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Solo la venta online garantiza al labrador la rentabilidad citrícola

Los ingresos se pueden cuadruplicar

Labores agrarias sobre el tractor. | FERNANDO DURÁ

Lejos han quedado los años de esplendor de la naranja en los que los grandes agricultores conformaban la clase adinerada de la sociedad ribereña. Y aunque el campo y los almacenes frutícolas todavía constituyen uno de los ejes económicos principales de la comarca, el sector atraviesa una complicada crisis. La falta de rentabilidad, la ausencia de relevo generacional, el abandono de parcelas, las plagas, las importaciones extranjeras de dudosa ética, el incremento de los costes... La lista de complicaciones puede ser tan larga como uno quiera. Sin embargo, algunos productores se reinventan y encuentran su viabilidad en la venta directa a través de internet. Una alternativa que no es válida para todo campesino, pero que sí gana cada vez más terreno a las fórmulas mercantiles habituales.

Durante los últimos años, el agricultor medio ha visto cómo su margen de beneficios se reducía hasta, incluso, acabar con cosechas que ocasionaban pérdidas. No resulta complicado ver, en cualquier supermercado, frutas o verduras que multiplican por diez la cantidad percibida por el productor. «El precio es piramidal, va de arriba hacia abajo. El agricultor es el último y el único que no puede cubrir sus costes», comenta al respecto Bernardo Ferrer, vicepresidente segundo de AVA, que prosigue: «Es normal que, ante la falta de rentabilidad, se busquen alternativas. Muchos se hartan de ver cómo, por ejemplo, el kilo de navelina se paga a ocho céntimos en el campo, a 0,97 euros en la puerta del almacén y a 1,95 en cualquier lineal».

El sistema imperante ha variado poco o nada en mucho tiempo. Los propietarios aportan sus cosechas a una empresa o cooperativa, que lleva sus cuadrillas a recolectar la fruta y la prepara para su envío. Los transportistas se encargan de llevarlas a los establecimientos para su venta al consumidor. Si se eliminan los intermediarios de la ecuación, el resultado ya puede repercutir beneficios para el agricultor.

«Depende de la campaña, pero puedo llegar a recibir cuatro veces más», confirma Fernando Durá, agricultor de Sueca, que añade: «Yo pongo el precio a la naranja y al trabajo que realizo para cosecharla y prepararla para el envío». Unas condiciones que el mercado no permite.

Proximidad como bandera

Durá encontró en internet y las redes sociales una vía de rentabilidad en un momento de máxima necesidad. Así lo explica: «Me vi en una situación que ningún agricultor quiere. En septiembre, había apalabrado con un intermediario el precio que me pagaría. Pero llegó diciembre y se borró del mapa, ya no supe nada de él. Me vi con la cosecha en el árbol y busqué la manera de darle salida. Me decanté por internet, echar mano de mis contactos y redes sociales y empecé a recibir muchos pedidos». Desde entonces, ha descartado la venta tradicional y se ha abonado a la digital, que también le aporta un contacto directo con sus clientes: «Pueden ver en mis redes sociales cómo se trabaja en el campo día a día».

Ferrer destaca además, los beneficios, más allá de los económicos, que aporta esta alternativa: «Por un lado, es mucho más fácil promover el producto de proximidad y, por tanto, reducir la huella de carbono. Además, la fruta va, prácticamente, del campo a la mesa, una opción que cada vez atrae más al consumidor. Esto implica frescura y calidad, un valor añadido que solo puede aportar el agricultor», expone.

Aunque tampoco menosprecia su indudable potencial: «Es verdad que es un tipo de mercado que no crece de forma extraordinaria, pero el consumidor cada vez demanda más este tipo de oferta, por lo que va a seguir creciendo», concluye el vicepresidente de AVA.

La diferencia se nota en el sabor

El agricultor Fernando Durá se mostró sorprendido por la cantidad de mensajes positivos que le hacen llegar sus clientes online. «Me han realizado pedidos de toda España. Siempre intento que lleguen entre 24 y 48 horas después. Y muchos me dicen que nunca habían probado unas naranjas como las mías. Para nosotros es normal cogerlas y comerlas directamente, en su momento óptimo. Pero la mayoría las compran en supermercados, lo que implica que han pasado por una serie de procesos para alargar su vida y para que ofrezcan su mejor aspecto. Entre unas cosas y otras, ha pasado mínimo una semana entre que se recolecta y llega a su casa. La diferencia se nota en el sabor», destaca. Al respecto también subraya que esta alternativa es también pedagógica: «Enseñas al consumidor que no debe prestar tanta atención a los criterios estéticos, como sí hace el mercado tradicional, y luchar contra el desperdicio alimenticio. Las frutas, a veces, tienen marchas en la piel, pero son perfectamente comestibles».

Más sacrificio para el productor

Bernado Ferrer insiste en que es «un mercado bastante copado», por lo que no aporta «una solución definitiva. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. No todos los agricultores están capacitados para ponerse a vender de forma directa a través de internet. Otros puede que no estén dispuestos a ello. «No todo el mundo es tan sacrificado como para ponerse a recolectar o preparar los pedidos todos los días», sostiene el agricultor Fernando Durá.

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