El seguimiento que desde hace unos años viene realizando el Grup d’Acció Mediambiental del Marquesat (GAMM) de la presencia de tortugas invasoras en el cauce del Magro había detectado que algo extraño estaba sucediendo en el río. La presencia de especies piscícolas en las trampas que se utilizan para capturar tortugas -en el caso de la especie autóctona se marcan y se devuelven al agua, mientras que las exóticas se retiran y entregan al centro del Saler- había descendido de forma alarmante. La aparición de un segundo ejemplar de siluro, una especie exótica altamente invasora que arrasa con la fauna acuática autóctona, alimenta las peores sospechas.

«Aunque puede deberse a factores diversos como variaciones en el PH del agua..., pensamos que algo había pasado en el río, porque el descenso de otras especies era notable», expone Guillem Juanes, un activo miembro del GAMM, mientras detalla que de las 40 percas que habían caído el año anterior en las trampas se había pasado a no encontrar ninguna y lo mismo había sucedido con las carpas, cuando apenas un año antes se contabilizaron casi una veintena. «El siluro podría ser una causa determinante, aunque de momento son suposiciones», comenta Juanes que, no obstante, sospecha que esta especie invasora que representa una grave amaneza para la biodiversidad no sólo ha arraigado en este tramo del río, sino que «está criando ya aquí».

Dos capturas registradas

Acció Ecologista-Agró reclamaba hace escasamente una semana a la Conselleria de Transición Ecológica medidas efectivas contra la expansión de peces exóticos invasasores, tras la captura de un segundo ejemplar de siluro de 65 centímetros de longitud en el río Magro a su paso por la subcomarca del Marquesat. Oficialmente sólo se han podido constatar dos capturas, una el año pasado que se notificó al Banco de Datos de Biodiversidad y la otra este mismo mes, aunque Guillem Juanes señala que, en base a los testimonios que ha podido recoger el GAMM, el número de ejemplares capturados en este tramo de río que marca el linde entre los términos de Alfarp y Catadau podría ser mucho más elevado.

De hecho, señala como ejemplo que el pescador que semanas atrás extrajo el agua un siluro de 65 centímetros asegura que con anterioridad había pescado otros cuatro ejemplares, aunque no lo comunicó al desconocer que el grupo ecologista estaba realizando un seguimiento de la presencia de esta especie en el río. Por otra parte, indicó que había recibido información de que otro pescador habría detectado cuatro o cinco siluros en l’Assut de Baix.

«Sospecha más que evidente»

«Podría ser que bajaran de Forata -donde se documenta en el año 2009 por primera vez en la Comunitat Valenciana esta especie invasora-, pero tras dos capturas de ejemplares de un tamaño ya considerable y tal como se están dando las circunstancias, pensamos que han arraigado en la zona y que están criando ya, es la sospecha más que evidente», incide Guillem Juanes. El representante del GAMM apunta además que, también por referencias orales, se tiene constancia de que en el año 2012 se detectó una suelta de alevines para garantizar la práctica de la pesca deportiva.

Con posterioridad a la aparición de siluros en la presa de Forata, ubicada en la cuenca alta del Magro, también se ha documentado su presencia en el embalse de María Cristina de l’Alcora (Castelló), en el mismo cauce del Xúquer a su paso por Fortaleny y Cullera, en el parque natural de l’Albufera, los Estanques de Almenera, el río Millares (Castelló) y la Marjal de Almardà de Sagunt. El siluro es una especie originaria de Europa central que llegó a la Península Ibérica en el año 1974, cuando fue liberada en la cuenca del Ebro para la práctica de la pesca deportiva.

Escombros en la orilla

Juanes no duda en realizar un llamamiento a la población para que, antes de tirar algún pez o tortuga al río, «se informe de cuales son los efectos que provoca» en la fauna. Según detalla, las diferentes campañas de seguimiento de la población de tortuga de agua ibérica (Mauremys leprosa) que existe en el Magro han localizado tantos ejemplares de la tortuga autóctona como del Galápago de Florida, una especie invasora que compite con la propia por la comida y los lugares de soleamiento, y a la que suele acabar desplazando.

Por otra parte, Guillem Juanes apunta que, por lo que respecta a las especies piscícolas, prácticamente todas las que se localizan en la actualidad en el Magro son ya invasoras. «Autóctonas casi no quedan», apunta.

Paralelamente, el portavoz del Grup d’Acció Mediambiental del Marquesat denunció los vertidos de escombros y todo tipo de residuos domésticos que se están produciendo a las orillas del Magro, que ha provocado que las últimas crecidas arrastraran hasta placas de fibrocemento. «Estamos atacando al río por todos los lados. El Magro es un auténtico héroe, con todo lo que estamos haciéndole, y está aguantando. No nos estamos portando muy bien con él», expone con indisimulada ironía Juanes.