Aparcar en el entorno del hospital de la Ribera continúa siendo un incordio que irrita, sobre todo en horas punta, a muchos pacientes y familiares. La falta de espacio se ha convertido en un problema crónico que no sabido curar nadie hasta ahora. Ni los gestores privados que administraron el centro durante más de 17 años ni la Conselleria de Sanidad que controla directamente el recinto desde abril de 2018. Los parches que se ha puesto en marcha en los casi veinte años transcurridos desde su inauguración no han logrado solucionar ese déficit, que se agrava por el caótico diseño de los accesos.

Ni siquiera el estado de alarma decretado para luchar contra la pandemia del coronavirus, que ha reducido la movilidad, ha logrado evitar el colapso que se produce demasiados días. Muchos conductores dan continuas vueltas al recinto y al aparcamiento público y gratuito existente junto a la puerta de Urgencias con la esperanza de encontrar un hueco para estacionar, aunque la espera en la mayoría de ocasiones se hace excesivamente larga.

Mientras la compañía Ribera Salud gestionó el centro, todo el aparcamiento construido junto al recinto hospitalario era de pago. Era uno más de los servicios que ofrecía la empresa. La falta de espacio obligaba a aceptar las tarifas aunque el efecto disuasorio del precio también complicaba mucho el tráfico interior dado que bastantes automovilistas comenzaron a la buscar espacios libres gratuitos por los alrededores, circunstancia que emperó la circulación en toda la zona.

La reversión del hospital, recuperado por el Consell el primero de abril de 2018, significó un cambio de criterio que tampoco ha mejorado mucho las cosas. La nueva dirección decidió cerrar al público el aparcamiento principal, capaz de albergar 460 turismos, para reservarlo a los trabajadores. El 30% de las plazas restantes del antiguo parking de pago, situadas junto a Urgencias, quedaron libres para los pacientes y familiares. Pero no fue suficiente.

El caos se mantuvo pese a que la conselleria reordenó el entorno y liberó varias decenas más de plazas de estacionamiento. Consciente del grave problema de tráfico que se genera en la zona, el ayuntamiento entabló conversaciones con la Diputació para convertir un solar de su propiedad situado frente al hospital en una nueva zona para aparcar. Pero la inversión sigue sin concretarse. El consistorio alcireño trata de evitar el coste de las obras al tratarse de un servicio comarcal y ha involucrado al Consorci de la Ribera, cuyo presidente, Òscar Navarro, pretende urbanizar ese terreno para disponer de 120 plazas de vehículos más.

Y mientras tanto, la desesperación de los usuarios del hospital sigue al alza. Uno de los indignados que se atrevió a presentar su queja por escrito, Daniel Parell, lamentó a finales de octubre las «dificultades para encontrar una plaza de aparcamiento para llevar a la consulta a su padre, de 90 años, a la hora fijada». Acompañó su reclamación de fotografías que mostraban multitud de vehículos aparcados fuera de la zona señalizada del parking y las doble filas que se generan a menudo.

La gerente del hospital le respondió a mediados de noviembre: «Es cierto que la forma de gestión del parking conlleva ventajas y desventajas, pero también lo es que se ha puesto al servicio de los ciudadanos un mayor número de plazas». Y así hasta hoy.