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Una locomotora del progreso de 125 años

La conexión ferroviaria a Alberic marcó a aquella generación y puso un punto de inflexión en la historia social y económica del municipio

Una locomotora del progreso de 125 años

Aniversario de la llegada del tren. Ocurrió hace más de un siglo. La primera locomotora y dos vagones arribaron a Alberic para abrirle las puertas al siglo de las comunicaciones. La ciudadanía lo vivió emocionada. Fue un hito histórico.

Uno de los mecanismos más efectivos contra el temido despoblamiento que acecha algunas de las localidades del interior de la Ribera es la comunicación viaria. Contar con tren directo a la capital valenciana te asegura fluidez humana y también económica. Desde el siglo XIX, cuando las vías del ferrocarril comenzaron a expandirse velozmente por toda España. El ferrocarril no llegó hasta 1848, cuando se inauguró con todo boato la línea Barcelona-Mataró, de 29 kilómetros, que sigue en uso. Tres años más tarde arribaba a Madrid, que se conectaba a Aranjuez. Se cumplen ahora 125 años de la llegada del tren a Castelló, previo paso iniciático por Massalavés y Alberic. Fue en 1895, entre celebraciones y plenos municipales extraordinarios para dejar constancia de la importante cita histórica.

Según ha podido reconstruir el cronista local, Antonio Torres, el presidente del consistorio, emocionado, proclamó: «He convocado esta sesión extraordinaria al objeto de consignar en esta acta el gran suceso que llama hoy la pública atención de los habitantes de esta villa por el gozo indescriptible que en todos rebosa haber entrado por primera vez en este término la locomotora del ferrocarril en construcción de Carlet a Villanueva de Castellón por este pueblo, ocupando las dos vagonetas que aquella arrastraba los expedicionarios Don Juan Ysla y demás señores de la empresa constructora». Fue el 26 de junio de 1895 y constaba como secretario municipal Vicente Navarro Bellver y como alcalde José Balaguer.

El 24 de marzo de 1893 se celebró en el Salón de Sesiones alberiquense una reunión entre el ayuntamiento en pleno, numerosos vecinos, Francisco de Paula Gras y el irlandés Haraldo Dahlander, comisionados de la sociedad constructora del ferrocarril. Se expusieron las numerosas ventajas que reportaría la llegada del tren, pidieron que se les cediese gratuitamente los terrenos que ocupasen las vías, la estación y demás servicios. Así se acordó, siempre que dentro del plazo de un año comenzasen las obras y que la mano de obra fuese local. El 23 de julio de 1894 se celebró una sesión para abordar la concesión por el Estado a Juan Isla Doménech del ferrocarril.

Las actas municipales han dejado constancia de que se se dio a la sociedad constructora del ferrocarril «una prueba del aprecio e interés» de Alberic en el proyecto, por lo que se acordó «ceder gratuitamente una parcela de unas dos hanegadas y media de tierra secano, procedente del antiguo cementerio, para la instalación de la estación y servicios anejos condicionando que de no realizarse este proyecto dicho acuerdo quedaba nulo». Poco después comenzaban las obras.

La tarde del 26 de junio de 1895, a las 17:10 horas, todas las autoridades civiles, militares, eclesiásticas, judiciales y de la comisión gestora del ferrocarril y la mayoría de los habitantes del pueblo se reunieron en los andenes de la estación. Sonaban «los acordes de una música y se echaron al vuelo las campanas de la Torre» para recibir el tren, «símbolo de progreso y de civilización, de modo que es uno de los primeros sucesos que en el presente siglo registra la historia de esta población, porque indudablemente a este adelanto deberá Alberique, hasta ahora relegado del movimiento general, su transformación económica». El juez de 1ª Instancia de Alzira tampoco quiso perderse el acontecimiento «dando más brillo a la demostración», añaden las actas alberiquenses de la jornada.

Un día inolvidable

El ayuntamiento obsequió a los invitados con helados y dulces. «A nadie se ocultaba en su semblante que esta vía férrea ha de ser de prosperidad y grandeza para este vecindario a contar desde este día que será inolvidable para la actual generación», anotabanan las crónicas más laudatorias. Según Torres, a pesar de que el 26 de junio llegó la locomotora con dos vagones, los vecinos todavía tuvieron que esperar hasta el 1 noviembre para utilizar el servicio de tranporte. La investigadora especialista en Patrimonio Sara Portero Yuste, también destaca que la llegada del tren llevó aparejada la construcción del parque que hoy denominamos La Glorieta, «un paraje donde predominaban los árboles y la vegetación, con un arco llamado Rosaleda que cubría todo el camino principal hacia la estación. Estaba lleno de flores enredaderas, creando un techo de colores peatonales y asegurando que a los difuntos que no pudieron ser trasladados del antiguo cementerio nunca les faltaran las flores. Al final de esta calle estaba el edificio de la estación, construido en 1895 con un estilo próximo al modernismo, siendo el final perfecto para este paseo».

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