La aficiciones suelen practicarse durante los momentos de ocio, pero algunos llegan a convertir su propio hobby en una pasión irrefrenable. La afición a coleccionar objetos es bastante habitual, pero la que practica una familia de Carcaixent ha resultado tan productiva que resulta excepcional, casi única. Reúne juguetes de los años sesenta, setenta y ochenta del pasado siglo y es tan completa que acaba de convertirse en una exposición, cuyo éxito ya es más que notable.

Jorge Galán y su esposa, Mari Carmen Castelló empezaron rescatando sus propios juguetes de infancia. De ahí les nació la afición, allá por el año 2007: «Nos ha seducido a nosotros, a nuestros hijos, a mis hermanos y a mis sobrinas. Somos varios miembros de la familia los que coleccionamos juguetes antiguos», explica. A Galán, que se gana la vida fabricando marcadores para campos de fútbol, su pasión por el coleccionismo le viene de antaño, pues hace más de 30 años recuperó y restauró la moto de su abuelo y aún conserva una de la segunda guerra mundial. Pero hubo un momento en que las motos ocupaban demasiado espacio. 

La familia Galán, que ya había empezado a coleccionar juguetes, se dio cuenta de que ocupaban menos espacio y son más fáciles de mantener y reparar, por lo que decidieron dejar las motos y seguir coleccionando juguetes :«Poseemos miles. Tantos, que no los podemos ni contar. Tenemos más de mil ‘Airgamboys’, la mayoría en su caja sin abrir, y más de 450 ‘Nancys’», explica. «Todos son juguetes que todos hemos tenido alguna vez en nuestra infancia», indica. Tal es la cantidad de juguetes que poseen, que no les cupieron todos en la sala que el Ayuntamiento de Carcaixent les cedió para la exposición que está abierta al público y que ocupa una superficie de 200 metros cuadrados.

Pero, en su pasión por coleccionar juguetes, no solo compran y restauran, con lo que invierten mucho «tiempo y dinero», sino que además se dedican a estudiarlos: «Conocemos la historia de cada uno, quién lo fabricó, su diseño o las patentes. Nos documentamos mucho sobre cada uno que llega a nuestras manos», asegura el coleccionista.

Valor económico

Jorge y su esposa son incapaces de cuantificar económicamente sus juguetes, y preguntado por si la familia los tiene asegurados, Jorge contesta que «no existen empresas que aseguren juguetes en estas circunstancias. Deben estar en unas condiciones especiales de almacenamiento que nosotros no tenemos». De las piezas que tienen, Galán destaca el valor sentimental que conceden a algunos de ellos: «son aquellos que conservamos desde nuestra infancia. Yo tengo treinta ‘Airgamboys’ marcados, que son los míos de pequeño. Y mi mujer tiene una muñeca muy especial de 1982. Cuando la pantanada, se repartieron juguetes entre los niños que lo habían perdido todo y a mi esposa le tocó esa muñeca. Está en su caja, sin abrir, y le guarda gran afecto. Esos juguetes son los que no venderíamos jamás», cuenta. El resto de piezas que tienen las han conseguido a través jugueterías antiguas, Internet o donaciones. 

Frikis

Galán asegura que mucha gente no entiende su afición y le cataloga de friki «de manera despectiva». El concepto cambia por completo cuando «ven lo que tenemos». La familia tiene claro que es un hobby. No desea vivir de ello. «Lo hacemos por placer y así debe seguir siendo. Si cambiáramos la finalidad, perdería su encanto», afirma Jorge, a quien le gustaría encontrar un lugar donde tener sus juguetes constantemente expuestos: «Nos encantaría disponer de una sala permanente para exponer, pero es muy difícil», comenta.