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EVOLUCIÓN URBANÍSTICA

L’Alquerieta, el caserío que se integró en Alzira

El barrio, en el que viven miles de personas, fue hace más de cien años refugio de quienes huían de las inundaciones de la ciudad

Acto inaugural del instituto José María Parra. ARCHIVO ALFONSO ROVIRA |

L’Alquerieta no siempre fue uno de tantos barrios de Alzira. De hecho, su integración en la ciudad se remonta a la década de los años sesenta aunque los primeros documentos que hablan sobre ella son de finales del siglo XIX. Su historia la escriben numerosas familias humildes que, en un momento dado, huyeron de las inundaciones en búsqueda de un futuro próspero.

L’Alquerieta, el caserío que se integró en Alzira |

Así lo detalla el cronista oficial de la ciudad, Aureliano Lairón, en su trabajo «L’Alquerieta d’Alzira. De caseriu a barri integrat en la ciutat», que se incluye en el volumen «Estudis sobre la història, la geografia i el patrimoni cultural de la Ribera del Xúquer» editado por Joan Català i Cebrià con motivo de la XVII Assemblea d’Història de la Ribera. A través de padrones de habitantes, libros de actas municipales y otros documentos, Lairón explica cómo una zona separada por medio kilómetro del casco urbano y con «una configuración urbanística desarrollada de manera descontrolada, desordenada, con calles irregulares y distinto desnivel» se integra «física y definitiva» en la ciudad en los años sesenta.

L’Alquerieta, el caserío que se integró en Alzira |

Lairón sitúa la primera referencia documental de l’Alquerieta en un libro de actas de 1899, justo un año después de que la ciudad sufriera una terrible inundación (días 11 y 12 de enero) que provocó «grandes daños y la lista de muchas casas». Su nombre se incluye en un documento sobre alistamientos del mencionado año. El cronista define a los habitantes del barrio como «gente humilde, muchos de los cuales habían sufrido las consecuencias de las inundaciones del año anterior; gente, en general, joven con ganas de formar familia o procedente de los barrios de las afueras de la ciudad cuando no de zonas limítrofes con la nueva barriada».

L’Alquerieta, el caserío que se integró en Alzira | FOTOS DE VICENT M. PASTOR Y LEVANTE-EMV

«La necesidad de terrenos y viviendas baratas, la búsqueda de espacios sanos, aireados y abiertos, la de juntarse con gente de parecido estatus social, huir de espacios proclives a sufrir las consecuencias de las recientes inundaciones que habían arruinado las viviendas en la ciudad de algunos de los nuevos pobladores, fueron, sin duda, motivos más que suficientes para el traslado y el nuevo asentamiento», añade al respecto Lairón.

L’Alquerieta, el caserío que se integró en Alzira

Un año después, el libro de actas municipales recoge las quejas vecinales emitidas en el pleno ya que «los caseríos denominados Alquerieta y Montañeta no disfrutan de ninguno de los beneficios que tiene la ciudad en general, como son guardias municipales, alumbrado público, ni instrucción pública». En aquel momento, ya se apelaba a la incipiente cantidad de familias que habitaban en el barrio.

De hecho, en 1907, el padrón de habitantes atribuía a l’Alquerieta 1.103 vecinos, «entre los que había 49 matrimonios con cinco o más hijos». Las viviendas se repartían entre seis calles: Carretera de Corbera, calle de l’Olivera, calle Major, calle del Forn, calle de la Muntanya y calle del Tir. «La inmensa mayoría de los cabeza de familia trabajaban en la agricultura como jornaleros, aunque también había tres canteros, tres zapateros, un carpintero, un barbero, un hornero, un obrero de la construcción y un calderero», especifica el cronista alzireño.

Con el paso de los años, el ayuntamiento asumió numerosas inversiones en l’Alquerieta con el objetivo de mejorar la calidad de vida del barrio. Es el caso de la instalación de alumbrado público o aceras en el principal camino que unía ambos núcleos poblacionales. Durante la primera década del pasado año también se puso en marcha la construcción de una capilla para atender las necesidades de los feligreses. No obstante, Lairón sitúa en el año 1910 uno de sus momentos más importantes en su incipiente historia. Fue en octubre de aquel ejercicio cuando el consistorio dio nombres oficiales a las calles. Aparecieron Trafalgar, General Espartero, General Prim o Magallanes. Más tarde se añadirían al nomenclátor Conquista o Numancia. Muchos de estos todavía se conservan.

Durante aquellas primeras décadas del siglo XX, se habilitó una escuela para atender a la cada vez más numerosa población infantil. De igual modo, se estableció el mes de octubre como la época en la que celebrarían sus fiestas de barrio, dedicadas a San Francisco de Asís. Entre 1920 y 1937 aparecieron los que el cronista alzireño considera tres de sus edificios más emblemáticos: la estación sericícola, el amacén de la Diputación Provincial y el lavadero. Este último se mandó construir en los últimos años de la República. De hecho, se inauguró en plena Guerra Civil. Concluido el conflicto bélico, se restauró la capilla que serviría de iglesia para el barrio.

Recorrido en imágenes. L’Alquerieta ha vivido décadas de transformación hasta convertirse en el barrio que es hoy en día. 1 Vista aérea de l’Alquerieta, con la montaña al fondo, en una imagen de archivo.

2 Autoridades municipales y vecinos durante la inauguración del lavadero, el 23 de marzo de 1937.

3 Antiguo edificio que albergó la estación sericícola, construido también a principios del pasado siglo.

4 Colocación de la primera piedra de la capilla el 30 de julio de 1911. F

El instituto facilitó la integración

A partir de los años cincuenta se vivió un periodo de expansión demográfica

Las décadas de los cincuenta, especialmente en su segunda mitad, y los sesenta supusieron un nuevo periodo de expansión demográfica en l’Alquerieta. En aquella época, en concreto en el año 1953, se fundaron dos comisiones falleras, la de San Quintín y la de la calle General Prim. El crecimiento que experimentó el barrio obligó al consistorio a solicitar al Ministerio de Vivienda la construcción de nuevas viviendas «de renta limitada para alojar a cuantas familias que hoy viven en chabolas inmundas», según se recoge en un libro de actas del ayuntamiento del año 1963. Para ello, se ofreció un solar municipal de 780 m2.

Por aquella época también, se construyeron nuevos grupos de viviendas en el nuevo barrio de la Sagrada Familia y un centro educativo (el actual instituto José María Parra), que, en palabras del propio Lairón, «posibilitaron definitivamente la unión de l’Alquerieta con la ciudad». En la actualidad, entre l’Alquerieta y el Torrejó viven más de 5.500 personas.

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