La crisis del horno tradicional reduce las panaderías de Alzira a mínimos históricos

El cierre de un nuevo establecimiento preocupa al gremio

La falta de relevo generacional y el aumento de franquicias ahogan a los comercios locales

El horno de Rafa Gadea bajó sus persianas para siempre en septiembre del año pasado.

El horno de Rafa Gadea bajó sus persianas para siempre en septiembre del año pasado. / Perales Iborra

Alzira vive una crisis del horno tradicional. En el último año, se han sucedido los cierres de varios establecimientos en el municipio. Antaño, la ciudad llegó a contar con más de medio centenar de hornos, que han ido desapareciendo progresivamente debido a la falta de relevo generacional y a la aparición de cadenas de cafeterías y supermercados. El goteo de cierres registrado durante los últimos años ha dejado apenas una docena.

El último horno que bajó sus persianas fue el de Rafa Gadea. En septiembre, su establecimiento ubicado en la calle Verge del Lluch puso fin a más de cuarenta años de historia. Sus padres lo abrieron en los años ochenta, «antes de la pantanada», recuerda Gadea, y hace dieciséis el hijo tomó las riendas del negocio, que hasta hace solo unos meses daba trabajo a cuatro personas.

«El negocio no rendía», comenta Gadea. «Antes, los hornos tradicionales se limitaban a hacer el género y venderlo, y eso daba rendimiento. Pero hoy en día la competencia con los supermercados y franquicias nos quita cuota de mercado y nos obliga a subir los precios, lo que ahuyenta a los clientes», añade el mismo. «Es que nosotros somos artesanos, no empresarios», expresa.

La situación de Gadea no es única. En los últimos años, varios hornos se han visto obligados a cerrar sus puertas debido a que sus dueños se han ido jubilando y también han tenido que competir contra los bajos precios de los supermercados. «En el último año han cerrado al menos tres o cuatro hornos porque los hijos no han querido coger el negocio», explica.

Nuevas costumbres

Los ritmos de vida acelerados y las nuevas costumbres de la gente también han afectado a estos negocios: «La gente está acostumbrada a comprar en los supermercados todo lo que necesita para pasar la semana entera, no tiene tiempo para ir a propósito a la panadería cada día», expone Juan Carlos Tormos, presidente del gremio en Alzira. Asimismo, destaca que la mayoría de sus clientes pertenecen a generaciones «más mayores, jubilados que tienen más tiempo o más costumbre de ir a comprar el pan».

Tormos, que aún tiene una década por delante antes de jubilarse, ve con preocupación el futuro de estos comercios: «Ahora mismo quedarán unos diez hornos dentro del gremio, mas tres o cuatro de fuera. Cuando yo me jubile, tampoco tendré relevo». A pesar de la ayuda del ayuntamiento a través de la promoción de productos tradicionales como la reganyà, del apoyo de algunos bares que les compran el pan o de los encargos de algunas entidades para eventos sociales, los hornos de barrio no pueden hacer frente a la subida de precio de las materias primas y a la competencia de las empresas más grandes.

La especialización, el futuro

Esta competencia ha obligado a los panaderos tradicionales a buscar nuevas formas de atraer a los clientes. Gadea señala que la especialización podría ser una salida viable: «El futuro está en invertir en formación y en hacer productos que no ofrece la competencia, como pan de masa madre, especialidades de espelta, centeno, semillas… Pero eso implica un dinero y un esfuerzo que no todos los panaderos podemos asumir».

La realidad es que este esfuerzo no siempre es suficiente para mantener a flote los negocios. El éxito también pasa por «promocionarse en redes sociales, algo para lo que muchos de nosotros no tenemos los conocimientos necesarios y tampoco podemos estar en todo, el horno ya es mucho trabajo», en palabras de Gadea.

Los hornos mantienen viva una parte de la identidad cultural y gastronómica de la ciudad. Su progresiva desaparición deja un panorama incierto para el futuro gastronómico y comercial de Alzira.

Tracking Pixel Contents