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El calor impulsa la mosca negra y augura más plagas tropicales

La acción humana da facilidades al mosquito tigre, que debería verse perjudicado por las sequías

Fumigación aérea contra la mosca negra en un tramo del Xúquer situado en Sueca. | PERALES IBORRA

Resulta complicado recordar qué día fue el último en el que las temperaturas máximas de la comarca no fueron sofocantes. Igual de difícil es discernir cuándo se está en una ola de calor o no, ya que el mercurio se mantiene en valores elevados durante mucho tiempo. El clima sofocante, más propio de zonas tropicales aunque cada vez más instaurado en el Mediterráneo, influye también en el comportamiento de las principales plagas de insectos, que encuentran facilidades para incrementar su ciclo reproductivo. Además, el cambio climático augura la llegada de otras especies tropicales en un futuro no demasiado lejano.

En líneas generales, según explica Rubén Bueno, director técnico y responsable del departamento de I+D en Lokímica, empresa que gestiona los tratamientos periódicos contra mosca negra y mosquito tigre en la comarca a través del Consorci de la Ribera, «la temperatura y el agua son dos de los factores más importante en su ciclo vital». «Cuando el calor es mayor, su actividad reproductiva crece de igual manera. Las altas temperaturas benefician a muchos insectos como estos, que tienen explosiones demográficas en cortos periodos de tiempo», añade.

La mosca negra encuentra su hábitat ideal en lugares donde el agua fluye. Ríos como el Xúquer, por ejemplo. «En ecosistemas mediterráneos, la mosca negra tiene una actividad perfecta, ya que encuentra aguas a la temperatura adecuada», expone Bueno, que añade a continuación: «A medida que el agua se calienta más, el ciclo larvario de la mosca negra es más rápido. Si se acelera, esto implica más reproducciones y, por tanto, mayor población». A pesar de que en diversas cuencas hidrográficas se han realizado sueltas puntuales de caudales para reducir la temperatura de los ríos, el rango en el que oscila durante estos días todavía es lo suficientemente cálido como para esta especie. Además, el aporte extraordinario suele traducirse en una mayor oxigenación del agua, otro factor beneficioso para la molesta mosca negra.

Su compañero en el particular dúo de plagas veraniegas, el mosquito tigre, necesita unas condiciones hídricas diferentes. Mientras la mosca negra habita zonas donde el agua fluye, como los ríos, este necesita masas estancadas. Balsas, charcos y cualquier acumulación, por pequeña que parezca, es el lugar idóneo para que el mosquito se reproduzca.

Descuidos que dan vida

Un hecho que, a priori, debería ser un obstáculo, no lo es tanto. Un verano caluroso, en el que los días de sequía se cuentan por decenas, podría traducirse en una caída de la población de este insecto, pero la acción humana lo impide. «Sobre el papel, debería tenerlo más complicado», señala Bueno, que prosigue: «Hace mucho tiempo que no llueve, por lo que no se producen acumulaciones de agua estancada. Además, en el caso de que existieran, se evaporarían por las altas temperaturas. Pero las personas pueden propiciarle estos espacios. Por ejemplo, una persona que riegue mucho sus plantas estos días para evitar que se mueran de calor, si no es cuidadosa, puede generar un encharcamiento en los típicos platos que se colocan debajo de las macetas. Si no se retira, es un lugar idóneo para que prolifere».

Además, Bueno reflexiona sobre las consecuencias que tendrán los veranos extremadamente calurosos sobre las plagas de insectos: «El cambio climático es una realidad y, al mismo tiempo, un factor que favorece la eclosión de muchas especies, muchas de las cuales pueden llegar desde climas tropicales y adaptarse. La globalización favorece la movilidad de algunos insectos y en el mosquito tigre tenemos un claro ejemplo», concluye el experto.

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