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Francisco Borrás | Consultor vinculado a la UPV y ex director comercial de Anecoop.

«Una cooperativa que trabaje 4 meses no puede funcionar, algunas se han salvado gracias al caqui»

«Una cooperativa pequeña no tiene masa crítica para soportar los gastos, las quince que hay en la Ribera se reducirán a cinco o seis en diez años»

Francisco Borrás, exdirector comercial de Anecoop que ejerce como consultor tras su jubilación, durante la entrevista. | PASCUAL FANDOS

La cooperativa de l’Alcúdia ha absorbido a la de Benimodo y mantiene un acuerdo de colaboración con Alzicoop, las de Carlet y Guadassuar han creado una cooperativa de segundo grado, la potente Copal se alía con Green Fruits mientras las cooperativas de El Marquesat y Real negocian una fusión. ¿Qué está pasando en el campo?

Lo que está pasando es que se está demostrando que la masa crítica que necesita una cooperativa para mantener suficientes equipos de gestión y comerciales es superior a los tamaños que tenían antes las cooperativas. Hace treinta años, una cooperativa como la de Benimodo podía sobrevivir, pero pronto se dio cuenta de que ya no era así y, en realidad, la fusión con l’Alcúdia ha sido un paso más después de diez años en que la cooperativa estaba ya cerrada y aportaba toda la fruta a l’Alcúdia. Pero en el fondo era que no había masa crítica para mantener las estructuras que hacen falta en una empresa.

¿Dónde está el umbral en el que una cooperativa deja de ser eficiente y empieza a peligrar su continuidad?

Los umbrales son varios. Si una cooperativa tiene 30 millones de kilos de caqui, uno podría pensar que es buena, pero si eso implica trabajar solo cuatro meses ya duda de que así sea posible mantener toda la infraestructura. ¿Si uno tiene diez millones de kilos de cítricos es viable? Si los diez millones están estructurados para trabajar ocho meses, es viable, pero si son de variedades tempranas que cuando llega el mes de enero han acabado, tienes el mismo problema que con el caqui, tienes cuatro meses de trabajo y el resto nada, y con cuatro meses de trabajo solo una cooperativa no puede funcionar. Eso es una condición «sine qua non». En Castellón se han muerto en 25 años el 80 % de las cooperativas citrícolas, en València, el 55 casi el 60 %; en La Ribera han aguantado mejor por el caqui, lo que no quiere decir que hayan desaparecido algunas como la de Alberic, la de Montroi...

¿El tamaño no es el factor clave?

En el caso de los cítricos, en 25 años han desaparecido en España el 65 % de los comercializadores y, sin embargo, España ha subido en cítricos, lo que quiere decir que el 35 % que quedan son tres o cuatro veces más grandes que antes. Eso, al final, viene determinado porque los márgenes se han reducido y, si hace 30 años cualquier comercio citrícola podía vivir con unos gastos generales de 6 céntimos (10 pesetas) por kilo, hoy, los que están operando seriamente están en 2 céntimos como mucho. Cuando piensas en esas cifras y que una cooperativa pequeña tiene que mantener un gerente, un jefe de administración… te das cuenta rápidamente de que no hay masa crítica para pagar esos gastos fijos. Cuando digo que se ha reducido el número de comercializadores, dentro están también las cooperativas, porque 130 de los 770 que había en 1992/93 eran cooperativas de cítricos , de las que solo quedan 45, y en la Ribera, varias cooperativas se han salvado por el caqui. La cooperativas de Alfarp y la de Llombai cerraron el almacén de cítricos hace siete u ocho años y no han desaparecido por el caqui. O en el caso de las cooperativas de Carlet y l’Alcúdia, el caqui pesa hoy más que los cítricos, pero aún han tenido un mix de producto que como mantiene la facturación entre 30 y 40 millones les permite mantener estructuras. En estos casos en particular, el hecho de que tengan gasolineras potentes, que tengan o sección de crédito o caja rural potente, que incluso en Carlet tengan una cobertura de teléfonos y un almacén de abonos con bastante tirón… también suma.

¿Solo con la fruta ya no salen los números de una cooperativa?

