La Ribera espera durante siglo y medio que la defiendan
La amenaza de las inundaciones persiste pese a los daños que provocan los cada vez más frecuentes desbordamientos
El hartazgo social empuja a la Administración a diseñar infraestructuras de protección
La Confederación Hidrográfica del Xúquer reactiva los planes de defensa tras numerosos aplazamientos

Lancha de auxilio que recorría las calles inundadas de Carcaixent hace justo 41 años. / Levante-EMV
La Ribera espera desde 1864, año en que se produjo la catastrófica riada de Sant Carles, obras eficaces de defensa contra las inundaciones. Los desbordamientos de ríos y barrancos nunca han dejado de ser una amenaza para la comarca. Se sucedieron, con menor o mayor gravedad, en 1958, 1965, 1982 o 1987. En las últimas décadas las inundaciones han sido todavía más frecuentes en muchos puntos de la comarca. Ya en 1884, el ingeniero Antonio Ruiz Castañeda redactó un anteproyecto general de defensa de la Ribera que pronto quedó paralizado. Desde entonces se han planificado numerosas infraestructuras que siempre han quedado convertidas en papel mojado. La mayor inversión se produjo tras la pantanada de 1982, de la que el viernes se cumplieron 41 años, pero desde entonces escasean.
La Ribera espera desde 1864 obras eficaces de defensa contra unas inundaciones que resultan catastróficas
El Ministerio para la Transición Ecológica reactivó los planes para regular los caudales del río Cànyoles y Albaida, imprescindibles para evitar inundaciones en la Ribera. Tan pronto se anuncia una presa de laminación, ampliaciones de cauces o la construcción de muros como se sufren frenazos y reiterados aplazamientos que convierten en interminables la mayoría de los proyectos.
Rentabilidad asegurada
Invertir en obras contra inundaciones resulta rentable. El ingeniero Xavier Machí, redactor del estudio de alternativas para la reducción del riesgo de avenidas en la Ribera, defendió hace apenas seis meses en Alzira que todos los cálculos que analizan la relación coste-beneficio de las actuaciones planteadas son positivos y no dudó en señalar que las obras de protección del caso urbano de Alzira no solo se amortizarían en un plazo de ocho años sino que podrían evitar daños valorados en varios cientos de millones.
Machí subrayó que, aunque la posibilidad de que se produzca una gran inundación es baja, las aportaciones del río Cànyoles, un mero afluente del Albaida, son suficientes para generar durante los episodios de lluvias torrenciales puntas de caudal de más de 1.700 m3/sg, capaces de anegar diferentes zonas de la Ribera. El experto concluyó, a modo de ejemplo, que únicamente con los daños que la presa de Bellús evitó en las inundaciones de 1997 al regular el Albaida ya podría justificarse la inversión realizada.
Los expertos calculan que las infraestructuras que ahora se proponen evitarían daños de cientos de millones
En el caso de Alzira, según el estudio técnico realizado para evaluar los beneficios que aportarían las obras planificadas en la capital de la Ribera Alta, «en ocho años podría amortizarse la inversión, además de evitar daños por varlos de cientos de millones de euros», concluyó el ingeniero.
Otra vez en la agenda política
La concienciación social, alimentada por las reiteradas pérdidas que provocan las inundaciones, ha contagiado de nuevo a los políticos. Todos los portavoces municipales de Alzira aprovecharon su discurso conmemorativo del 9 d’Octubre para reclamar una mayor financiación que permita construir nuevas infraestructuras que reduzcan la inundabilidad que afecta especialmente a los barrios situados en cotas más bajas.
La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) ya ha destinado 40 millones de euros a proteger a Alzira y Carcaixent de los barrancos. Ya se han sometido a información pública los proyectos. No obstante, el inicio de las obras no se producirá antes de 2025. Se ampliará y aumentará la profundidad del barranco de la Casella con un coste estimado en 24 millones, se construirá un dique para proteger Cogullada y se desviará el Barxeta para que desagüe directamente en el Xúquer en Carcaixent. En este caso, el importe estimado de las obras es de 16,2 millones. El derribo del alzireño Pont de Xàtiva y la reordenación de la confluencia de la CV-50 con la antigua CV-41 están por definir.
La seguridad absoluta no existe
Los técnicos de la CHJ defienden que las actuaciones diseñadas en Alzira y Carcaixent son suficientes para hacer frente a los grandes desbordamientos que suelen registrarse una vez cada cien años. Con todo, las mismas fuentes de la CHJ advierten de que «no existe el riesgo cero».
A más largo plazo se prevén otras intervenciones protectoras mediante la construcción de motas que minoricen los desbordamientos del Xúquer que inundan las zonas más bajas de Alberic, Benimuslem, Carcaixent, Alzira, Algemesí, Albalat o Polinyà del Xúquer. Solo el tiempo dirá si esos proyectos son ya los definitivos.
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