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El vuelo del niño que soñaba con ser bailarín

El alzireño Adrián Román se traslada a Polonia tras trabajar en Alemania y Francia

Adrián Román en una de sus actuaciones. | LEVANTE-EMV

Dicen que los bailarines no necesitan alas para volar, pero Adrián Román puede asegurar que ha volado, y mucho, gracias a la danza. Su próximo destino, en tan solo unas semanas, será Polonia, aunque ya ha estado en otros países como Alemania o Francia liderando algunas compañías de baile.

El bailarín Román. | LEVANTE-EMV

Román inició sus estudios en el mundo de la danza en Alzira, su ciudad natal. Desde pequeño, se consideraba un apasionado del baile y de la música. Fue en el teatro del colegio, donde una de las profesoras le recomendó que se apuntara a clases de danza. «Empecé bailando funky en una academia de Alzira, pero, a los 16 años, me planteé probar algún estilo diferente porque quería experimentar otras formas de baile», expone Román. A partir de ahí, el ballet se convirtió en su gran pasión, hecho que demuestra cada vez que sube a un escenario.

Inicios tardíos

Tras dar sus primeros pasos dentro del mundo del ballet en su ciudad, el alzireño se trasladó al Conservatorio Profesional de Danza en València. Reconoce que los primeros años fueron un poco complicados. «Los bailarines suelen empezar en esta disciplina con 7 años, pero yo tenía 16, por lo que era difícil, ya que mi cuerpo no estaba preparado y tenía que trabajar mucho la técnica y la postura para estar al nivel del resto de compañeros», explica. No obstante, reconoce que aquella fue una decisión acertada. «En València vi que había más chicos que bailaban y, por lo tanto, no me sentía tan solo», indica.

Durante aquellos años, Román decidió compaginar el conservatorio con sus estudios de pedagogía en la universidad. «Estuve tres meses, pero no podía más, ya que tenía que ajustarme a los horarios de las clases de baile porque por la mañana tenía que estudiar. Entonces me di cuenta que quería estar vinculado a la danza, aunque no descarto estudiar alguna carrera porque el cuerpo no aguanta todo lo deseado», reivindica.

Con 18 años, Román se trasladó a Madrid, donde se graduó en el Conservatorio Profesional de Danza Carmen Amaya en 2014. Ese mismo año, Román fue contratado por el Ballet Magdeburg de Alemania, bajo la dirección de Gonzalo Galguera. Allí trabajó seis años convirtiéndose en bailarín principal de la compañía.

«Aquello fue un gran salto porque, desde ese momento, el baile se convertía en mi profesión y, además, me desplazaba a otro país», señala. Román añade: «No sabía alemán, pero me tuve que espabilar porque estaba yo solo».

Un brillante palmarés

Posteriormente, el alzireño fue contratado como bailarín principal en la compañía Illicite Bayone, en Francia, donde debutó bailando Desireé, en «La Bella Durmiente». Algunos de los papeles que ha interpretado hasta el momento son Conrad en «Le Corsaire», Franz en «Coppéila» o Jonathan Harker en «Drácula».

A pesar de su corta trayectoria, Román cuenta con un gran palmarés, ya que ha recibido el premio al mejor talento joven del Theater Magdeburg y el primer premio en la categoría superior del Concurso Internacional de Danza de Torrelavega en 2014.

«No me importa viajar porque mi vida es la danza y, además, tengo el apoyo de mis padres, que aceptaron desde el primer momento que este debía ser mi oficio», reivindica el joven bailarín alzireño.

No obstante, Adrián Román reconoce que le gustaría trabajar en España. «Hay muy pocas oportunidades para la cantidad de demanda que existe y, además, no se le da el suficiente valor a esta disciplina artística. Por ejemplo, en Alemania hay un teatro en cada ciudad y, durante la pandemia, seguíamos cobrando, aunque no pudiésemos trabajar, pero eso es impensable en nuestro país», expone.

A pesar de ello, el alzireño regresa a su ciudad natal siempre que la agenda se lo permite. «Vuelvo en Navidad y en verano. Es difícil estar fuera de casa porque echas de menos a tu familia y amigos, el idioma, el carácter de la gente o el buen clima», reivindica Román.

Este sentimiento se agravó todavía más durante los meses de pandemia. «Estaba en Alemania solo, lejos de casa y sin saber qué estaba ocurriendo en mi país», explica. Reconoce que es uno de los sacrificios que conlleva la danza. «Quiero vivir del baile durante muchos años. O hasta que el cuerpo, que es la herramienta principal, aguante», concluye entre risas.

«En España hay pocas oportunidades de trabajo»

«Quiero vivir del baile durante muchos años, o hasta que el cuerpo aguante»

Saray fajardo. Alzira

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