José Luis Andrés lleva literalmente toda una vida detrás del mostrador despachando jamón, embutidos o quesos de primera calidad y, después de doce años en que los cíclicos anuncios de cierre entre bromas ya generaban incredulidad entre sus clientes, ha colgado finalmente el cartel en la puerta. No hay marcha atrás, ya no hay jamones colgados a sus espaldas y las estanterías habitualmente llenas de género se han dejado de reponer. Ultramarinos Córdova, una de las tiendas más antiguas de Alzira, cierra definitivamente sus puertas el martes 31 de mayo.

José Luis Andrés, esta semana, junto al cartel que anuncia el cierre en la tienda. | PERALES IBORRA

El charcutero llegó al establecimiento que por entonces regentaba Ramón Córdova con 13 años y echa la persiana con 72. Dos fuerzas opuestas chocaban en su interior a la hora de tomar la decisión de poner fin a una trayectoria profesional de casi 60 años. «Cincuenta y nueve y medio», puntualiza. Pero la «apatía en las ventas» y el coste que le representa una jubilación activa que le permite trabajar -últimamente ya solo por las mañanas- con una notable rebaja de la pensión le han llevado a dar el paso.

Imagen antigua de la tienda de la calle San Vicente Ferrer repleta de género. levante-emv

También los esfuerzos al distribuir por la tienda la mercancía más pesada se acusan más que antes, aunque es un aspecto secundario. El torrente de vitalidad que desprende este «botiguer» de Carcaixent no ha mermado con la edad. De verbo fácil y fluido, con socarronería a raudales, tiene para todos y tan conocida como la calidad de su género es su carácter «renegón» con las clientas, «siempre dentro de un contexto de cariño», defiende.

«Posiblemente lo añore, pero ya tocaba, porque ser comerciante en una tienda pequeña supone trabajar las 24 horas del día. Hasta ahora lo he llevado bien, pero hay una fuerza que me dice que descanse», resume José Luis Andrés. El propietario de Ultramarinos Córdova admite que el negocio no fuciona como antes. De hecho, la gráfica de facturación tuvo un punto de inflexión en el año 2000 para cambiar una curva hasta ese momento ascendente por otra que no deja de bajar. Y ya han pasado 22 años. Pese a esa realidad, considera que «el enemigo del pequeño comercio no es Mercadona, Carrefour ni las grandes superficies. El mayor enemigo de las tiendas es el ritmo de vida y la prisa actual que no permite guardar cola para comprar una cuarta de jamón», subraya.

«Esto no es una mina de oro como algunos pudieran creer (...) y me siento fracasado porque no he podido traspasar el negocio, pero como veo que no tiene futuro, pienso que si se lo traspaso a alguien le estaría engañando», comenta Andrés, mientras recuerda que en un momento dado su hijo se planteó la posibilidad de asumir la tienda y rápidamente se lo quitó de la cabeza. «Claro que me sabía mal que esto se acabara, pero no quería que fuera un esclavo como yo», señala.

Aprendió el oficio de Ramón Córdova tras llegar a la tienda un verano al acabar el curso, gracias a la mediación del gerente de Papensa, Antonio Pastor, a quien Córdova le había manifestado el interés en incorporar un aprendiz. «Lo que me ha pasado en mi vida es increíble», comenta en referencia a una etapa en la que, frente al tormento que representaba para él el colegio, se le abrieron las puertas de una familia «educada, que me manifestaba cariño y además me pagaba». El intento por combinar una larga jornada laboral con las clases nocturas en la academia de Cándido Monleón en Carcaixent pronto se manifestaron incompatibles y José Luis optó por centrarse en la tienda.

Ramón Córdova ejerció de mentor y acabó por traspasarle el negocio en condiciones muy ventajosas cuando, en 1979, se jubiló. Según recuerda, calculó el importe de la mercancía que había en la tienda y le permitió fraccionar el pago. El joven empresario declinó la propuesta de renovar la póliza del seguro por los apuros económicos y debido a que, según recuerda, los vecinos le manifestaban que nunca había llegado el río a esta calle. Un par de años después la rotura de la presa de Tous anegaba por completo el negocio. Andrés recuerda que cuando pudo hablar con Ramón Córdova, desolado y sin expectativas de reabrir, éste le emplazó a que la tienda estuviera abierta para Navidad y le ayudó a conseguirlo.

Son detalles de la intrahistoria de un negocio que se instauró en Alzira mediados los años treinta y que recaló en la calle San Vicente Ferrer tras una etapa inicial en Santa Teresa y otra en Faustino Blasco.

El jamón ha sido el rey del negocio. «Un representante me decía que si tenía buen jamón la gente acudiría y he tenido siempre el mejor que he podido encontrar», evoca.

«Yo no nací ‘botiguer’, era introvertido y vergonzoso, pero las clientas me han dado tantas bofetadas que me han hecho rebelde. Soy rebelde por supervivencia», señala con su sarcasmo habitual, que en ocasiones ha utilizado para disparar contra clientes que le resultaban incómodos sin que estos se sintieran agredidos. Esa guasa es la que le ha permitido generar un vínculo con una clientela a la que ha podido despedir con un «estoy harto de verte» y a los pocos días ha regresado. Genio y figura.