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Aigües Vives esquiva el saqueo

El monasterio abrirá pronto una nueva etapa histórica alejada de los procesos de venta y el expolio, que han sido una constante durante siglos, y podrá convertirse en una joya patrimonial

El claustro es uno de sus elementos más destacados. | VICENT M. PASTOR

El monasterio de Santa Maria d’Aigües Vives soporta en sus cimientos dos vidas paralelas en las que se concatenan siglos de historia y deterioro a partes iguales. La inclusión de la compra del inmueble en los presupuestos participativos del Consell permitirá acabar con una de ellas y prolongar la otra. En el momento en el que este importantísimo elemento patrimonial pase a manos públicas se garantizará, al fin, su supervivencia. Con todo, todavía habrá que esperar varios años para que recupere el esplendor que le caracterizó en épocas anteriores.

Maleza ante la falta de mantenimiento. | VICENT M. PASTOR

El complejo, situado entre los términos de Alzira y Carcaixent, está declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de monumento y forma parte de la llamada «Ruta dels Monestirs», que incluye también los antiguos cenobios de la Murta (Alzira) Valldigna (Simat), Sant Jeroni de Cotalba (Alfauir) y Corpus Christi (Llutxent). La primitiva construcción se remonta al siglo XIII, aunque posteriormente el edificio fue reconstruido en estilo renacentista y barroco entre los siglos XVI y XVII. Una de las joyas arquitectónicas del recinto es el claustro interior, que está decorado en estilo barroco con tallas y pinturas al fresco y cuya construcción comienza a finales del siglo XVI. Su torre campanario, que cuenta con un reloj solar, está coronada por cubierta a cuatro aguas de teja árabe. El ala norte del edificio fue rematada en el siglo XVIII.

La basura y la suciedad se adueñan del edificio. | VICENT M. PASTOR

El antiguo cenobio fue saqueado y parcialmente destruido durante la Guerra de Sucesión (1707), en lo que sería el inicio de un periodo de deterioro y transacciones que dura siglos. Posteriormente, con la desamortización y la enajenación de los bienes eclesiásticos por el régimen liberal de los inicios del siglo XIX, se enfrentó a su primer proceso de venta. Desde 1835 buscó un comprador y lo encontró en la familia Casanova, que lo convirtió en casa señorial. En 1977, el monasterio fue adquirido por el empresario Antonio Vidal y posteriormente remodelado. Fue entonces cuando funcionó como hotel.

Interior del edificio, todavía en buen estado. | VICENT M. PASTOR

Hundimiento por la crisis

Después pasó por diferentes propiedades. En 1985, el Ayuntamiento de Alzira llegó a plantearse su compra por un importe e 150 millones de pesetas, en lo que habría supuesto la adquisición de un elemento patrimonial de los que quedan pocos en pie. No obstante, se descartó y finalmente la empresa gandiense Tano lo adquirió en 1995 para convertirlo en recinto de celebraciones. Fue entonces cuando se produjo una inversión multimillonaria con la que el inmueble patrimonial recuperó su mejor imagen.

Una habitación totalmente desordenada. | VICENT M. PASTOR

Este dulce periodo para el antiguo convento duró poco más de una década. La crisis económica obligó a la firma de la Safor a poner en venta el complejo, formado por una parcela de 22.000 metros cuadrados y más de cinco mil construidos, en el año 2009. Pedía por él una cifra cercana a los diez millones de euros, aunque lo continuó explotando durante los años siguientes ante la falta de un comprador. El monasterio no suscitó interés en una época en la que tanto empresas como administraciones públicas atravesaban la situación financiera más delicada de la historia reciente. Los ayuntamientos implicados, de hecho, ni se lo plantearon como posibilidad.

Hace algo más de seis años, y con la economía mundial ya recuperada, Tano llegó a ofrecer el monasterio a un potencial comprador. La operación no se produjo y ese mismo año el juzgado de lo Mercantil ordenó abrir la fase de liquidación de la empresa gandiense, que previamente había presentado el concurso voluntario de acreedores al no poder hacer frente a sus deudas. El complejo celebró, el domingo 11 de septiembre de 2015, su último banquete. El futuro del monasterio quedaba, por tanto, en manos de la administración concursal.

El último lustro del antiguo convento ha estado marcado por la degradación, las incursiones vandálicas y los intentos de robo y expolio. Hasta el Síndic de Greuges reclamó a la administración autonómica una mayor implicación, ya que suya es la potestad de cuidar del patrimonio protegido. No obstante, el hecho de ser una propiedad privada tampoco le permitía intervenir a su antojo.

La oportunidad de revertir su situación llegó con la puesta en marcha de los presupuestos participativos del Consell, que recogieron el guante lanzado por la ciudadanía al incluir la compra y restauración del monasterio en el listado definitivo de inversiones.

Las administraciones locales consideraban, desde hace ya varios años, ésta como la única alternativa viable para salvar el monasterio de la ruina total. No porque la compra pública sea la única posible, sino porque es la única que puede garantizar la conservación del patrimonio sin preocuparse por su rendimiento económico. Su función, una vez se completen el proceso de compra y reforma, es todavía una incógnita. Aunque lo que está asegurado es que las futuras generaciones conservarán un elemento importantísimo de su historia.

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