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Disparos con perdigones contra mascotas alarman en Manuel y l’Énova

La situación ha provocado en los animales estrés post-traumático Uno de los balines llegó a perforar la escotilla de una secadora

Uno de los balines perforó la escotilla de una secadora ubicada en una terraza. | LEVANTE-EMV

Dos vecinas de Manuel y l’Ènova han visto recientemente cómo sus viviendas han recibido disparos procedentes de escopetas de balines, con los que no solo han sufrido algún daño material, sino que sus mascotas han resultado perjudicadas.

Maribel Pérez reside en Manuel. Durante días tuvo que estar ausente de su domicilio por causas personales y, al regresar, se encontró en la terraza de su vivienda más de 15 perdigones que, si bien no causaron daños materiales, sí los causaron a su gata: «Notamos al animal muy asustadizo y hacía sus necesidades dentro de casa, cosa que nunca había sucedido. Además, le vimos un herida superficial en una parte de su cuerpo y la llevamos al veterinario. Nos dijeron que su comportamiento era producto de un trauma, por lo que atamos cabos y llegamos a la conclusión de que habían intentado dispararle», relata Maribel a este periódico. Con los balines, se presentó ante la Guardia Civil: «Vinieron a casa a echar un vistazo, pero como yo no vi a quien lo hizo me dijeron que no podían hacer nada», se lamenta. «Estamos intranquilos y, aunque no ha vuelto a pasar, yo estoy muy pendiente al mínimo ruido que oigo. La que más lo está sufriendo es mi gata, que ya ni se atreve a salir, tiene mucho miedo», concluye.

La misma experiencia vivió Ana Casas a poca distancia, en l’Ènova, aunque en este caso sucedió un mes antes. El impacto de los balines llegó a agujerear la ventana de la escotilla de su secadora: «Era domingo y fuimos a comer fuera. Al volver, abrí la terraza para que entrara mi perra, que cuando salimos la solemos dejar allí y ella suele estar tranquila en la parte cubierta, pero vimos que estaba demasiado agitada, y hasta se hizo sus necesidades allí, cosa que no había hecho jamás», relata. «Fui a poner la secadora, que la tengo en la parte cubierta de mi terraza y vi el tiro en la puerta del electrodoméstico. Me asusté y llamé a mi marido. Entonces, nos dimos cuenta de que el susto que tenía mi perra era por eso. Iban a por ella», añade.

Casas se dirigió con su marido al cuartel de la Guardia Civil, pero « como no lo habíamos visto, nos dijeron que tampoco podían hacer nada. ¿Y si llega a ser mi hijo, mi marido o yo misma, qué?», reprocha. Le aconsejaron denunciar a los cazadores ante la autoridad local: «Me negué en redondo, cualquiera puede haber sido y no tiene por qué ser cazador. Además, no estaba dispuesta a poner al pueblo en mi contra por señalar a un responsable solo para que me arregle la secadora», añade.

Miedo a salir

Al igual que la gata de la vecina de Manuel, la perra de Ana no se atreve a salir: «Con el paso de los días, se me ocurrió sacarla otra vez a la terraza, a ver si ya se le había pasado el miedo. Me fui a trabajar y al volver estaba tan, pero tan traumatizada, que permanecía escondida en el hueco que hay bajo el depósito del agua, en un lugar donde nadie puede verla, y me costó sacarla de allí con ayuda de mi hijo», cuenta. La vio tan mal que no dudó en llevarla a un veterinario: «Fui de urgencia y le hicieron una analítica. Y todo por los nervios que le ha producido el dichoso disparo. ¿Qué daño hace a nadie el animal? Encima está en mi casa, no está en la calle», concluye indignada.

Al final, quienes acaban ‘pagando los platos rotos’ son los animales, que ante el miedo intenso, se orinan y defecan involuntariamente. Una situación traumática como la vivida por las mascotas de las vecinas de Manuel y L’Ènova les genera estrés y ansiedad crónica, lo que afecta a su salud, siendo más susceptibles de padecer enfermedades e incluso a acortar su esperanza de vida.

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