Sí, pero le viene más apurado. Se trata de estructurar el trabajo a lo largo de todo el año. En el caso de las cooperativas, como el objetivo era el servicio al socio, el agricultor iba plantando lo que quería y de repente la cooperativa tenía que gestionar eso. Tenía variedades que no cuadraban, todas en tres o cuatro meses, y luego estaba parada el resto del año. Eso influía en más gastos generales provocados por esas puntas de trabajo, más inversiones, liquidaciones flojas, socios que se van….. y entidades que desaparecen. Con 10.000 toneladas de cítricos bien estructuradas a lo largo de siete u ocho meses se puede rodar, pero hoy, los que funcionan, todos, trabajan de 25.000 toneladas hacia arriba. Las que funcionan son esas y ves además que son cada vez más potentes mientras las otras son cada vez más pequeñas. En la Ribera tendrías, Castelló, Algemesí, Carlet y l’Alcúdia. Necesitas masa crítica para mantener tus gastos, pero también para otro factor que es importante: crear fondo de comercio, que son los clientes fijos. En este caso, las cooperativas tienen la enorme ventaja de Anecoop que, aunque tenga fuerza, no es una ONG que recoja unos pocos palets en cada cooperativa. Eso no lo acepta el cliente y, al final, las cooperativas que están absorbiendo las grandes líneas comerciales son las grandes. Es tan simple como eso, un único punto de carga.

Imaginando un futuro, ¿cuántas cooperativas quedarán en la Ribera en un plazo de diez años con la actual tendencia a las agrupaciones?

De las alrededor de quince que hay ahora, para que las cooperativas tengan futuro, tendrán que reducirse a cinco o seis.

¿A quién le augura más futuro, a los comercios que también viven un proceso de concentración o a las cooperativas?

Los comercios han hecho una cosa muy bien en los últimos años que es invertir en producción propia, todos en fincas grandes, manejables. El caso más exagerado es el de Martínavarro, pero hay muchos más, los grandes del comercio no han parado de invertir en producción desde hace más de 30 años con lo que han conseguido dos cosas, no tener imagen de comercio, sino de productor-comercio, y no depender tanto de la compra en campo, a la que recurren cuando hace falta. La Comunitat Valenciana mantiene treinta años un nivel similar de producción de entre tres y cuatro millones de toneladas, a pesar de que por el camino se han perdido 33.000 explotaciones citrícolas. Todos los campos perdidos que se ven alrededor de los pueblos no han repercutido en que bajara la producción.

Tiene, por tanto, más futuro el comercio...

No, las cooperativas que se cojan en serio la nueva Ley de Estructuras Agrarias (LEA) y todas las ayudas que está sacando la conselleria para las iniciativas de gestión en común, podrán trabajar con sus ayuntamientos para que no hayan campos perdidos y van a crecer todas como la espuma, pero esas ayudas son muy complejas de armar por los recelos entre pueblos vecinos o a ceder terreno a la cooperativa. En los pueblos donde desaparezca la cooperativa irán desapareciendo más agricultores claramente. La citricultura en minifundio que tan bien funcionó para España de 1965 a 1995 está en crisis cuando han venido los cambios, el tamaño de las plantaciones... y si no lo resuelven las cooperativas se irán abandonando campos poco a poco y los comercios irán comprando campos para hacer fincas más manejables. Las cooperativas tienen futuro, y tanto, pero está en manos de las cooperativas responder a eso.

La Ribera es la principal zona productora del caqui, pero las cooperativas van por un lado y el comercio por otro. Algunas voces abogan por unir el sector. ¿Qué aconseja Vd.?

El comercio, en este caso la asociación del caqui, es un grupo de empresas muy respetable, pero está claro que han crecido a la sombra de la promoción que ha hecho la Denominación de Origen y ellos, aunque algunas veces han conversado, en el fondo, no quieren entrar en disciplinas como la DO que implican promoción porque conlleva gastarse dinero en esa promoción y hay que decirles que éticamente se están aprovechando de la promoción que hace el consejo regulador. Sin la promoción de la DO ellos ahora no podrían ni vivir, deberían ser más nobles y ser capaces de encontrar una entente con la DO que implicaría pagar, pero....

¿Con todas la plagas que acechan al caqui y la falta de productos para combatirlas, ¿tiene futuro la fruta?

Este va a ser un año muy difícil porque la cantidad de «cotonet» que tenemos en el caqui es muy superior a lo que pensábamos, por lo tanto, va a haber menos kilos disponibles. En algunas zonas entre el 5 y el 10 % de campos no se van a poder recolectar. El futuro, para mi, es la lucha biológica. Seguro que se puede encontrar más pronto o más tarde algún depredador para el «cotonet» del caqui, seguro, mientras tanto, la lucha es muy desigual al desaparecer el clorpirifós. Una decisión histórica sería que, del mismo modo que se autorizado el clopirifós para cítricos con la condición de que los campos que se traten dejen perder la fruta, si hay campos de caqui que las cooperativas o el agricultor ya no tienen que coger, habría que tratarlo con clorpirifós para matar ese foco. La misma opción que se ha hecho con los cítricos, plantearla para el caqui. Yo sé que el futuro es la lucha biológica, porque está demostrado. Hace quince años el problema era la mosca del mediterráneo y ese problema ya no está y todo ha sido con la lucha biológica.

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