Carmina Girona no puede más. La situación le supera y está «desesperada». Unos okupas han entrado en su segunda vivienda, propiedad de su madre de 75 años y situada en la urbanización Font de l’Almaguer de Alfarb. Por más denuncias que ha efectuado por los canales legalmente establecidos para luchar contra los delitos, no ha conseguido nada. Está exhausta y asustada. Se han apropiado de su casa y apenas puede maniobrar para recuperarla.

Todo empezó el pasado 28 de octubre cuando un vecino de la urbanización donde se ubica el chalé familiar «propiedad de mis abuelos y que tiene más de 50 años de antigüedad», indica la denunciante, le advirtió por WhatsApp que había visto a gente en la casa. Acudió y comprobó que los candados y la verja de entrada estaban rotos. Acompañada por efectivos policiales, entró a la vivienda y observó que le faltaban enseres, electrodomésticos y herramientas. Presentó la pertinente denuncia ante la Guardia Civil de Alfafar -ella reside en Benifaió- el mismo día. Al siguiente, tuvo que volver a declarar. Había acudido con la empresa de seguridad que provee de alarma al domicilio -que pudieron inhibir los ladrones- y vieron en su patio al perro del vecino -que estaba de okupa en el chalet contiguo, propiedad de un banco- provisto de comida y agua. Eso le hizo sospechar sobre el robo anterior y así se lo hizo saber a las autoridades.

El 18 de diciembre, finalmente, un tercer aviso alertaba a Carmina de la presencia de gente en el chalé. Se presentó y vio que su vecino okupa estaba rompiendo a martillazos la puerta de la casa: «Viven de meterse en propiedades ajenas, las desmantelan y se van cuando las dejan hechas un estercolero», lamenta Carmina Girona. «Me enfrenté a mi vecino y me puse a llorar, le decía que era mi casa. El se puso en la verja y me empujó para que no entrara», relata.

Girona, había avisado a las autoridades. Y se presentó una patrulla de la Guardia Civil: «Mis explicaciones no sirvieron de nada. El okupa se plantó y dijo que esa era su casa a partir de ahora y aseguró que de ahí no se iba. Los agentes solo me pidieron la identificación a mí. Me hicieron sentir como si yo fuera la ladrona», reprocha. Los consejos que algunos le ofrecen no la alientan: «Gente que ha pasado por esto me dice que me olvide, que cierre los ojos y que se vayan cuando quieran. Es horrible, me han robado mi casa», señala apenada.

Navidades tristes

Ante la «pasividad de las instituciones», Girona ha buscado una alternativa: «He contratado a una empresa de desocupación para que negocien con ellos. Les piden mil euros para dejar mi casa, y ante mi desespero me lo estoy pensando. Legal y judicialmente no tengo ninguna salida. Los propietarios estamos abandonados a nuestra suerte», subraya. «Mi madre es una señora viuda de 75 años, yo también soy viuda con 48 años y tengo otra hermana con dos niñas. Estamos solas y hemos pasado las peores navidades de nuestra vida porque un clan nos ha robado impunemente. La urbanización está llena de okupas que tienen barra libre porque la gente les tiene miedo y prefiere no denunciar», termina.