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Dos siglos de devoción a la Senyora Pepa en Algemesí

El cardenal Cañizares preside la festividad y el cierre del bicentenario del nacimiento de Josefa Naval, que fue beatificada por san Juan Pablo II

La devoción a la Senyora Pepa, como es conocida popularmente, es uno de los mayores ejemplos de religiosidad popular en la Ribera. Josefa Naval Girbés, que anticipó el papel de los laicos en el futuro de la Iglesia, fue beatificada por el entonces papa -y hoy santo- Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988 y desde entonces su veneración no para de crecer. El cardenal arzobispo de València, Antonio Cañizares, presidió el domingo la misa solemne de su festividad y la clausura de la conmemoración del segundo aniversario de su nacimiento.

Modelo de vida sencilla y entregada a los demás, la Senyora Pepa ha dejado una huella imperecedera entre los algemesinenses. De hecho, 128 años después de su muerte, su casa, convertida hoy en un museo que custodian las Misioneras de la Providencia, acoge multitud de peregrinos y devotos. Durante su vida se prestó con humildad a realizar cualquier labor que necesitara la parroquia de Sant Jaume, desde promover la catequesis a cuidar ancianos o bordar ropa litúrgica. Se la considera precursora de Acción Católica.

El domingo, tras un año de inactividad provocada por la pandemia, se recuperó la tradicional procesión y la misa solemne que presidió el cardenal. La imagen de la beata, una talla esculpida en madera del año 1989, recorrió las calles más céntricas y pasó también por delante de la casa natal de la Señora Pepa. 

Guiada espiritualmente por el párroco Gaspar Silvestre, sintió la vocación de ayudar en la formación humana, profesional y cristiana de niñas, jóvenes y también de madres de familia y a los 28 años convirtió su propia casa en una escuela-taller de bordado, donde unía la formación profesional a la espiritual.

Además, destacó por su entrega a la pastoral parroquial, que se reflejó en las catequesis, las visitas a los enfermos o la atención al culto, entre otras tareas. Cuando murió su fama de santidad se extendió rápidamente, y su sepulcro, que en la actualidad se encuentra en la basílica de Sant Jaume, recibe cada año miles de visitas de personas que acuden a pedir su intercesión.

Tras ser beatificada por el papa san Juan Pablo II, siendo así la primera mujer seglar no mártir de la época contemporánea que fue elevada a los altares, continúa el proceso para su santificación. La diócesis celebra su festividad litúrgica el 6 de noviembre, día de su confirmación, ya que el día de su fallecimiento, 24 de febrero, coincide con la Cuaresma.

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