Hace más de una década que Dakar, capital de Senegal, no recibe a los competidores del rally más exigente del planeta pero todavía le da nombre. Pese a ello, la célebre prueba todavía conserva el prestigio y la dificultad con la que se concibió. Por ese motivo, finalizarla ya supone un reconocimiento a nivel mundial. En la edición de este año, el carcaixentí Daniel Albero se convirtió en el primer piloto de la historia con diabetes en cruzar la meta en el Rally Dakar, dando una lección de sacrificio y superación.

Albero se vio afectado por una meningitis con siete años y cuando llegó a los nueve desarrolló una diabetes tipo 1. Esta enfermedad crónica, lejos de ser un impedimento, se convirtió en una motivación para luchar por sus sueños y alcanzar sus metas. A lo largo de su vida se ha desempeñado como músico (es trompetista), como hostelero y como albañil. Pero, como suele decirse, la cabra siempre tira para el monte. Ha sido conductor de grúas y también de autobuses. Su pasión por cualquier vehículo que tuviese un volante y un motor siempre estuvo ahí.

El de 2021 no ha sido su primer Rally Dakar. En 2019 se convirtió en el primer diabético en participar en la exigente prueba. Lo hizo sobre una moto. En aquella ocasión el punto de partida y la meta final de la ronda se encontraban en Lima, capital peruana. No obstante, su primera toma de contacto no fue la mejor. De hecho abandonó relativamente pronto. Llegó al rally con problemas físicas tras una fractura en la muñeca durante un entrenamiento. Aunque ya había roto numerosas barreras por el mero hecho de competir, se tuvo que volver a casa tras solo tres etapas.

Su ambición y espíritu de superación no se iban a conformar con aquel resultado. El pasado año, con un mejor entrenamiento, se plantó en la edición de Arabia Saudí. La diosa fortuna le abandonó a su suerte y, nuevamente, tuvo que dejar la competición antes de tiempo. Inconvenientes mecánicos le forzaron a abandonar antes de lo que le habría gustado.

Bomba de insulina

A la tercera fue la vencida. Este año se enroló nuevamente en la aventura, que recorrió también tierras árabes. Lo hizo, claro, con un equipamiento especial y que mejoró para la ocasión. Albero siempre lleva un medidor de glucosa instalado en la moto para monitorear su glucemia en cada momento. También le acompaña una bomba de insulina, que le suministra esta sustancia según sus necesidades.

Con el dorsal 96 inició y completó la exigente prueba. Para ello destinó 92 horas, 19 minutos y 3 segundos, un tiempo que le valió para cruzar la meta en la posición 62. El puesto, obviamente, era lo de menos porque su objetivo era el de acabar la prueba. Albero no buscaba plantarle cara a Kevin Benavides o Ricky Brabec. Su sueño siempre fue completar el Dakar con el fin de inspirar a personas aquejadas de esta dolencia, enseñándoles cómo, a través del deporte, pueden mejorarse notablemente sus condiciones de vida. Su proyecto, «Un diabético en el Dakar» (y que ha derivado en la publicación de un libro), siempre ha querido romper las barreras que impiden a millones de diabéticos en todo el mundo llevar a cabo una vida normal y motivarlos a realizar actividades deportivas; así como impulsar y fomentar el interés en la investigación de la diabetes. Y, desde luego, lo ha logrado.