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Las palomas invaden la plaza Mayor de Alzira

La concejalía de Bienestar Animal exige a los ciudadanos que acaten la prohibición de dar de comer a las aves para detener la expansión

Decenas de palomas pasean por el centro de la plaza Mayor, esta semana. | EMMA SANCHIS

La proliferación de palomas en la plaza Mayor de Alzira ha convertido este espacio de recreo en un campo de minas en movimiento. El problema afecta a los negocios de la zona y las personas que necesitan atravesar la plaza. Hay decenas de palomas que pueden o bien despegar todas el vuelo y sumergir al peatón en una marea de aleteos, o bien no inmutarse y obligar a las personas a sortearlas allá donde pisen.

La situación va en incremento desde la pandemia, posiblemente, a la par que el aforo en los bares, ya que su presencia se debe a aquellos ciudadanos que les dan de comer. Estos individuos ofrecen pipas a estas aves, como si estuvieran en la plaza de la Virgen de València, o hacerse fotos con ellas como si fuera la catedral de Milán, pero luego no quieren que se coman sus quicos o les caiga un excremento. Algunas personas olvidan que la culpa no es de las palomas, sino de los humanos que juegan constantemente con los animales y buscan moldearlos a su gusto. Además, no se debe olvidar que Alzira, pese a ser la capital de la Ribera, no tiene el presupuesto de las otras dos ciudades.

El ayuntamiento ha intentado poner fin a esta situación en diversas ocasiones. Gemma Alós, concejal de Salud y Bienestar Animal, contempla ambas vertientes en la problemática, ya que por un lado supone un peligro para la salud pública y, por otro, hay que tener en cuenta que son seres vivos y, destaca, «matarlas no es una opción». «El tema es muy complicado, queríamos probar con el pienso esterilizador, pero no ha podido ser porque la conselleria tiene que reconocerlo y ofrecernos ayudas porque el precio se va mucho». Además, la concejal comenta que no se llega a la consideración de plaga y eso «dificulta más el proceso». «Las otras opciones que hemos barajado también se han descartado porque no son factibles», lamenta Alós.

Una de las posibles soluciones es reubicar a las palomas fuera de la plaza. La concejal de Bienestar Animal explica que consistiría en «crear algún espacio fuera del núcleo urbano, en alguna azotea o lugar alto». Mientras se encuentra una solución, la concejal recalca: «Nadie puede dar de comer a las aves, ellas van donde saben que se les ofrece comida».

El confinamiento más estricto potenció esta proliferación, Alós rememora cuando se extendió la idea de que las palomas iban a morir y «la gente empezó a alimentarlas». La concejalía recuerda que dar de comer a los animales está terminantemente prohibido por la ordenanza municipal y ya se han impuesto sanciones.

Los más afectados son los bares: las palomas espantan a la clientela, tiran y rompen vasos y platos y sus mesas y sillas se llenan de suciedad. Incluso se han adueñado de los columpios, donde los niños «juegan y luego se llevan la mano a la boca». En otras ocasiones se ha intervenido, pero esta es más compleja y requiere de la concienciación social.

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