La instalación y puesta en marcha de la caldera que debía alimentar la calefacción del colegio público Sant Bernat de Carlet amenaza con convertirse en un esperpento valleinclanesco: las protestas arrancaron hace más de un año, pero la renovación de las instalaciones, que debía realizarse en marzo no comenzó hasta septiembre, lo que obligó a aplazar la apertura del comedor. Y ayer, cuando finalmente se encendió el nuevo dispositivo ante la acuciante necesidad de evitar que el intenso frío y la obligación de ventilar las clases del edificio de Primaria no convirtieran las aulas en una nevera quedó averiado sin que ni siquiera pudiera ponerse en marcha. La indignación de la comunidad escolar es mayúscula. La chapuza ha sido monumental.

La rotura de la caldera impedía desde diciembre de 2019 activar la calefacción del bloque que alberga las unidades de Primaria, por lo que el número de alumnos afectados supera ampliamente los trescientos. La parte que acoge las aulas de infantil no está conectada a la misma fuente de alimentación, por lo que la actividad escolar transcurre allí sin alteración alguna.

La renovación de las instalaciones ya daba servicio al comedor escolar, de modo que tanto los docentes como los padres daban por sentado que al accionar el interruptor podrían activar ayer la calefacción para aliviar la altísima sensación de frío en las aulas, donde llegaron a medirse cinco grados en un termómetro. Pero la nueva caldera no resistió y se estropeó antes de entrar en servicio.

«Nuestros hijos no se contagiarán de coronavirus gracias al esfuerzo de los profesores, pero corren el riesgo de coger una pulmonía», lamentó ayer una madre. Algunos padres habían decidido no llevar a sus hijos a clase y otros pertrecharon a sus descendientes con abundante ropa de abrigo. La comunidad escolar también se queja de que el ayuntamiento no haya construido el techo que permitiría a los niños de infantil ir al comedor cuando llueve.