Viajar en tren en la Ribera ya es una odisea

Los empleados llegan tarde al trabajo y los estudiantes pierden exámenes

Un vagón atiborrado, una imagen demasiado común.

Un vagón atiborrado, una imagen demasiado común. / Levante-EMV

Emma Sanchis

El miércoles volvió a ser un día de saturaciones, retrasos y lamentos entre los usuarios de la línea C-2 de Cercanías. El transporte público que ofrece Renfe indigna cada vez a más viajeros. Debería ser la mejor opción y la más sostenible del transporte público pero de momento solo resulta la más económica. Muchos temen ser despedidos por llegar tan asiduamente tarde al trabajo. Las quejas y reclamaciones aumentan día tras día y año tras año.  

El 25 de enero ha quedado fijado en la memoria de muchos. Entre los testimonios del día destaca el de la alzireña Alejandra Giménez que, a mediodía, acudía a un examen con dos horas de anticipación y llegó por los pelos. La joven relata como tras esperar más de 20 minutos, algo «bastante habitual», el tren se paró en seco tras escucharse «ruidos raros». «La gente estaba muy preocupada, se vieron chispas y el tren olía a quemado», rememora. 

Tras más de una hora de espera, una persona aparentemente vinculada a la empresa apareció para tranquilizar a los viajeros y un hombre de mantenimiento abrió una puerta para inspeccionar las vías, oportunidad que varias personas aprovecharon para salir a fumar, caminar e incluso recoger naranjas. El incidente ha generado quejas en días de exámenes finales universitarios, a los que varios llegaron tarde.

Entre los estudiantes surge una ansiedad colectiva frente a un sistema que siempre se retrasa, y decepciona en el peor momento, con entregas, exposiciones o exámenes. Los alumnos son los principales usuarios, aunque la gratuidad ha sumado nueva clientela. El resultado es un flujo de gente frente al que Renfe no ha sabido responder. Cada vez resulta más difícil realizar algún viaje sentado a horas punta.

La situación se prolongó casi todo el día. De hecho, por la tarde se convirtió en una «película de ciencia ficción», como lo calificó un viajero. Eran las 17:30 cuando el tren de las 17:19 acababa de partir. El peor presagio se materializó cuando el tren de las 17:49 no estaba anunciado todavía a las 17:48. Los dos trenes próximos estaban cancelados. La palabra se cernía en rojo y en mayúsculas ante la impaciencia de los usuarios del servicio de Cercanías. 

Desalojo

«És lo de siempre», es la frase más común entre vías. De los convoyes que cruzan la Ribera no hubo noticias hasta que dos trenes se dispusieron en una vía para salir a las 18:19. Vía 5, A y B. A la espera, algunos pasajeros de ambos trenes descansaban hasta que una estridencia rompió el silencio. Una voz femenina se intuía de fondo. Se rumoreaba que había que bajarse de los vagones. Dos trenes repletos acabaron vaciándose.

Nadie comprendía qué pasaba, ya que la única posible manifestación de lo ocurrido se dio por Twitter. «Se ve que hay un problema en Silla y el servicio se retrasa a tren por hora», compartían algunos jóvenes. Otra alerta por megafonía: «Vía 8 C». Pero no la última, ya que el megáfono más tarde dirigió a toda la marabunta una vez más a la 5 AB. Las malas caras, la desilusión, el cansancio e incluso comentarios despectivos - «Se están riendo de nosotros», clamaban- se apoderaron de los varios cientos de personas que fueron de un lado a otro hasta que al fin, a las 19:20 horas, el tren puso rumbo a Xàtiva. 

Otra alzireña, Micaela Peral, salía de trabajar en València a las 18 horas y llegó a su población a las 20:10. La joven abogada lamentó la pérdida de tiempo que le había robado la tarde y roto su rutina. Pero como la gran mayoría, su única esperanza de llegar a casa después de un día de trabajo, estudio u ocio es ser sardina enlatada (con riesgo de contagio) en un tren colapsado y retrasado.