La Ribera pierde en apenas ocho años casi la mitad de las sucursales bancarias

En diez de los municipios de la comarca ya no existe ni una sola oficina - Los datos oficiales del Banco de España confirman la drástica reducción del servicio - La necesidad de operar de manera telemática penaliza a los clientes de mayor edad

Sucursal bancaria cerrada en Alzira.

Sucursal bancaria cerrada en Alzira. / SALVA VIVES

Rubén Sebastián

Rubén Sebastián

La sociedad avanza al frenético ritmo al que evoluciona la tecnología y, en contraposición, retrocede la atención personalizada. Casi cualquier gestión administrativa o financiera se puede realizar a golpe de click o de dedo en la pantalla de un teléfono móvil. Es la era del «hagáselo usted mismo». Cada vez tienen menos cabida las sucursales bancarias, que han experimentado un importante retroceso en la Ribera en los últimos años. Desde el 2015, han desaparecido prácticamente la mitad de las oficinas. Una tendencia que se arrastra desde la crisis económica de 2008 y que, a día de hoy, no parece tener fin.

Entre 2015 y 2021, de hecho, la comarca ha pasado de contar con 177 sucursales bancarias a poseer 108. Esto quiere decir que en poco más de un lustro se han perdido casi el 40 %, según los últimos datos conocidos del Banco de España. No parece exagerado, pues, afirmar que desde 2015 hasta la actualidad la Ribera ha perdido prácticamente la mitad de las oficinas de que disponía.

Atención mermada

A pesar de que las grandes entidades bancarias rara vez presentan balances financieros con pérdidas económicas, una de las claves para obtener resultados positivos se encuentra en la reducción de gastos. A medida que la tecnología ha permitido realizar buena parte de los trámites y gestiones a partir de los ordenadores y teléfonos móviles, las oficinas han cerrado sus puertas para dejar un hueco en su servicio de atención personal que las personas con dificultades económicas o de conocimiento tecnológico echan de menos. Además, esto implica que este sea, a su vez, más precario.

Según el citado informe, hasta diez municipios de la Ribera perdieron la totalidad de sus sucursales en dicho periodo, ya que solo disponían de una única entidad y esta cerró su sede para siempre. Es el caso de Antella, Beneixida, Favara, Fortaleny, l’Énova, Llaurí, Massalavés, Riola, Senyera y Sumacàrcer. Todos ellos, pueblos pequeños que representan mejor que nadie el éxodo rural que los bancos han protagonizado en los últimos años.

Aunque lo cierto es que el cierre de oficinas bancarias no es un problema exclusivo de las poblaciones más pequeñas, ya que afecta también a las grandes ciudades. Entre 2015 y 2021, Alzira pasó de 26 a 15. Prácticamente perdió dos por año. Quince sucursales para atender a 45.000 personales. En el caso de Sueca, las catorce disponibles en 2015 se convirtieron en tan solo nueve en poco más de un lustro después. Carcaixent pasó de nueva a siete mientras que Cullera, de once a siete. Algemesí es la localidad que sale mejor parada, pues en el periodo analizado tan solo ha perdido una (de doce a once).

Con todo, esta circunstancia también supone un problema para los pueblos más pequeños, que han visto como se quedaban sin bancos y, al buscarlos en las grandes ciudades, encontraban menos sucursales abiertas. Una carencia que, durante años, han intentado suplir tanto las cajas de ahorro rurales, con una red de oficinas que también es menor ahora de lo que era antes. También ha funcionado como un parche el servicio de autobús que algunas entidades pusieron en marcha, en franjas horarias muy concretas, a modo de sucursales sobre ruedas.

Al menos un cajero

Ha sido, sin embargo, la Generalitat la que ha dado un paso importante para llenar, con recursos públicos, el vacío que había dejado la banca en su repliegue hacia las grandes ciudades. Gracias a su plan de exclusión financiera, incluido entre las medidas promovidas para frenar la despoblación, varias localidades de menos de mil quinientos habitantes han recuperado, en los últimos años, los cajeros automáticos. El Mareny, Llaurí, Sant Joanet, Benimuslem, Senyera, Sellent, Beneixida, Cotes o Benicull se han visto beneficiadas por esta medida que, si bien no permite ofrecer la atención personalizada que muchos de los clientes necesitan, sobre todo los más mayores, cuya formación digital es escasa y en mucho casos nula, sí que les ayuda a realizar la más básicas de las gestiones: acceder a su dinero.

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