"Tener a mi bebé en brazos me da vida tras la catástrofe"
Los padres de Ona, que nació el 29-O por la tarde, aseguran que la presencia del su hija estos seis meses en su casa de l'Alcúdia les ha «sacado de los pensamientos negativos»

Emma Gómez Pastor
Mientras las alarmas de Protección Civil sonaban en toda la Ribera y el agua y el barro anegaban casas y cortaban carreteras, en un quirófano del Hospital de la Ribera nacía Ona, una bebé que, sin saberlo, llegó al mundo en medio del caos del 29 de octubre. Cuatro minutos después de que aquel pitido ensordecedor hiciera sonar los móviles de médicos, enfermeros y pacientes a las 20:11, se producía el alumbramiento de Ona Botella Martínez como una ola de esperanza para una familia de l’Alcúdia en mitad de una jornada devastadora.
«Fue la luz en medio de la catástrofe», recuerda su madre, Lourdes Martínez. Ella y el padre de la pequeña, Pepe Botella, llegaron al hospital comarcal el lunes, aunque el parto se alargó hasta el día —y la hora— de la tragedia, el martes 29 de octubre por la tarde.

La familia Botella Martínez en la Semana Santa de l'Alcúdia. / Levante-EMV
Durante la cesárea, justo cuando Ona venía al mundo, sonó la alarma de emergencia en el quirófano. «Me asusté un poco, claro. Me dijeron que no pasaba nada, pero... si suena una alarma, es que algo pasa. Me daba miedo que se fuera la luz o que pasara algo que dificultara el parto», relata la madre que, además, se enfrentaba a su primer parto. El primer llanto de Ona rompió el sonido de las alarmas. No fue la única bebé que nació ese día en el Hospital de la Ribera, aunque ella llegó en un momento delicado.
La pequeña y sus padres permanecieron en el hospital hasta el viernes 1 de noviembre, pendientes, eso sí, del grueso de mensajes que les llegaban al móvil. «Nos enviaban fotos y vídeos, pero no éramos conscientes de lo que había fuera», admite Martínez. Sus familiares y amigos no pudieron ir a verlos al hospital, pues las carreteras estaban cortadas. «Por lo menos nos hicieron saber que estaban bien y eso nos tranquilizó un poco», añade.
Lourdes Martínez hace memoria de aquella semana y reconoce el esfuerzo de los sanitarios, agotados por los turnos prolongados, ya que muchos compañeros no podían llegar a su lugar de trabajo por culpa de las inundaciones y cortes de carretera. «Fue un ambiente extraño, tenso, pero ellos lo hicieron todo muy fácil. Fueron muy profesionales, una atención impecable», destaca la vecina de l’Alcúdia.
El regreso a su casa de l’Alcúdia tres días después fue «impactante», en sus palabras. «Volvimos el viernes y al entrar al pueblo nos quedamos sin palabras. Ahí fuimos conscientes de la realidad: estaba todo lleno de barro, coches por ahí… un auténtico desastre. No teníamos palabras, fue desolador», rememora Martínez. Por suerte, su casa y su coche se salvaron de la crecida del río Magro gracias a la ayuda de sus vecinos, quienes protegieron su garaje con un pequeño muro de contención. Sin embargo, no toda su familia tuvo la misma suerte: «Mi hermana se quedó sin coche y le afectó también a la casa», indica.
Recuperación de la cesárea
No les quedó más remedio que pasar los diez primeros días de Ona en casa de los abuelos paternos, en Càrcer, por lo que tuvieron que trasladar todo lo necesario (cuna, ropa, pañales y demás) allí, ya que en l’Alcúdia no tenían agua potable y la madre necesitaba recuperarse de la cesárea. «Por suerte se salvó todo lo que habíamos estado comprando para la niña», apunta. «Yo quería ayudar a limpiar el barro esos días, pero mi familia me dijo que tenía que centrarme en Ona y recuperarme... mi marido sí que salió a ayudar», comenta.

Ona y sus padres, Pepe Botella y Lourdes Martínez. / Levante-EMV
La llegada de Ona supuso un cambio emocional en su casa. «Mi madre estaba empezando a notar cierta ansiedad y depresión al ver cómo estaba el pueblo. Pero tener a la niña en brazos la animaba muchísimo. Un bebé te entretiene, te saca de los pensamientos negativos, te da vida. Ona no se enteró de nada, pero para nosotros fue un apoyo enorme», confiesa la madre primeriza.
Un cumpleaños inolvidable
Los seis siguientes meses de vida de la pequeña han sido bastante más tranquilos: «Nosotras estamos perfectas. Aquí en nuestra casa de l’Alcúdia, afortunadamente, no nos pasó nada grave... pero ver todo el pueblo así fue duro», recuerda Martínez. Ser padres en estas circunstancias ha sido, como dicen ellos, «una prueba y error». Ahora bromean diciendo que nunca olvidarán el cumpleaños de Ona: «No se nos pasará por alto nunca porque en la tele siempre recordarán el aniversario de la dana», asegura Martínez, entre risas.
En l’Alcúdia ya conocen su historia y los vecinos «flipan cuando ven a la niña y se enteran de cuándo nació», reconoce su madre. «Ona es una niña sanísima, muy fuerte. Tenemos muchísima suerte. Es una bebé muy curiosa, no para quieta», afirma. Una niña nacida entre alarmas y barro, que con su llegada trajo un soplo de alegría a la familia: «Cuando sea mayor, le contaremos la anécdota de su nacimiento, que seguro que no se nos olvidará jamás», concluye.
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