nombre literario de Josep Lledó, apuesta en su nuevo libro por una hipococondria liberadora. A la manera de un Woody Allen suecano «con mucho menos ingenio pero mucho más guapo», según se presenta el propio autor, narra sus aventuras de médicos y medicinas. A través de 36 capítulos «que se pueden leer en el rato que se tarda en ir al baño», nos cuenta cómo le operaron, sus charlas con los abuelos, los ambulatorios de la seguridad social, cómo casi se queda hemipléjico durante una anestesia epidural, cómo se quedó atrapado dentro de un TAC o cómo terminó teniendo órdenes de alejamiento de todos sus especialistas. Todo ello, por supuesto, con hilarantes consecuencias.
«Hipocondría, mon amour!» es una recopilación de textos en formato ensayístico, humorístico y un tanto autobiográfico que tienen como tema central el miedo desmesurado a las enfermedades y, en general a la muerte. A partir de este nexo, la fobia en todo su esplendor, realiza un repasó crítico no sólo de la salud y la sanidad, sino de la sociedad moderna y las costumbres más absurdas del ser humano en el siglo XXI. Al final, también se intenta lanzar un mensaje optimista, hablar de los miedos y reírse de ellos como terapia psicológica.
«Le podría venir muy bien, o muy mal, según se mire, a cualquier otra persona preocupada por la salud», alega. En definitiva, tratar de desmitificar un poquito algo tan serio y dramático como son las enfermedades y la decadencia del cuerpo. La editorial Libros del Índice de Barcelona lo ha publicado en época de psicosis colectiva hipocondríaca. «Aunque fue escrito antes de la pandemia, todo lo que dice vale perfectamente hoy día como si fuera una profecía sibilina; el apocalipsis es un escenario donde los hipocondriacos se encuentran perfectamente cómodos», defiende. El libro se empezó a escribir hace casi diez años, cuando el Xungarro descubrió que cuando contaba sus hiperbólicas aventuras con la medicina sus amigos es partían de risa. Así decidió ir recopilando, de vez en cuando, lo que se le pasaba por la cabeza a la manera de un diario hipocondríaco. El resultado ya puede leerse.
