Los hornos de Alberic despachan hasta 8.000 monas de Pascua al día

Al recorrer las calles de Alberic durante estos días, un dulce olor se apodera del ambiente e invita, incluso a los menos golosos, a adentrarse en uno de los distintos hornos de la localidad para saborear sus joyas gastronómicas.

El municipio se convierte estos días en el epicentro gastronómico de la Pascua. Cada día, los panaderos elaboran miles de panquemados. El trabajo se realiza prácticamente de sol a sol con el fin de ofrecer a sus clientes, procedentes de distintos puntos de la Comunitat Valenciana, un producto recién hecho.

Las largas colas se convierten año tras año en una estampa habitual en esta localidad durante estas semanas. El tiempo no ha conseguido borrar esta tradición, sino que, al contrario, la ha reforzado todavía más. "Es una locura", señala Fernando Puig, uno de los panaderos del municipio.

La elevada demanda, sobre todo con la implantación de la venta 'online', comporta que cada uno de los ocho hornos de la localidad lleguen a realizar hasta mil monas diarias durante este período festivo. A pesar del gran trabajo, cada uno de los panaderos aporta su toque característico y, sobre todo, su amor y pasión por este producto. "Parece sencillo, pero requiere su tiempo si queremos ofrecer un producto de calidad", indica.

En su caso, Puig, junto a su mujer, empieza a trabajar sobre la medianoche. Sobre las cuatro, el horno ya empieza a mostrar las primeras monas. Ellos pueden llegar a elaborar hasta 900 productos al día. "Depende del tamaño, pero cada vez que ponemos en marcha el horno pueden salir hasta 120 piezas. Hay días, que hacemos ocho tandas", afirma. A pesar de la gran cantidad de monas que elaboran cada día, todos los hornos las preparan con delicadeza para que "el nombre de Alberic suene con orgullo". "Queremos que Alberic tenga renombre porque viene gente de toda la Comunitat Valenciana y hacemos pedidos online", insiste.

El panquemado convierte a Alberic en epicentro gastronómico de la Pascua

"Nos salva todo el año"

Puig reconoce que el esfuerzo durante estos días merece la pena. "Vivimos de esto. Estas semanas nos salvan todo el año. Con lo que ganamos en Pascua, podríamos vivir prácticamente todo el año", explica.

Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los pocos hornos que quedan en la localidad es la ausencia de relevo generacional. "Es un trabajo sacrificado. En muchos casos, se trata de una tradición familiar, pero las próximas generaciones ya no quieren dedicarse a esto porque son muchas horas invertidas", explica el propietario de este horno desde 2007.

Jorge Durà es otro de los panaderos que trabaja a contrarreloj durante estos días. Con el tiempo marcado, atiende a este diario manifestando su nerviosismo por el resultado de sus productos. A pesar de los años trabajados, cada Pascua afrontan esta elaboración como si fuera la primera vez. "Afrontamos estas semanas con preocupación y esperando que salga todo bien", indica el artesano, quien espera que "todos los clientes queden contentos al haber escogido nuestro producto". En su caso, señala que el número de piezas elaboradas durante este período se multiplica respecto al resto del año.