La hoja de ruta del Manhattan de Cullera
El megraproyecto urbanístico de Cullera vuelve a escena con la adaptación para incorporar criterios de sostenibilidad que impone la normativa, que reducirán en nueve millones los costes de urbanización

Terrenos en los que se ubicará el PAI Bega-Port, conocido popularmente como el Manhattan de Cullera. / Agustí Perales Iborra

La nueva adaptación del PAI Bega-Port de Cullera, que ha sido aprobada esta semana en un pleno extraordinario con 19 votos a favor (PSPV, PP y Vox) y uno en contra (Compromís) para adaptar el programa a los nuevos parámetros urbanísticos que contemplan criterios de sostenibilidad, ha vuelto a poner sobre la mesa este antiguo proyecto, que ha hecho correr ríos de tinta y que tuvo un punto de inflexión con su aprobación por parte del ayuntamiento en 2010.
El proyecto avanza lentamente en la fase administrativa y nadie se atreve a poner fecha para un posible inicio de las obras que aún se presume lejano. De hecho, la única referencia temporal que el alcalde de Cullera, Jordi Mayor, llegó a vislumbrar en el pleno, es el tiempo en que el ayuntamiento podría vender las parcelas de aquellos propietarios que opten por pagar las cuotas urbanísticas con terrenos al objeto de financiar una urbanización que, pese a la reducción de costes con los cambios incorporados, todavía se eleva a 91 millones de euros. Mayor habló de un plazo aproximado de dos años. Es la hoja de ruta de un proyecto que defiende el gobierno municipal como positivo y que cuenta con un amplísimo respaldo en la corporación municipal.
El desarrollo del Manhattan no ha sido fácil hasta la fecha y todavía se presume tremendamente complejo, como asumió Mayor en el pleno. De hecho, quince años después de aquella aprobación por parte del ayuntamiento, este sector urbanístico que proyecta 35 torres de 25 alturas junto a la desembocadudura del Xúquer en Cullera vuelve a escena.
El consistorio ha adaptado el proyecto a nuevos parámetros urbanísticos consiguiendo reducir los costes de urbanización estimados hasta ahora en cien millones de euros. Ahora es el turno de los propietarios, que tienen que decidir en un plazo de dos meses si pagarán las cuotas en efectivo o con terrenos.
Mayor lo tiene claro: «Nos quieren pagar con terrenos. El ayuntamiento se va a quedar con una gran cantidad de terrenos porque son grandes propietarios que nos pagarán con una parte de sus parcelas». Tras esta decisión, y como explicó el alcalde en el pleno de esta semana, el siguiente paso es «venderlos a otros propietarios o promotores para financiar estos costes». El problema tendría fácil solución si, como Mayor dejó entrever en la sesión, «viene un inversor y se lo queda todo porque lo tendríamos solucionado».
La historia reciente del Manhattan arranca cuando la corporación encabezada por el popular Ernesto Sanjuán aprobaba ese 11 de agosto de 2010 con los 15 votos a favor del PP y la abstención del PSPV (APC fue la única formación que se opuso) este gigante urbanístico.
Sanjuán auguraba en aquel momento que antes de terminar el año se aprobaría la reparcelación de estos 610.340 m2. Posteriormente se cederían los terrenos del futuro puerto deportivo y pesquero a la Conselleria de Infraestructuras y en seis meses se licitarían las obras de urbanización. Sin embargo, casi quince años después la situación es muy distinta a la que se preveía en aquel momento.
En 2013, y como consecuencia de la crisis económica del 2008, el propio Sanjuán anunciaba que el PAI de la Bega-Port tendría que esperar un tiempo para poder ver la luz definitivamente, ya que no se disponía de liquidez para ejecutar las obras de urbanización, que, en ese momento, ascendían a 91,4 millones. El alcalde popular explicaba que el consistorio ya había terminado el proyecto de reparcelación, pero no se podía aprobar porque no disponían de dinero. Gran parte de los propietarios habían anunciado que costearían la urbanización con terrenos.
La llegada de los socialistas al gobierno local en 2015 supuso un punto de inflexión para este proyecto, que se encontraba en una situación compleja a nivel económico y administrativo. El consistorio discrepaba con el diseño inicial del PAI de la Bega-Port y apostaba por un diseño «más sostenible» mientras intentaba llegar a un acuerdo con los propietarios.
Tres años después, el Ayuntamiento de Cullera anulaba el convenio para la gestión del proyecto urbanístico del Manhattan tras aprobarse por unanimidad en el pleno. «Nos encontramos sin agente urbanizador y con una carta reclamando al ayuntamiento cerca de dos millones de euros por todo lo que había gastado la Generalitat haciendo los proyectos que no servían para nada», explicó Mayor durante su intervención en el pleno de esta semana haciendo referencia al pacto que se acordó para que los ciudadanos de Cullera no tuvieran que costear de su bolsillo los casi dos millones de euros que el EIGE (antiguo IVVSA) reclamaba en concepto de honorarios por la redacción de los proyectos. «Conseguimos un compromiso del agente urbanizador que se haría cargo de estos costes», afirmó el primer edil.
Una sentencia del TSJCV obligaba al Ayuntamiento de Cullera asumir por gestión directa un PAI que contará con cerca de 35 torres de más de 25 alturas, cuatro hoteles, un puerto pesquero, un colegio de doble línea, zonas verdes, un puerto deportivo y más de mil viviendas de protección oficial. El Manhattan sigue su hoja de ruta.
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