Dicen que el que espera desespera. Pero en este caso, ha valido la pena. Alzira decidió pasar una hoja más en el calendario y aguardar hasta el puente de octubre para sacar las Fallas a la calle. Una decisión que, visto el ambiente que respira la ciudad durante estos días, parece la más acertada ya que le ha permitido disfrutar de una fiesta con bastantes menos restricciones.

En principio, la capital de la Ribera Alta iba a seguir la misma pauta festiva que ciudades como València, Gandia, Torrent o Sagunt. Es decir, tenía que celebrar los festejos y quemar los monumentos durante los primeros días de septiembre. Semanas antes, sin embargo, el consistorio y las comisiones acordaron trasladar los actos al puente de octubre.

Esta decisión provocó que el número de comisiones que habían decidido plantar sus monumentos se redujera de nueve a seis. El retraso, además, plantea grandes retos de cara al próximo ejercicio, dado que en solo cinco meses los ninots han de volver a las calles. Pero aguardar un mes ha aportado a Alzira una situación sanitaria mucho más favorable y un porcentaje de población vacunada mayor. Una clara ventaja.

«Todavía quedan días, pero la primera sensación es positiva. La ciudadanía tiene ganas de fiesta, se le ha podido dar respuesta a las necesidades sociales que ha tenido un pueblo que, como todos, ha sufrido durante la pandemia», apuntó ayer el alcalde, Diego Gómez. El escenario ha sido muy diferente: «En septiembre habría más complicado tener unas fiestas como estas, también habríamos pasado más calor», remarcó.

Pequeñas limitaciones

Las comisiones alzireñas comparten algunas de las restricciones que ya impusieron en septiembre (uso de mascarilla en actos oficiales, carpas con laterales abiertos o mesas de diez personas en los casales), pero también se benefician del inicio de la llamada «nueva normalidad» y del fin de aquellas limitaciones que sí estuvieron presentes durante el mes pasado.

Algo que se observa, a simple vista, en la calle. La música de las charangas acompaña a las comisiones durante los pasacalles y traslada a la ciudadanía, por momentos, a una época en la que el coronavirus no era una preocupación. Los disparos pirotécnicos congregan cada día a miles de personas. Personas de todas las edades se arremolinan junto a los monumentos.

Aunque el ambiente festivo habría sido todavía mayor hasta alcanzar todos los rincones de la ciudad con la implicación de un mayor número de comisiones, día a día se demuestra que las comisiones alzireñas acertaron al retrasar un mes su calendario.