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Tierra de la Muntanyeta de Alberic junto a la tumba de la víctima del nazismo

Una delegación oficial del municipio viaja a la República Checa para rendir homenaje a Vicente Vila Cuenca y plantar un árbol en su memoria

Tierra procedente de la popular Muntanyeta de Alberic, uno de los símbolos del municipio, para arraigar los recuerdos. | LEVANTE-EMV

Vicente Vila Cuenca, el vecino de Alberic asesinado por los nazis en 1945, ha recibido un sentido homenaje en el crematorio civil de Strasnice. Jamás pudo volver a su tierra, pero un pedazo de ella ha ido en su busca para que la memoria de Alberic arraigue junto a su recuerdo. El concejal de Servicios Múltiples del Ayuntamiento, Juan Vergara, se desplazó hasta territorio checo una urna con tierra de la Muntanyeta. Con ella se plantaron varios árboles que aspiran a evocar cerca de su tumba a los compatriotas que lucharon por la libertad.

Ofrenda floral llevada a cabo en la población de Hradischko en memoria de los fallecidos. | LEVANTE-EMV

Una comitiva española con representantes de varios gobiernos locales y autonómicos y los investigadores que han permitido localizar los restos de las siete víctimas españolas asesinadas acudieron al campo de concentración checo de Hradischko. Los restos de Vicente Vila, que fueron conservados en secreto por el enterrador del recinto, permanecen allí. El edil alberiquense participó en el memorial y en una ofrenda floral en Hradischko y en el propio crematorio de Stranice, donde cada 8 de mayo se organiza una jornada de recuerdo. Ha sido esta la primera vez que España se acercaba para recordar la figura de aquellos que perecieron defendiendo los valores de la democracia.

Vicente Vila Cuenca abandonó Alberic hace ahora 110 años. Nacido el 7 de noviembre de 1900, contaba con dos hermanos, Arturo y José, hijos de José Vila Duato y Teresa Cuenca Caraset, que vivían en 1901 en la calle Júcar. Cuatro años después se mudaron a una casa de la Plaza Mayor y aunque en ella constan en 1911, a partir de ese momento desaparecen de los registros, por lo que se deduce que la familia emigró entera. Cuando la guerra se adueñó de España, salió al exilio y acabó enclaustrado en el Stalag de Compiègne, al que llegó el 17 de enero de 1944. Su deportación hasta Buchenwald (el campo con mayor presencia de españoles tras Mauthausen y Dachau) se produjo dos días después y allí recibió el número 41.065.

El de Alberic fue desplazado a los centros de exterminio de los nazis junto a los ribereños Juan Belmonte, de Algemesí; y Emilio Corral, de Cullera. No se construyó allí la cámara de gas hasta enero de 1945 pero el sufrimiento se difundió a través de torturas diarias puesto que los perros estaban entrenados para morder a los prisioneros si dejaban de trabajar. Incluso así, los complots para sabotear la construcción del centro de aniquilación y los bombardeos de los aliados imposibilitaron la puesta en marcha de la cámara de gas hasta pocos meses antes de la liberación de los prisioneros al acabar la II Guerra Mundial. No menos de 16.685 personas fueron exterminadas entre enero de 1945 y la liberación del campo, que se produjo el 11 de abril de ese mismo año. Vicente Vila murió solo dos semanas antes de la liberación, el 19 de abril de 1945.

Las investigaciones de Unai Eguia, Antón Gandarias y Antonio Medina acreditaron que sus cenizas se hallaban en tierras checas gracias a la labor de un enterrador valiente que, jugándose con ello la vida, quiso dar sepultura digna a las víctimas de aquella barbarie. Los cuerpos sin vida que František Suchý llevó al crematorio civil de Strašnice en abril de 1945 procedían de Hradischko, un pequeño subcampo dependiente de Flossenbürg. No había allí crematorio propio, por lo que los nazis se veían con la necesidad de desplazar los cadáveres para eliminar las huellas de sus asesinatos. Más de 100.000 personas fueron deportadas a Flossenbürg y sus campos agregados entre 1938 y 1945, siendo asesinados unos 30.000. Sólo en Hradischko, los nazis ejecutaron a unos 200 deportados en los días previos a su evacuación, el 26 de abril de 1945.

Las necesidades bélicas de los nazis obligaron a Suchý a formar parte del sistema de aniquilamiento. Y no quiso aceptarlo. Desobedeció registrando quiénes eran los asesinados y dónde iban a ser enterrados a través de urnas individualizadas. Incluso mandó hacer una copia de los registros a su hijo.

Acabada la guerra, los recipientes con las cenizas fueron depositados con honores en un enclave privilegiado. Los investigadores españoles pudieron seguir la pista de una carta que la madre de Antón Gandarias y hermana de Ángel Lekuona (uno de los asesinados) recibió en 1945 por parte de un compañero, Gregorio Uranga, en la que indicaba que Ángel había sido incinerado en Praga. Los españoles allí enterrados estaban inscritos como Henri Mone (Enric Móner); Pedro Raga, Ángel Lekuona, Antonio Medina y Rafael Moya aparecían con idéntica fecha de defunción y de cremación que Móner y Vicente Vila Cuenca, que fue inscrito como fallecido el 19.4.1945, incinerado el 23.4.1945 y con número de urna 62752. 

Un auténtico infierno

Según reconstruye el periodista Carlos Hernández, la investigación ha servido también para desvelar lo ocurrido en uno de los recintos menos conocidos del III Reich. Al menos 40 españoles llegaron en marzo de 1944 a Hradischko. Eran verdaderos héroes que habían combatido en la resistencia antinazi. Esa valentía la pagaron muy cara. Solo una cuarta parte consiguió sobrevivir en aquel infierno. Las condiciones de vida de los prisioneros eran insoportables. Trabajaban de sol a sol, sin apenas comida y sometidos a todo tipo de vejaciones y torturas. La crueldad de Lange fue especialmente patente. Al menos 50 prisioneros fueron asesinados a balazos mientras eran conducidos al trabajo. Entre ellos cinco de los españoles cuyas cenizas han sido ahora localizadas.

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